Julia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-
Alejandro y Matías robaron un auto por primera vez el 29 de enero. Tenían 16 años. Algo salió mal y chocaron contra un poste de luz. Los vecinos dicen que la policía los acorraló. Alejandro perdió el conocimiento y Matías se bajó con las manos en alto. El oficial que los perseguía en una patrulla se acercó, les disparó, los verdugueó y les pegó. Alejandro murió en el momento. Matías quedó en grave estado por un balazo en la espalda: se recuperó y ayer fue a declarar. La Justicia abrió instantáneamente una causa por el robo. La otra, para investigar el homicidio del pibe, tardó un poco más. Ambas están a cargo del fiscal Fernando Sirni, del Fuero Penal Juvenil de San Martín. Los procedimientos los hizo Gendarmería y secuestraron las 12 armas de todos los policías que estaban ese día por la zona. “Si era chorro, ¿por qué no lo llevaron preso?”, dijo a Cosecha Roja Alejandra, prima de la víctima.
“A vos no te quiero preso, a vos te quiero muerto”, le había dicho a Alejandro el Colorado, un policía de la comisaría Tres de Febrero que lo conocía del Barrio Libertador. Esa no era la primera vez que lo amenazaba. Por eso la familia apunta a él. Matías, que sobrevivió, está imputado por robo y se está recuperando. La herida de la espalda todavía no cicatrizó del todo pero ayer el joven ya pudo declarar ante la Justicia. “Su testimonio es fundamental: es quien sabe lo que pasó”, dijo a Cosecha Roja Alberto Linares, abogado que acompaña a la familia.
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Alejandro era uno de los diez hijos de Dora. Ni ella ni el papá tienen trabajo: él, cada tanto, hace suplencias como cuidacoches. El adolescente era tímido y cerrado. Había dejado el colegio y era rastrero: lo hacía para conseguir plata y comprar el rivotril con el que se drogaba. La familia había intentado varias veces internarlo pero no había caso. “La mamá estaba preocupada por la adicción y la justicia le dio la espalda”, dijo a Cosecha Roja Joaquín Massa, de la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional. Había estado preso varias veces y tenía problemas con los policías del barrio. Dormía hasta tarde casi siempre. Salvo el día del robo: los amigos lo pasaron a buscar cerca de las 10 de la mañana.
Según la versión oficial, hubo un tiroteo. Fuentes judiciales confirmaron a Cosecha Roja que en el auto de los pibes había un arma y que el disparo en la sien de Alejandro entró por el lado derecho. Los familiares dicen que a la pistola no le faltaba ni una sola bala y la versión de los testigos muestra que es difícil que la hayan disparado: después de chocar -en Libertador y Jazmín- Alejandro no alcanzó a bajarse del auto. El policía lo mató antes de que reaccionara. A Matías lo tiró al piso y lo baleó por la espalda. En la fiscalía están los videos de las cámaras de seguridad de la zona y algunos que filmaron los vecinos.
Dora se enteró de lo que había pasado porque le avisó una vecina. Fue enseguida a la comisaría:
-¿Venís a ver al rata? Quedate tranquila que está bien el ratita- le dijeron.
De ahí se fueron hasta el hospital Bocalandro de Loma Hermosa, en busca de “un adolescente de pantalón negro y zapatillas blancas y rosas”.
– Acá hay un fallecido. Que entre a reconocerlo la que no esté en estado de shock- les dijeron.
Entró primero su hermana Daiana, después la mamá. Las dos salieron llorando.
– ¿Por qué mataron a mi hermano?- le gritó Daiana a los policías que las esperaban en la puerta. Le respondieron con gas pimienta y al grito de “negros de mierda”.
Mañana a la tarde la familia de Alejandro y la Campaña Nacional Contra la violencia Institucional harán un evento cultural en la puerta de la casa para visibilizar el caso y juntar algo de plata. Quieren construir una casilla al lado de la tumba y mejorar la lápida: “Está en tierra y sólo tiene una maderita fea”, contó la prima.
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