JONCosecha Roja.-

El ex cabo de la Comisaría 8va Martín Naredo asistió a todas las audiencias del juicio en el que estaba imputado por fusilar, en 2012, a Jon Camafreitas, un pibe de 18 años. El 4 de septiembre presenció los alegatos. A las dos de la tarde, el TOC 23 ordenó un cuarto intermedio y la querella pidió que lo detuvieran: suponían que lo iban a condenar y temían que se escapara como los otros cinco policías prófugos de la justicia por casos de violencia institucional. Los jueces se negaron porque la situación procesal del policía “no había cambiado”. Cuatro horas después lo condenaron a perpetua. Naredo ya se había fugado.

Un rato antes de que lo declararan culpable pidió permiso para salir de la sala, se lo dieron y se fue. Mientras leían la condena y ordenaban “su inmediata detención”, Naredo se alejaba de los tribunales. “Es frecuente los policías lleguen en libertad al juicio y que después desaparezcan” , dijo a Cosecha Roja María del Carmen Verdú, abogada de la familia e integrante de CORREPI. Un compañero de la misma dependencia -sargento Néstor Adrián González- había hecho lo mismo hace menos de seis meses: lo condenaron por matar a Sergio Casal de 16 años en 2010 de un disparo en la espalda. El día de la sentencia se fugó.

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El 21 de enero Naredo le disparó a Jon en la cabeza. Los peritos de Gendarmería comprobaron que el tiro fue a quemarropa. El ángulo de la bala era de 15 grados y se repetía en las huellas que dejó en la gorra, en el cráneo y en la persiana de un taller mecánico. Las pericias permitieron comprobar que había sido un fusilamiento y que Jon estaba agachado o arrodillado. Si hubieran estado parados, para lograr ese ángulo el policía tendría que medir más de dos metros. Si ambos hubieran estado agachados, no había manera de que el disparo tuviera esa trayectoria. Al momento de morir Jon estaba en el suelo y el policía parado.

La descripción del peritaje coincide con el relato de Franco, el amigo de 14 años al que detuvieron mientras mataban a Jon. Se habían encontrado unas cuadras antes y cruzaron independencia zigzagueando autos. Jon venía de la Plaza Boedo, en donde se había armado un quilombo entre dos grupos y los vecinos habían llamado al 911.  El cabo Naredo y Juan Carlos Moreira iban hacia la plaza en el patrullero cuando se los cruzaron. Como los pibes corrían en la avenida, “eran sospechosos”.

Después de balear a Jon, los policías volvieron a la comisaría y Moreira se auto-tomó declaración. También anotó el testimonio de una pareja que vivía enfrente y que, aunque tenían música fuerte, escucharon el disparo y bajaron corriendo.  Medina, que estaba a 7 metros del disparo, dijo durante el juicio que no lo oyó.

El juez de turno pidió que intervenga Gendarmería y delegó la tarea de avisarles a la propia Comisaría 8va. Los llamaron casi tres horas después.”Si este actuar de la policía no fuera tan habitual y frecuente uno diría que es escandaloso”, dijo Verdú. En la sentencia, el tribunal pidió la instrucción de una causa penal para analizar a toda la comisaría.

Franco quedó libre a las pocas horas porque no había cargos en su contra. Jon murió cuatro días después en el hospital. Naredo sigue prófugo. Su primer trabajo como policía fue en 2004 en la comisaría 35 -Bulacio-. Estuvo en la 8va desde 2007 hasta 2012 y después trabajó en la Secretaría de Medio Ambiente de la Municipalidad de La Matanza. Verdú dijo que durante el juicio, el ex cabo contó que su tarea era “fotografiar basurales”.

El día del veredicto, cuando Naredo se fugó, el fiscal Ariel Yapur pidió que se hiciera un allanamiento en la casa y otro en el trabajo para buscarlo. Los jueces le respondieron que “era muy invasivo y que aún no habían pasado ni 24 horas”. Entonces mandaron a un gendarme a tocar el timbre en la casa de la mamá, en La Tablada. Ella dijo que el hijo se había ido a lo de la novia en Lanús y que no sabía ni el nombre de la mujer. El gendarme sigue en la puerta por si Naredo aparece.

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Los de la octava no son los únicos policías prófugos. Al sargento Bonifacio Garay lo buscan desde 1994: dos años antes le había disparado a Omar Lencina porque “estaban buscando a unos ladrones”. Una de las balas le dio en la nuca.

El subcomisario Miguel Ángel Rojido y el subinspector Luis alberto Farese picanearon hasta la muerte a Sergio Durán en la comisaría 1º de Morón. Los buscan desde 1998. Por el mismo crimen detuvieron a otros dos policías (que ya habían estado prófugos).

Marcelo Pelleroni torturó en la comisaría a siete jóvenes en 1999: lo denominó “averiguación de  antecedentes” y se escapó antes del juicio.

A Fernando Rodrigo Báez lo mató el oficial Rodrigo Ruiz en los festejos de año nuevo de 2007: le decían “Perita”, lo amenazó borracho, le dijo “ponete el chaleco antibalas” y al rato pasó disparando desde un auto. El oficial no volvió a trabajar. Llamó, pidió que escondan su pistola y desapareció.