Tres veces un policía disparó su 9mm sobre Carlitos y lo mató. Fue el 3 de diciembre. A los tres días, el juez Martín Heredia Zaldo del 4to Juzgado de Instrucción cerró la causa, liberó al agente Julio Poblete, y lo sobreseyó en la causa de homicidio agravado por ser miembro de una fuerza de seguridad.

A los pocos días del asesinato de Juan Carlos Ochoa, de 18 años, a quien todos llamaban Carlitos, el periodista Walter Wilca del Diario de Cuyo escribió una nota de opinión titulada No somos culpables contando, entre otras, esa historia. Fue denunciado penalmente por un policía.

El abogado de la familia de Carlitos, Marcelo Bustos Meglioli, jamás pudo ver el informe del perito forense. No se lo permitieron. También le negaron la presentación de testimonios de los testigos, los vecinos de Villa Observatorio, que atendieron al chico, lo llevaron al hospital y filmaron el episodio.

Carlitos trabajaba en la Municipalidad de la capital de San Juan. El miércoles 30 de noviembre había cobrado su sueldo y fue de compras. Un jean, un par de zapatillas y una remera. Ya sabía cuándo iba a estrenar su ropa: una salida con sus primos y sus amigos el viernes 2. Esa noche se subió a su moto y saludó a su mamá que lo despidió desde la puerta de su casa. “Cuidate”, le dijo.

Una hora después, dos policías amenazaron a Carlitos. En el cruce de Benavídez y Pellegrini, el patrullero lo encerró, lo chocó e hizo caer la moto. Cuando pudo levantarse, uno de los policías le disparó dos tiros, uno en cada pie. El otro le sacó las zapatillas nuevas. El primer policía, el que le había disparado, le pegó un tercer tiro a la altura de la cintura. Carlitos estaba en el piso, se arrastraba.

El tercer disparo entró por la espalda, le rompió el intestino y la vena aorta. Mientras se desangraba en el piso, la gente que estaba por allí comenzó a acercarse y a rodearlo. Pero la policía echó a las personas. “Carlitos, mi sobrinito, descalzo rodeado de asesinos con chapa, murió una hora después en el quirófano del Hospital Rawson, a donde fue llevado por los vecinos. A todos ellos, miles de gracias por asistirlo a pesar de las amenazas policiales”, dijo a Cosecha Roja Caro Ochoa, tía de la víctima. “Como militante de las villas, pude rescatar de ser asesinados por policías a pibes que no eran mis sobrinos. Toda mi familia es de militancia villera. Pero hoy siento que fracasé, que no pude proteger a quien más quería”.

El Comando Policial de la Capital de San Juan siempre entraba a los barrios obreros a llevarse a pibes que están en las esquinas charlando con amigos. Uno de esos era el Barrio Las Rosas, donde vivía Carlitos con su madre, sus hermanos mayores Tatiana, Priscila, Guadalupe y Agustín.

“Carlitos era una persona alegre, llena de energía, trabajador. Muy respetuoso con la gente, tenía muchos amigos. A veces mi mamá nos decía que iba a trabajar y que no vendría a cenar y Carlitos me daba plata para hacer la comida. ¡Dos días antes de que falleciera se enteró de que iba a ser papá!”, contó a Cosecha Roja Priscila Ochoa.