Por Ana Larriel*
Foto: Inmensidades
La semana pasada nos llegó a mí y a otrxs compañerxs de activismo gordo una nota de la sección Buena Vida de Clarín titulada: “Qué impacto tienen los kilos de más en las relaciones sexuales”. En realidad, era una republicación del diario español La Vanguardia.
“El exceso de peso repercute en múltiples aspectos que afectan al deseo y al placer” dice la bajada. Y después, una enumeración de los aspectos “biológicos” que son afectados/dañados por el “exceso” de peso y cómo esos aspectos provocan a su vez un encuentro sexual fallido, displacentero o nulo.
Según el texto, hay cinco consecuencias del ser gordxs e intentar tener vida sexual: cambios hormonales, problemas circulatorios, problemas reproductivos, nula actividad sexual y por supuesto la siempre presente baja autoestima.
En una lectura a vuelo de pájaro unx podría rápidamente entrar en el juego “científico” que nos propone la autora al usar como argumentos supuestas verdades incuestionables del campo médico: aumentos y descensos de variables, enlentecimientos u obstrucciones de fluidos, prevalencias poblacionales… en fin, todo eso donde un cuerpo que es pensado como una máquina puede fallar, rendir menos o no funcionar.
Pero ¿y el deseo? Cuando hablamos de encuentros sexuales, sexualidad y placer, estamos hablando del campo del deseo. ¿Cómo se articulan entonces las relaciones entre cuerpo y sexualidad? ¿Pueden las descripciones que hace la ciencia médica de la biología humana explicar el deseo partiendo de cargas, medidas y cantidades?
Si a algo se dedicó el psicoanálisis desde sus inicios freudianos es a mapear el campo de las relaciones que mantienen los sujetxs con la sexualidad. Si a algún lugar llegamos con esto los últimos 100 años de escucha atenta paciente tras paciente es que no existe la relación sexual perfecta, el encuentro sexual normal o las formas correctas de funcionamiento (sean corporales o vinculares) que nos garanticen el acceso óptimo al placer y al deseo.
El muy famoso aforismo lacaniano “no hay relación sexual” va justamente en esta línea: pone sobre la mesa que esa “media naranja” que nos vendría a complementar no existe. Y al mismo tiempo nos brinda herramientas para poder pensar que si la completitud no existe, tampoco existiría una medida estándar -como la normalidad utilizada en ciencias médicas- que anticipe cuándo un encuentro sexual va a ser un buen encuentro.
¿Por qué las cantidades de hormona en sangre no pueden predecir nuestra performance sexual o la de nuestro partener? Porque con la biología no alcanza cuando estamos hablando de sujetos que poseen relaciones variadas y heterogéneas con sus cuerpos, con el cuerpo de lxs otrxs y los encuentros, desencuentros, contactos y cortocircuitos entre ellxs.
No existe la norma porque esa medida, si existiese, sería una distinta para cada sujetx. Si la norma que establece qué y cómo es un buen encuentro sexual no existe, tampoco existen los cuerpos buenos y apropiados para el sexo.
Para el campo de la ciencia médica un buen cuerpo es aquel que se ajusta a las descripciones que la medicina hizo de éste: un cuerpo que bombee, excrete, mida y pese lo que la medicina dice que tiene que medir y hacer. Si todo eso está bien, entonces tenemos un cuerpo sano, un cuerpo apropiado para el sexo.
Todo clarito ¿no? Bueno, el consultorio demuestra constantemente que no hay nada más distante de la realidad. Que todos los cuerpos, los que para la medicina están en el parámetro de lo sano como los que quedamos excluidos de este parámetro, tendremos un caminito de encuentros y desencuentros con nuestra sexualidad, de incomodidad y búsqueda, de pasiones y mesetas, de distancia y cercanía y que toda esa enorme variabilidad de transitar la relación con el sexo no puede ser calculada, leída y anticipada en base a los niveles de hormona en sangre, oxígeno o colesterol.
Porque, aunque haya que repetirlo una y mil veces, la biología no es destino, principalmente porque lo que la biología dice no es una descripción de verdad de hechos inmutables del mundo, sino una construcción constante de variables que interactúan de múltiples formas.
Para resumir:
– Las hormonas no regulan de forma exclusiva nuestro deseo sexual ya que éste no es sólo el resultado de un aumento/descenso de hormonas en sangre.
– Los problemas circulatorios no necesariamente van a derivar en problemas sexuales porque nuestra sexualidad excede ampliamente lo que pueda erectarse, penetrar o llenarse de sangre. El placer no es el resultado del buen uso de un manual de instrucciones.
– Nuestra sexualidad, ya lo dijo el viejo Freud, es ante todo perversa y polimorfa, porque su fin último ya no es la reproducción y porque con eso fuera del centro del universo, las formas se vuelven múltiples.
– Si las personas se sienten acomplejadas o insatisfechas ¿no será porque el discurso médico en su enlace constante con el mercado sigue insistiendo una y otra vez con que la posta es la salud, y la salud, cuando hablamos de cuerpo, no es otra cosa que un cuerpo flaco, cis, hetero, blanco, de clase media y no de ninguna otra?
*Paraguaya, psicóloga, psicoanalista , activista gorda y maestranda en estudios de la subjetitividad