Ilustración: Víctor Gallardo

 

Rolando Lopez – Los Andes.-

A las 13.50 del 28 de abril de 2007 alguien llamó al 911 dela Policía de Mendoza y dijo: “En el baño de hombres de la Terminalde ómnibus hay dos bombas…”. Luego cortó. A los pocos minutos, buena parte de la policía de Guaymallén y autoridades judiciales, como el entonces fiscal especial Luis Correa Llano, se hicieron presentes en el lugar donde, efectivamente, había dos cajas de cartón. Cada una de ellas estaba rodeada con cinta de embalaje con la que presionaban sendos relojes de cuarzo que se veían viejos y baratos.

De todos modos, el pánico estaba presente enla Terminal. El fiscal llamó ala Brigada de Explosivos quienes no dudaron demasiado en indicar que “esos paquetes que había allí no eran una bomba sino algo para distraer…”. Hasta que uno de los colaboradores del fiscal se le acercó al oído y en secreto le dijo: “Acaban de asaltar una joyería en el Shopping. ¿No nos habrán tomado el pelo doctor?”.

Ese mismo día, pero a las 14.45, con buena parte de la policía de Guaymallén movilizada ala Terminal, dos hombres muy particulares hacían su ingreso al Mendoza Plaza Shopping. Lo hicieron por una de las puertas de emergencia que alguien les había dejado abierta.

No era una pareja muy normal y mucho menos lucían normales a esa hora de la siesta. Uno de ellos vestía pantalón de jeans y buzo claro pero lo más curioso era la presencia de un cuello ortopédico que le tapaba la cara hasta la altura de la nariz; su porte era de más de un metro ochenta.

Este hombre caminaba al lado de otro un poco más bajo que se había vestido de mujer de un modo que llamaba demasiado la atención: tenía una peluca negra bastante despeinada, lentes del mismo color que le cubrían más que los ojos, un tapado negro que sobrepasaba por un par de centímetros la altura de sus rodillas y zapatos de tacos medianos que le hacían caminar con bastante dificultad.

Había sido maquillado por un inexperto o por alguien que lo hizo a las apuradas o por alguien aquejado de Parkinson: el rojo de su boca sobrepasaba con creces el contorno de sus labios.

Desde que entraron al Shopping hasta que llegaron a la joyería Tersani, los dos hombres habrán caminado unos sesenta metros en los que cosecharon miradas, risas y también comentarios impregnados de moral y de “buen gusto”. Poco parecía importar eso a esa suerte de Bonnie and Clyde provincianos de martes por la siesta que llegaron hasta la puerta de la joyería Tersani con tanta suerte que la hallaron con la puerta entreabierta.

“La travesti corría con dos bolsas de compras pero no era el que disparaba. Sí lo hacía ése que estaba disfrazado de Frankenstein”. (Dichos a la prensa de parte de uno de los comerciantes que fue testigo del hecho. Al término Frankenstein lo usó para graficar cómo caminaba el hombre de cuello ortopédico).

En la joyería había tres personas: la vendedora, María de Lourdes González; el administrador Oscar Bustos y el agente de seguridad, Julio Zeballos. Como buen vendedor, Bustos les preguntó qué se les ofrecía. Entonces no quedaron dudas: el hombre del cuello ortopédico sacó una pistola nueve milímetros y el travesti una 11.25: “Esto se nos ofrece”, les deben haber dicho. Las tres víctimas fueron obligadas a tirarse al piso y la travesti sacó de su tapado cintas para atarlos de pies y manos mientras su compañero llenaba bolsas con relojes, joyas y dinero en efectivo. “¿Dónde están los Tag y los Rolex?”, preguntaban con insistencia los dos.

Entretanto, un cómplice de la pareja tomaba un café en el bar Bizarro, mimetizado con la fauna shoppinera, a metros de Tersani y al menos dos integrantes de la banda habían colocado dos granadas de humo en el baño para discapacitados ubicado en el segundo piso. Alguien, además, se tomó el trabajo de llamar al número”0″ del Shopping para informar acerca de la presencia de las dos granadas con la clara intención de trasladar la atención hasta en el mismo centro comercial.

