Sólo queríamos cantar una canción

Una persona trans y su pareja fueron discriminadas y golpeadas por patovicas en un bar de Necochea. Nadie las defendió. Hicieron la denuncia y tienen un botón antipánico.

Sólo queríamos cantar una canción

Por Natalia Arenas
09/01/2020

Es domingo y llueve en Necochea. M. y L. llegaron a la ciudad hace unos días. Están de vacaciones. La lluvia y el cansancio de no hacer nada las palmó: se quedaron dormidas y cenaron muy tarde. 

A eso de las 3 de la mañana llegaron a Uffa/Don Ramón Bar, en 85 entre 6 y 8. El bar tiene karaoke así que se entusiasmaron con cantar. Antes, M. fue hasta el baño. Pasó sin problemas la primera puerta que anuncia “baños” y que lleva a un pasillo donde están las puertas binarias de “mujeres” y “varones”. Unos minutos después,  L. no tuvo la misma suerte: al llegar a la primera puerta, un hombre de seguridad la paró.

-El baño de varones está abajo.

-No soy un varón. Googléa identidad de género.

Como respuesta, L. recibió una trompada. Justo M. salía del baño e intentó pararlo:

-¡Pará! ¡No le pegués, es una piba!

Al ataque se sumó otro varón, que agarró del cuello a L. y, así, con los pies de ella en el aire, la bajaron por las escaleras. M. también recibió golpes y amenazas. Las dos terminaron en la vereda. “Estábamos rodeadas de hombres heterosexuales, cis, blancos  y con mucha fuerza”, cuenta M. a Cosecha Roja. Más tarde, consiguieron que les devuelvan sus pertenencias, que habían quedado adentro del bar. Mientras, decenas de personas seguían entrando y saliendo, como si nada pasara allí.

Desde la puerta del bar llamaron a la policía. “Cuando llegaron los policías, lo primero que hicieron fue acercarse a los patovicas, aunque yo les dije que había sido la que los había llamado”. 

***

M. y L. tienen 30 años y hace “como cinco” que están juntas. Ambas son profesionales y militantes de causas feministas y LGBTIQ+. Después de la agresión hicieron la denuncia en la Comisaría de la Mujer de Necochea. Allí la policía constató los golpes, visibles en sus cuerpos, y les dieron un botón antipánico para los días que les quedan en la ciudad.

Concejales del Frente de Todxs gestionaron una reunión en el municipio, en la que participaron también funcionarixs. Tanto unxs como otrxs se comprometieron a ayudarlas.

En esa reunión, M. y L. contaron con detalles lo sucedido. Les dijeron que el miércoles 8 convocaban a una manifestación pacífica en la puerta del bar donde las violentaron. El ministro de Gobierno municipal, Jorge Martínez, accedió al pedido de que no haya policía en el lugar, ya que ellas no pensaban “provocar daños”. Pero sí necesitaban agentes de tránsito que corten el tránsito.

Martínez no cumplió. Ayer, a eso de las siete de la tarde, a pesar de la lluvia, más de 50 personas se juntaron en la plaza de la ciudad y desde allí fueron hasta el bar. No había agentes de tránsito, sino policías  que “custodiaban” el lugar y sacaban fotos. “Cuando le pregunté a uno para qué eran las fotos, me dijo que para sus superiores”, dice M. Según le dijo, él era el jefe de la departamental de la comisaría tercera, y estaba ahí porque desde el boliche le habían pedido “ayuda”. “Ahí pudimos ver claramente a quién cuida la policía”, dice M. Ayer intentaron comunicarse con Martínez, pero no hubo caso.

Las chicas remarcan que tienen el apoyo de concejales de Necochea, de la CTA Autónoma, movimientos sociales y políticos, redes de organizaciones y profesionales, personas independientes, funcionarixs y directivxs de Provincia y también las llamaron del Inadi para ofrecerles patrocinio jurídico.

“Esta vez nos tocó a nosotras, pero hubo otros casos similares de actos de lesbo y transodio en la noche de Necochea y también en la playa”, dice. “No respetan nuestros cuerpos, ni nuestras decisiones, ni siquiera una tan básica como elegir a qué baño queremos ir”.

Es miércoles y el día está feo otra vez. “Hoy nos levantamos con la idea de ir a la playa y está lloviendo”, dice M., riendo.

Todavía les quedan unos días de vacaciones, que tendrán que repartir entre trámites, declaraciones y tratar de disfrutar un poco. No piensan renunciar al goce.

Natalia Arenas