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Por Cosecha Roja. – Apenas amanecía cuando sonó el timbre. Guillermina Tártalo saltó de la cama y corrió a la puerta. Dice que se quedó helada cuando vio a su hijo, Pedro Gerardo, 52 años, 7 hijos y una esposa con la que últimamente pasaban un mal trance. Que casi se desmaya cuando le soltó, como si tal cosa: “Mamá, la prendí fuego a Amelia. Acompañame a la comisaría”. Pero antes de ir a darle una visita a la ley había que socorrer a su nuera. Cuando llegaron a la casa familiar se encontraron con que Amelia Rosa Acosta, 41 años, seguía prendida fuego. Al lado suyo estaba su hijo de 18. Tenía las manos quemadas por tratar de apagarla.

Pedro la había ido a buscar a la casa del barrio 240 Viviendas, al este de San Miguel de Tucumán. Había golpeado la puerta de la casa que compartieron por años después de enterarse que estaba saliendo con un taxista. Pedro fue hasta allá vaya uno a saber para qué. Preso de los celos, agarró una botella de alcohol, le roció los genitales y, simplemente, prendió fuego.

Pedro dice que no recuerda nada. Que de repente había fuego. Que sabe que es responsable. Que todavía se encontraba en estado de shock. Que no recordaba detalles.

Madre e hijo llevaron a Amelia al hospital Padilla donde Guillermina trabajaba como enfermera. Después de las curaciones básicas fue trasladada al Centro de Salud. Acosta tenía el 80% de su cuerpo quemado. Y quedó internada en grave estado en la Unidad Crítica.

Afuera dos mujeres lloraban sin pausa en un banco frente al hospital. Una era Guillermina. La otra, la madre de Amelia: “A ese tienen que prenderle fuego”, repetía como un mantra entre lágrimas. Guillermina no salía del asombro: “Mi nuera es como una hija, no sé qué le ha pasado a Pedro. Ella lo ama. No puedo creer todo esto”, le dijo a La Gaceta de Tucumán.

Guillermina contó que la pareja se había separado desde hacía un tiempo y que el hombre vivía en una casa que alquilaba a unas cuadras de la de su ex mujer. Repetía la madre: “Estaba como loco, nunca lo había visto así. Dicen que mi nuera salía con otro, pero es imposible. Ella era impecable”.

Pedro Gerardo Tártalo se presentó en la seccional 8ª el mismo sábado a las 7:30 de la mañana. Confesó que había tenido un problema con su esposa. Que le había rociado alcohol en la zona genital. Que, luego, le había prendido fuego. No cuesta imaginar la cara de los uniformados ante semejante confesión. El fiscal de Feria Guillermo Herrera ordenó que permaneciera detenido por homicidio en grado de tentativa.

Geraldine Salazar, abogada de Pedro Tártalo, dijo que su cliente “es de carácter dócil y sometido. Estamos ante una patología donde la mujer era más dominante y terminó desencadenando en esto”, expresó la abogada que instó a debatir sobre la violencia de género. Podría preguntarle a su cliente. Algo sabe del tema.