“Luego Ariel se va a su casa pero antes pide a la chica la gotita para pegar unas extensiones. Entonces ella fue por curiosidad y vio cómo una peluquera de nombre Verónica le pegaba las extensiones a Ariel… Más tarde llegó el nene y le dijo a su madre que en la casa de Ariel había un hombre vestido de mujer…” (Dichos de un testigo del caso incluido en la foja 388 del expediente. Hace referencia al día anterior al asalto a Tersani)

Una vez que el asalto se llevó a cabo, tuvo lugar otra escena que bien podría sensibilizar a cualquier director de películas de acción: el escape de la travesti y su compañero por el medio de las galerías del Shopping con varias bolsas cargadas de joyas, billetes en una mano y pistolas en la otra.

Los ladrones contaban con la presencia de cómplices tanto en el patio de comidas como en el exterior, sobre el Bulevar Pérez Cuesta. Muchos recuerdan la escena ya que José Greco, un policía que estaba en el patio de comidas, advirtió todo y comenzó a correr al tipo con el cuello ortopédico y al disfrazado de mujer que bajaban por las escaleras fijas a los tiros. Los comensales se tiraban al piso; los gritos y los balazos tapaban la tenue música ambiental.

Ya afuera del centro comercial, los tiros continuaron cuando los dos ladrones cruzaron la calle y se subieron a un VW Gol con vidrios polarizados y con el motor en marcha, que los esperaba con un secuaz al volante.

“El 1 de mayo, al testigo se le acercó un hombre alcoholizado y le dijo que él había participado en el robo del Shopping. Que era amigo de “El Chileno” (por Luis Arístides Verdugo), que le habían dado algo de oro y que el resto se lo había quedado “El Chileno”. Que se tenía que ir de Mendoza porque los policías no habían llegado a buscar las joyas, queriendo decir que había policías implicados.” (Un testigo de identidad reservada, incluido en la foja 95 del expediente)

A los tiros, el Gol tomó por la lateral del Acceso Este y hasta llegar a calle Sarmiento para después doblar nuevamente y llegar hasta Juan Díaz de Solís y Magallanes, de Dorrego, donde los esperaba otro secuaz más a bordo de un Torino despintado; a este chofer, algunos testigos lo vieron con una ametralladora PA 3 entre sus piernas mientras esperaba a sus amigos.

Los tres del Gol hicieron el trasbordo con las bolsas y las armas y dejaron al auto Gol abandonado y con las puertas abiertas. Dejaron, además, la peluca del travesti y algunas balas. El auto, se sabría ni bien llegó la policía, había sido robado días antes mediante un asalto en la jurisdicción de la seccional 3 de Ciudad.

La pesquisa de un caso tan difícil fue complicada. Parala Justicia, en el caso intervinieron entre ocho y diez personas por más que al juicio llegaron sólo tres. En el interín hubo denuncias contra policías a los que acusaron de quedarse con algunas joyas que los ladrones perdieron camino a San Juan y que fueron encontradas por un ama de casa (en ese caso, los efectivos fueron a juicio y resultaron absueltos).

Entre las joyas y el dinero, se cree que la banda se hizo de medio millón de pesos y prácticamente no se recuperó nada. El atraco fue instruido inicialmente por el fiscal Correa Llano pero cuando ascendió le dejó la posta a Daniel Carniello, que fue quien pidió la elevación al debate que comienza pasado mañana.

“Es increíble; pero acá (en el Shopping) cada vez pagamos más expensas por seguridad y cada vez es más fácil asaltar. Lo de hoy (por ayer), ya colmó la paciencia de los joyeros (hay tres joyerías en el Shopping) porque ni siquiera con la guardia privada que tenemos en nuestros locales y que pagamos aparte, estamos seguros de que no nos pase nada”, (Guillermo Cordero, propietario de la joyería Tersani, poco después del golpe. Hoy, el local no está más en el Shopping: se mudó al hotel Intercontinental)

Según la investigación judicial, los tres acusados en el juicio llevaron adelante los siguientes roles durante el golpe. Luis Arístides Verdugo fue el chofer del Torino en el que finalmente huyeron los ladrones; Hugo Luna estaba en uno de los bares del Shopping para facilitar la huida de los dos atracadores, mientras que Luis Franco González fue quien se disfrazó de mujer.

Del que dijeron que se parecía a Frankenstein, no se supo más.

Ilustración: Víctor Gallardo