tapa criminis

I

Venganza

 

—Pendejo, no seas boludo, pensalo —el comisario inspector  Santillán, de rodillas, buscaba ganar tiempo.

Frente a él, Walter extendía su mano derecha convertida en una pistola calibre 45. Una lágrima mugrienta le caía por la mejilla.

La muerte rondaba a verdugo y víctima. Los unía en un juego perverso, aterrador. Los dos tenían el rostro empapado. De un lado, las lágrimas de quien se sabe rehén de sus actos. Del otro, el frío sudor de aquellos que se saben perdedores.

—¿Vos pensabas que me ibas a cagar, rati de mierda?

—Pará, pendejo, no te equivoques. Sabés que podemos

llegar a un acuerdo.

—¡Ves que no entendés nada, gato! Ya está hecho y esta vez vos te quedaste afuera.

La frase sonó a sentencia. No había más lugar para las palabras.

La punta del caño de la pistola lo miraba a los ojos. En ese momento se arrepintió de haber ido solo. El vencedor estaba vencido mucho antes de que sonara el estampido.

El cuerpo cayó inerte. El pasaje a la libertad estaba pagado.

Sin embargo el sabor metálico de la incertidumbre se apoderaba de su boca.

Walter seguía apuntando al cadáver de una de las personas a quien más había odiado. Acababa de matarlo, pero una extraña sensación le atravesaba el cuerpo.

No era el primer muerto que tenía encima. Sin embargo, sentía que algo iba a cambiar definitivamente. En eso pensaba mientras el humo blanco de la pólvora se desvanecía en el aire.

Guardó el arma y retrocedió sin alejar los ojos del cadáver.

Su trabajo había terminado, ahora sólo restaba esperar que los demás cumplieran su parte.

 

Un favor mata más rápido que una bala

por Leonardo Oyola

La calle tira. La calle llama. Y cuando la calle te nombra es porque hiciste algo que no pasa desapercibido. Se está empezando a hablar de vos. Bien o mal. Y no por tu nombre de pila. Ni siquiera por tu apellido. La calle te bautiza. La calle te apoda. Y es ese mote el que te define, ahí, por donde vas a patear. Puede ser despectivo. Una burla a tu aspecto físico o el eterno recordatorio de alguna cagada que te gustaría olvidar. También puede marcar según la jerga en qué te destacás en el oficio, cuál es tu habilidad. Y las menos, las contadas excepciones, puede ser algo cariñoso. Por el apodo te van a conocer los que te quieran y los que te sufran. Y una vez que te lo pongan te va a acompañar hasta que te vayas al otro barrio.

No nos gusta andar solos. No está bueno. Pero sobre todo: cuando sos borrego. Necesitás ser parte de algo. Que no te dejen afuera. Y ahí es donde hace su aparición estelar el equipo en el que vas a jugar: la junta. Dicen que los amigos son la familia escogida. Y que tu banda es sangre de tu sangre. Como todo grupo primario por excelencia sus miembros saben manipular estos vínculos. Apelar a lo afectivo. Apelar al respeto. E invocar un término tan sagrado como maleable: los códigos. Todo depende de la buena o mala fe de quien los invoque. Del egoísmo de la esquina donde te toque parar. De creer en algo que uno no quiere admitir que viene mal parido.

Al protagonista de esta historia —«El Cabe» como se lo conoce en la calle y lo nombran los suyos, la mayoría de los demás personajes— el narrador elige llamarlo por su nombre y apellido: Walter Heredia. Se nota que lo quiere. Y que le desearía un destino mejor. Diferente. Pero eso es algo que se le escapa no solo por las malas decisiones sino también por las compañías. Walter podría haber terminado de otra manera. Y es tan dolorosamente cercano, tan hijo de vecino, que —aún sabiendo que se dedica a laburar por izquierda— cuando no sea capaz de dejar tirado a un cachivache que le pide que lo vaya a soldadear extorsionándolo con el verso de que son amigos, uno sufre impotente la sentencia cantada:

cagaste, Cabe; cagaste.

De la cruz que le tocó llevar.

De sus santos y de sus Judas.

De lo que empezó muy mal.

De buscar esperanza donde no se la conoce.

De Walter Heredia, «El Cabe».

«Criminis causa», de Juan Carrá.

 

Juan Carrá es periodista y escritor. Editor y redactor de la sección Policiales del diario El Atlántico. Creador de la sección “Crónicas de Antes” en la que se recrean los casos policiales más importantes de la historia criminal marplatense. Docente de la carrera de Periodismo en el Instituto Eter de Mar del Plata. Ha publicado relatos, cuentos y artículos periodísticos en Página 12, Perfil y en la página cultural de Clarín. Fue uno de los participantes del taller Narrativas de la Narcocultura en América Latina de la FNPI, dirigida por Gabriel García Márquez, dictado por Cristian Alarcón y Gabriela Polit. Miembro de la Red de Periodistas Judiciales de Latinoamérica, Cosecha Roja, perteneciente a la FNPI, en la que ha publicado crónicas y “postales urbanas”. Publicó en la reciente antología de autores latinoamericanos de relatos breves “Poca cosa”, de editorial Letra Sudaca. Realiza una columna de literatura negra y policial en el programa “Causa abierta” que se emite por Radio Brisas. Amante del género negro en todas sus formas. Actualmente es miembro del equipo periodístico del programa radial El Despegue, que se emite de lunes a viernes de 7 a 9 por la 98.5, Radio Brisas. En Twitter @juancarra

 

 

¿Dónde conseguir Criminis Causa?

En todas las librerías de Mar del Plata

En Librerías de Capital Federal:

Otra lluvia – Bulnes 640 (Almagro)

Eterna cadencia – Honduras 5574 (Palermo)

Santiago Arcos – Puán 467 (Caballito)
La Libre – Bolívar 646 (San Telmo)

Lilith libros – Paraguay 4399 (Palermo)