Cosecha Roja.-
Dos estudiantes secundarios fumaban marihuana en una plaza. Un adolescente robó una moto estacionada. Un dúo de chicas -una de ellas trans- se fue de un negocio sin pagar la ropa que se habían probado. Todos los casos sucedieron en la última semana, y sus autores, menores de dieciocho años, fueron aprehendidos por la Policía. Por día, en la ciudad de Buenos Aires son detenidos en promedio diez niños y adolescentes, la mayoría acusados de delitos como esos. Su incidencia en el total de crímenes de la ciudad es ínfima. No se trata de un problema masivo, pero sí complejo desde el punto de vista de cómo tratarlos. Qué hacer con ellos, a dónde trasladarlos, cómo alojarlos, es siempre un asunto delicado.
Históricamente, en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires, los menores de edad eran alojados en comisarías, muchas veces mezclados con adultos mayores. Las historias de abusos y torturas eran moneda corriente. El año pasado, el Ministerio de Seguridad de la Nación resolvió que en Capital Federal sólo podían alojarse en una decena de ellas, donde se reunían las condiciones mínimas para tenerlos a resguardo. Desde hace una semana, los menores que son aprehendidos en las calles porteñas son trasladados al Centro de Atención y Derivación (CAD), en Presidente Perón al 2000, un edificio preparado para recibirlos, alojarlos durante doce horas y darles tiempo a los jueces para resolver qué hacer con ellos.
El centro funciona las 24 horas, toda la semana. Los niños y adolescentes son recibidos por un equipo interdisciplinario de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf). Se graban las huellas digitales, se hace pedido de reincidencia, se les toma una foto, los revisa el médico legista y son atendidos por un equipo que incluye artistas, psicólogos, trabajadores sociales, pedagogos y profesores de educación física. El equipo intenta averiguar qué pasó y le recomienda al juzgado de menores qué hacer. Luego, antes de cumplir las doce horas de encierro, la Justicia decide a dónde derivarlos. “Las opciones son varias”, explican fuentes del Senaf. “Se los puede enviar a una residencia abierta, se los entrega a los padres con un régimen de monitoreo o a un instituto de régimen cerrado. El juez puede tomar las sugerencias del equipo o no. Si no decide en doce horas, va a un dispositivo de régimen cerrado de forma momentánea”.
Los dos estudiantes secundarios que fumaban porro en la calle fueron retirados por sus familias.
-Yo sé que mi hijo fuma. Pero estudia y trabaja -dijo el padre de uno de ellos-. No es un problema.
La discusión con ellos fue otra: la inconveniencia de hacer en la calle algo que, por más que esté en discusión, sigue siendo ilegal.
Con la chica trans que había robado remeras se dio otra situación. Los padres, que llevaban años sin verse, tuvieron que reunirse para hablar de ella.
El que había robado una moto tenía 16 años y vivía en Villa Albertina, pero paraba en Pompeya. La Justicia decidió enviarlo a la casa.
-Se lo hubiesen quedado diez días -se quejó la madre.
-Yo no tenía problema en quedarme -respondió el pibe.
Se trata, dicen, de que la gravedad del encierro no se traduzca en maltrato.
En la provincia de Buenos Aires
“En la provincia”, dice Julián Axat, defensor del fuero de Responsabilidad Juvenil de La Plata, “tenemos un problema. Antes los chicos ingresaban a comisarías y se quedaban ahí, con todo lo que ello implica. En el 2008 hice una seria de presentaciones judiciales para que esto dejara de suceder. El entonces Ministro de Seguridad de la provincia, Carlos Stornelli, apeló esa resolución. La cámara me dio la razón. El actual ministro, Ricardo Casal, también apeló. Por ahora, las detenciones transitorias se hacen en las comisarías y Casal quiere que siga siendo así”.
En este momento, en la provincia, chicos que entran por 24 horas o menos son alojados en comisarías, donde es muy difícil controlar si son encerrados junto a mayores o en lugares acondicionados para ellos. Luego de la comisaría, la justicia los deriva a un centro de detención, se los entrega a los padres en la propia comisaría, o los manda al CAD (Centro de Atención para la Niñez), que son paradores creados para chicos en situación de calle o sin mayores responsables.
¿Cuál es el costo de encerrar a un chico en un lugar para adultos en la provincia de Buenos Aires? Los peligros, dice Axat, son varios: puede pasar que el chico sufra todo tipo de vejámenes, que sea reclutado para robar para la Policía, o que sus padres tengan que pagar coimas para ser liberados. En el conurbano, el ejemplo más conocido es el de Luciano Arruga, un joven de 16 años que fue visto por última vez en enero del 2009. Lo habían detenido por segunda vez en el mismo destacamento policial.
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