“Es muy importante porque estamos hablando de la vida de una persona, porque desapareció alguien y estamos en democracia. Desapareció defendiendo derechos y nos podría pasar a cualquiera de nosotros”, dice Abril mientras viaja con sus amigos hacia la Plaza de Mayo. Entraron al subte riéndose y empujándose, son chicos y chicas de los centros de estudiantes de los institutos de formación artística “Jorge Donn” y “Fernando Arranz”, de Villa Luro. Abril tiene 17 años y del cuello le cuelga un cartel que pregunta en francés, inglés y español ¿Dónde está Santiago Maldonado?. Ella y sus amigos se bajan en la estación Perú y el vagón queda en silencio.
En Plaza de Mayo, a las tres de las tarde el escenario está listo y sobre las áreas de césped hay grupos tomando mate, cerveza o fernet. Jorge de 71 años está solo. Es psicólogo social jubilado y también lleva la cara barbuda de Santiago Maldonado colgada al cuello. “Yo lo vivo de una forma especial porque sufrí mucho a los desaparecidos. El 30 de marzo del 82 estuve acá en la plaza contra los militares, por la democracia, y nunca pensé que iba a tener que estar de vuelta acá por un desaparecido”, le dice a Cosecha Roja mientras espera a su familiar.
El sentimiento de muchos de los que están hoy acá -al final de la tarde dirán que en la Plaza hubo más de 250 mil personas- es que también podría pasarle a ellos. Sergio está con su hija Jimena y sus dos hijos más chicos. “Esto le puede pasar a alguno de mis hijos, me puede pasar a mí, le puede pasar a un amigo”, dice. “Es importante estar acá porque no puede ser que el Estado sea responsable de algo así y no se pueda hacer nada para revertirlo”. Virginia, de 42, siente lo mismo: “Queremos saber qué pasó y los que tenemos hijos y amigos con hijos pensamos que podría ser un hijo nuestro. No queremos que esto vuelva a suceder”.
Aunque Santiago desapareció el 1 de agosto, la pregunta sobre dónde está se instaló con fuerza en las últimas dos semanas del mes. La noche del viernes 25, Twitter y Facebook se llenó de mensajes que decían “Soy tal, estoy en tal lugar y quiero saber dónde está Santiago Maldonado”. El efecto de esa pregunta colectiva y urgente fue conmovedor: por unos días el flujo de llas redes sociales se interrumpió para preguntar dónde está Santiago. La pregunta se reproducía al final de las obras de teatro, en los tickets de los restaurants, en las salas de espera de los hospitales y en las aulas.La contrareacción fue brutal: la ministra de Seguridad Patricia Bullrich negó desde el principio que la ausencia de Santiago Maldonado sea una desaparición forzada, en las redes la pregunta por Santiago era retrucada con una pregunta por Julio López o por Luciano Arruga o por insultos hacia Santiago y su familia.
“La sociedad tiene que reaccionar y hay que darle un mensaje claro al gobierno: Santiago tiene que aparecer y los responsables tienen que ir presos. Está muy polarizado el tema, antes era algo unánime que si había un desaparecido estaba mal, parecía algo saldado. El macrismo junto con los medios lograron que un sector gire a la derecha. Pero hay un sector muy grande que sigue diciendo Nunca Más”, plantea Javier, de 26. A unos metros Facundo y Lucía juegan con su bebé, Fidel. “Esto va más allá de a quién votemos, esto no puede pasar”, dice ella.
Silvia y Antonella van caminando con los brazos entrelazados. Son madre e hija. Silvia habla casi llorando: “Me produce un dolor terrible que Santiago no esté. Yo soy del 57 y viví la dictadura y no hay nada más terrible que saber que hay personas desaparecidas y que hay personas que no supieron más nada de sus seres queridos. Creo que esto no tiene nada que ver con partidos, acá hay un hecho concreto: que Santiago desapareció en una movilización y el Estado es responsable”.
Para Mónica la desaparición de Santiago Maldonado, la cobertura de los medios sobre el tema y la reacción del gobierno nacional profundizaron “la grieta”: “Se me hace cuesta arriba hablarlo con gente de mi círculo que es totalmente indiferente, pero yo tengo que estar acá, todos tenemos que estar acá. Esto es historia”. A unos metros, sentada sobre la mesa de un bar cerca del Cabildo, Alejandra dice que todavía una parte de la sociedad prefiere pensar que no existieron los 30.000 desaparecidos. “Hoy tienen la posibilidad de expresar lo que callaron por mucho tiempo. A mi me da mucha tristeza pero no me engancho en discutir, soy respetuosa de la opinión del otro aunque no esté de acuerdo”.
Como profesora de matemática de un colegio secundaria, Claudia habló el tema con sus alumnos. Camina sola por avenida de Mayo, aunque está rodeada de gente. A unos metros avanzaba la columna de la Asociación Argentina de Actores y un artista dibujaba la cara de Santiago Maldonado con tiza sobre el asfalto. “Los chicos estaban muy desinformados y querían saber. La idea es seguir hablándolo. Lo importante es que todos puedan opinar y vean que hay distintas opiniones, no solamente lo que se ve en la tele. Los chicos tienen mucho potencial, se comunican mucho y necesitan de los docentes”, explica. “Esto es una desaparición en democracia y no hay que dejarlo pasar, hay que meterse, no quedarnos callados, porque si no se tapa todo”.
*Fotografías: Facundo Nívolo / Sebastián Hacher