Tres meses encerrados en el Hipódromo de Palermo

Desde que empezó la cuarentena, a los peones rurales que trabajan en el Hipódromo de Palermo les prohibieron volver a sus casas con la amenaza de que si se iban no volverán a entrar. Cuidadores y capataces salen y entran sin problemas.

Tres meses encerrados en el Hipódromo de Palermo

Por Natalia Arenas
18/06/2020

Ángel Cruz es de Santiago del Estero, pero vive en Garín. Trabaja hace 12 años en uno de los stud (caballerizas) del hipódromo, en relación de dependencia. En condiciones normales, su jornada empieza a las 5 de la mañana: prepara al caballo, lo limpia y lo saca a galopar. Después le da de comer y lo vuelve a limpiar. Así, de lunes a lunes hasta las 18. Y con un franco al mes. Hace 21 días que Ángel no ve a su familia. “Podemos salir, pero no nos dejan entrar más”, dice a Cosecha Roja.  

Hace tres meses que 200 peones rurales que trabajan en la villa hípica del Hipódromo de Palermo tienen prohibido regresar a sus casas. Pueden salir, pero con la amenaza de perder el trabajo. No es una directiva general ni alcanza a todo el personal: cuidadores, capataces y jockeys entran y salen cuando quieren. Los únicos encerrados son los peones.

¿Para quiénes trabajan los peones? No son contratados por Hipódromo Argentino de Palermo Sociedad Anónima (HAPSA), la empresa que tiene la concesión del hipódromo, sino por los dueños de los caballos que alquilan los studs en ese predio hípico. Si bien Hapsa no los contrata, tiene cierta responsabilidad por lo que sea que suceda dentro de su predio. 

Muchos de los peones rurales tienen a sus familias en otras provincias y cuando ingresan a trabajar en los stud del Hipódromo se quedan a vivir ahí mismo. Ahora, en contexto de pandemia y con la prohibición de salir, están encerrados hace tres meses.  

Tienen habilitadas “salidas transitorias” de un día. Pero tienen que pedir permiso, cada 15 o 20 días, y a veces la autorización tarda en llegar.  “Dicen que podemos contagiarnos y traer el virus. Pero somos los únicos que estamos encerrados. ¿Sólo un peón se puede contagiar?”, dice Ángel y aclara que él y sus compañeros se cuidan entre todos. “Usamos barbijo, alcohol en gel y cuidamos la higiene”.

Si quieren salir a comprar comida, sólo le permiten hacerlo a un trabajador por stud. Cada stud tiene entre 10 y 12 peones. Se hace difícil conseguir alimentos. Algunas caballerizas le dan la comida a sus empleados y esos compañeros la comparten con todos.

A la noche, Ángel comparte cuarto con otros dos compañeros. Se acomodan como pueden. Algunos duermen en una cama destartalada y otros en colchones.  De sus sueldos tuvieron que comprar calefones eléctricos para bañarse. Ellos mismos tienen que encargarse de mantener limpio el lugar.  

“Esclavitud. Esa es la palabra”, dice Ángel y comenta que los caballos están mejor cuidados que los trabajadores. 

Un grupo de trabajadores hizo paro este jueves para visibilizar las condiciones en las que trabajan. Lograron que los responsables de la empresa se reúnan con ellos: hoy le confirmaron que les van a permitir salir. De los 90 días que psaron encerrados, no les dijeron nada.  

Natalia Arenas