“Escribo sobre un tema que no le gusta a nadie.
Tampoco a mí.
Hay temas que no le gustan a nadie”.

Po I-po

santiago-nePara el psicoanálisis, un canalla es alguien portador de una conciencia que no soporta la equivocación. Se los explico simple: es un individuo que no se atiene a sus palabras ni a sus actos.

Alrededor del caso de Santiago Maldonado los canallas hacen fila tras un micrófono: defienden lo indefendible mientras comen, beben, dan discursos, entrevistas, se sientan a mesas horrendas de programas de todo tipo y se ponen el chip.

Hasta acá nada raro: es un juego conocido. Unxs son buenxs –mucho- y otrxs son malxs –poco.

Lo que ayer se dijo hoy se desdijo: las palabras siempre parecen volar fuera de los contextos, se nos acusa de mala escucha, de mala fe.

Por eso puedo ubicar claramente el mayor ejemplo de canallada en un océano de canalladas: no conforme con diagnosticar que el 20% de Santiago estaba en Chile, ante la aparición de un cadáver que podría ser él en un río frío lo comparó con Walt Disney.

Luego giró la cabeza, se dió vuelta y sonrió, victoriosa: hace meses que hablan de ella como “la ganadora”. Gana debates y almuerzos en Mirtha Legrand, gana en sus giras mediáticas, y tiene un aire a Moria Casán en el programa de Tinelli. Superioridad. Nos hace un favor Lilita iluminándonos. Por más que la coachean, ella sabe ubicar la frase precisa.

Aunque se trate de un cadáver, qué detalle.

Pero a todo canalla le llega su encuesta: a partir del miércoles 18 Lilita no habla más. Miles de porteñxs recibimos llamados preguntándonos si pensábamos cambiar nuestro voto el domingo.

Yo-como muchísimxs de ustedes- casi no dormí el martes a la noche y pasé un miércoles de angustia.

Pero lo que quieren saber de mí es si voy a cambiar mi voto.

Todxs hemos sido un poquito Santiago Maldonado estos días eternos desde su desaparición forzada en territorio del sur. Hemos sido un poquito hippies-anarquistas-agitadorxs-sediciosxs-viajerxs. Nos hemos autodesaparecido. Hemos sido víctimas de los mapuches extranjeros, entrenados por kurdos, financiados por medio mundo.

Lo que no hemos podido ni podremos ser es su familia. La mamá que espera con el mate, el hermano que envejeció 10 años en 79 días. Eso no: querremos abrazarlos o escupirlos, pero ellos no podemos ser.

No es una falta simbólica: Santiago les falta en la mesa, en el whatsapp, en el brindis de año nuevo, en las fotos de sus viajes.

Sin embargo no poder ser ni sentir la falta de la familia Maldonado no implica despreciarlos, ningunearlos, reírse, hacerlos memes. Lxs canallas no empatizan, no sienten, mantienen una distancia con lo afectivo: o tienen seguidores –súbditos- o tienen enemigos.

Son jugadorxs experimentadxs: no solo plantan un cuerpo, le ponen un documento que se mantiene en perfecto estado, publican las últimas fotos de un celular, y hasta viralizan un cadáver en custodia.

Nosotrxs somos pura angustia, ellxs consideran hacernos un favor: ¿Querían un cuerpo? Ahí lo tienen.

Yo no quiero más cuerpos: hace unos años que nos la pasamos contando cuerpos. Cuerpos descubiertos por perros, por niñxs, por trabajadores, por parejas de novixs, casi nunca por los que se supone que investigan y buscan.

Y esos cuerpos siempre están ahí, en nuestras narices: a un par de metros, debajo de una parrilla, en un patio, en un río rastrillado varias veces.

Lxs canallas juegan con nuestro dolor así aprendemos lo importante, que su función es enorme: salvarnos de la anarquía y el caos, enseñarnos como vivir, como pensar, como comer y hasta como separar la basura. Porque en el primer mundo nadie se preocupa por desaparecidos pero sí por el reciclado y la calidad de vida.

Varios “periodistas” dejaban entrever que el cuerpo no había aparecido por culpa de los mapuches, que no dejaban entrar a los investigadores a su territorio. ¿Quiénes son, los dueños de la patria? Otros sugerían que ellos mismos habían tirado el cuerpo. Uno podría pensar que simplemente nos consideran tontos pero no, no, no: los canallas tienen la clara y superior misión de abrirnos los ojos. Hemos sido drogadxs, engañadxs, utilizadxs por años: ahora es el momento de la verdad.

Como dijo Lilita: “Si es el cuerpo de Santiago, que Dios lo tenga con él”. ¿Ven que simple es? Si no es, habrá que seguir buscando el 80% restante del 20% que está en Chile. Sino, vaya con Dios, nene!

Respeto, pide la familia Maldonado.

A mí me explotan los ovarios, me duele el alma, se me hace agujero el pecho, me pincha la panza la angustia.

Como a mí, a millones.

Somos lxs no canallas.

Somos lxs fallidxs, lxs imperfectxs, los afectivxs.

Esxs que buscamos todo el tiempo un Otro que nos sustente, que nos banque, que nos aune.

Para mí, en este tiempo, ese Otro es la familia Maldonado.

Qué, claramente, jamás me llamaría para preguntarme si tengo pensado cambiar mi voto.