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Lo único que quería era ser mamá. Me embarace, y comencé un extraño proceso de intoxicación. Me estaba muriendo. Las ecografías no reflejaban nada mal, físicamente hablando. Pero a la semana 14 me hicieron una traslucencia nucal del feto, que salió muy mal. La opción era hacer una coriocinesis. Pinchar mi vientre y sacar un poco de placenta para analizarla.

Yo ya no podía estar de pie. Engorde 33 kilos, vomitaba hasta el agua. Estaba intoxicada.

El resultado fue que mi embarazo era un triploide 69XXX es decir, dos espermatozoides habían fecundado un óvulo. Se formó un feto de apariencia normal. Pero tenía 3 juegos de cromosomas. Esto desencadenó algo así como un brutal cáncer de placenta.

Yo estaba muriendo. El médico, uno de los buenos que hay Chile en medicina fetal, me dijo que esto había que interrumpirlo rápidamente porque yo podía morir. Pero que en Chile esto no era posible hasta que no estuviera en riesgo. Desde una de las supuestas mejores clínicas de Chile, él mismo hizo los contactos para que viajara a USA pero necesitaba varios millones de pesos de forma inmediata, que no teníamos en ese momento.

Había posibilidad de operarme aquí… pero sólo cuando los tumores ya estuvieran completamente diseminados para que nadie fuera “preso”… o al menos, formalizado.

Comenzamos a juntar dinero. A hacer los trámites de visa, mientras preparábamos un escrito contra el estado de Chile, ya que en este caso (embarazo con mola invasiva por triploide con feto vivo) el fin siempre es la muerte de la madre si no se saca todo.

Pasaron 4 meses de esta tortura. Yo estaba como intoxicada, no podía caminar sola. Tenía una guata como si tuviera 8 meses de embarazo y eran sólo los tumores que aplastaban al feto e inundaban mi cuerpo.

Estaba muriendo.

El último examen de sangre, arrojó gonodotrofinas por sobre las 700 mil unidades. Estaba el shock. Me ingresaron de urgencia, sólo recuerdo que me tomaban radiografías de pulmones para ver si el “cáncer” ya estaba ahí. Yo decía, pero no puedo tomarme RX…. Deliraba.

Me estaba muriendo de dolor físico y emocional, y de impotencia de que me hubieran hecho estar en esta tortura hasta los 4 meses, arriesgando mi vida.

Me explicaron que aún no estaba el cáncer en los pulmones, pero que era altamente probable que por el estado de avance de los tumores, iban a tener que sacar mi útero completo.

Gracias al estado de Chile, que no me intervino inmediatamente, yo estaba con cáncer y con una alta probabilidad de perder mi útero y no ser madre.

Me dieron calmantes. De pronto, una enfermera me puso un misotrol intravaginalmente. Nadie me advirtió lo que era, ni para qué. Seguían disponiendo de mi cuerpo.

Lo supe después porque de pronto sentí fuertes contracciones como si fuera a parir. Grité y amenacé a todos con llamar a la policía sino me anestesiaban por completo… puesto que no podían inducirme un parto / aborto, ya que yo no sería madre y yo necesitaba una interrupción terapéutica.

De pronto me anestesiaron. Al despertar, el médico me acariciaba la cara. Y la enfermera me tomaba la mano.

Abrí los ojos, desorientada. No podía emitir palabras. En cualquier otro país del mundo, no me hubieran hecho pasar por esto.

Llevar mi vida al extremo más límite para entonces defenderse: es que no nos quedó otra que el aborto terapéutico. Usar mi cuerpo, mi emoción y llevarme al límite, solo para cumplir un gusto religioso absurdo que no respeta a la medicina?

No podía articular una palabra. Los focos del quirófano me dificultaban ver. La enfermera me miró y a penas pude balbucear: “tengo útero?”

Y ella contestó: “sí mi niña, podrás ser mamá”.

Sólo se me cayeron un par de espesas lágrimas ….

Había sido humillada por un sistema y por la moral impuesta de quienes no entienden razones.

Había sido obligada a arriesgar mi vida para no ser una delincuente, cuando lo que más yo quería era ser madre.

Durante casi un año, tuve que hacerme ecografías y exámenes de sangre cada viernes.

Al año, me volvi a embarazar. A los 9 meses y con 3.760 nació mi querida Sofía

A los dos años, me embaracé otra vez y nació Simón.

Ambos sanos, ricos y bellos, como los soñé desde la primera vez que un óvulo mío fue fecundado por Marcelo Araya.

Soy madre hoy gracias a un aborto terapéutico. Y aunque podría haber fingido mil cosas, comparto mi historia porque tenemos que escucharnos y aprender más allá de la ideología.

Si mi suegra, muy católica, de derecha y hasta admiradora de Pinochet lo entendió, cualquier que ame la vida entiende de lo que hablo.

Otra cosa es con guitarra.

Fuente: Facebook de Paola Dragnic

Foto: Facundo Nívolo