niñosespaldasCosecha Roja.-

Los jueces Benjamín Sal Llargués y Horacio Piombo fueron tapa de los diarios a mediados de mayo cuando redujeron la pena de un abusador a tres años y dos meses. Eliminaron el “agravante” del abuso sexual porque, según ellos, la víctima -un niño de seis años- “era homosexual”. A mitad de año los magistrados tuvieron que renunciar a varios de sus cargos por la condena social. Hoy la Corte Suprema de Justicia bonaerense anuló el fallo y repuso la pena de seis años de prisión.

Leé acá el caso completo:

Mario Tolosa abusó de un niño de seis años y el TOC 3 de San Martín lo condenó a seis años de prisión. Los jueces de la Cámara de Casación de la provincia de Buenos Aires le redujeron la pena a tres años y dos meses. Entre los argumentos dieron a entender que el nene era homosexual. Para el psiquiatra Enrique Stola, en los casos de abuso, el Poder Judicial funciona como una ‘picadora de carne’: “Gran parte de los jueces y juezas machistas son terriblemente soberbios con sus mediocres creencias: no protegen a las víctimas y convierten en víctimas a los victimarios”, dijo a Cosecha Roja.

“Con el fallo al niño lo están violando jurídicamente”, dijo a Cosecha Roja César Cigliutti, Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Los jueces Benjamín Sal Llargués y Horacio Piombo cambiaron la calificación de “abuso sexual gravemente ultrajante” a “abuso sexual simple” y descartaron el agravante de “aprovechamiento de estado de indefensión de la víctima” porque el abusador no sabía que el niño ya había sido violado. También escribieron que G. “ya demostraba familiaridad en la disposición de su sexualidad” y que presentaba “una precoz elección de esa sexualidad”.

Los magistrados ya tienen un juicio político abierto por un caso del año 2000. Un pastor evangélico abusó de dos adolescentes de 14 y 16 años de una villa de Merlo. Ellos le redujeron la pena porque consideraron que como vivían en una comunidad de bajo nivel social, “se aceptan relaciones a edades muy bajas”.

***

Tolosa era vicepresidente del Club Florida y se ocupaba de llevar y traer en su camioneta a los niños que jugaban al fútbol, como G. Los nenes le tenían confianza y lo llamaban “el entrenador”, aunque no los entrenaba. El 6 de marzo de 2010 a la tarde lo llevó a G. al vestuario, le bajó los pantalones, lo cacheteó, le introdujo una ramita de árbol en la cola, le apoyó el pene en el ano y, como lloraba, le tapó la boca. Después lo subió a la camioneta y lo dejó en la casa de su abuela Elena. Su mamá lo abandonó y su papá está preso por haberlo violado.

– Te chupo el pito si me das dos pesos. El entrenador hace lo mismo…

Eso le había dicho G. a su primo. La abuela ya lo había escuchado. Por eso cuando el niño volvió del club y le dijo que le dolía la cola, ella le creyó, lo revisó e hizo la denuncia en la Comisaría de la Mujer. El caso de G. es especial porque un adulto lo escuchó y lo acompañó: no siempre los abusos salen a la luz. “Hay niñas y niños que no tienen a quien recurrir, otros que cuentan pero no les creen; otros a los que la familia les cree pero los destrozan los operadores judiciales”, explicó Stola.

Los fiscales Carlos Arturo Altuve y Jorge Armando Roldán tuvieron que leer el argumento más de una vez, no lo podían creer, les resultaba “francamente asombroso”. Interpusieron un “Recurso Extraordinario de Inaplicabilidad de Ley” frente al fallo que reduce la pena. “La interpretación que realizan los magistrados resulta descaminada, absurda e irrazonable”, escribieron. Aunque la orientación sexual del niño estuviese definida eso no puede “sustentar una interpretación diferenciada de las normas, ni mucho menos en perjuicio de un colectivo que ha sido históricamente sojuzgado y discriminado”.

Según el código penal el abuso sexual puede ser simple, gravemente ultrajante o con acceso carnal. “La discusión es qué significa ‘gravemente ultrajado’; eso queda librado a la discrecionalidad de quien toma la decisión”, dijo a Cosecha Roja el juez Mario Juliano, director ejecutivo de la Asociación de Pensamiento Penal. En este caso, lo llamativo son los “razonamientos que emplean” para la decisión: recurren a la preferencia sexual de la víctima. “¿Qué podemos atribuirle a un niño de seis años?”, se preguntó Juliano. El juez también consideró que lo que hay que tener en cuenta son los hechos y no mezclar las condiciones de la víctima. “Si una persona ejerce la prostitución, eso no la haría menos víctima de un abuso”, dijo.

Para Cigliutti, “no puede haber ninguna reducción de la pena por la violación de un niño y menos alegando la orientación sexual: es una violación jurídica”. Se supone que a los niños habría que protegerlos. Así lo establecen la Convención de los Derechos del Niño, la legislación civil y el Código Penal. “Algún obispo español dijo que ‘los niños seducían’. Los abusadores pedófilos y estos jueces pueden darse las manos: comparten las mismas creencias”, dijo Stola. Y explicó que los chicos abusados tienen “un nivel de erotización que no pueden manejar” porque fueron “corrompidos y ultrajados”.

Para ayudar a los niños víctimas de abuso es fundamental la educación sexual y la capacitación sobre cómo pedir ayuda ante el peligro. “A niños y niñas abusados se los ayuda creyéndoles. Cuando un cuidador les cree, gran parte del camino de recuperación está concretado”, dijo Stola.