Sebastián Ortega, Infojus-. Maximiliano Quemadito Rodríguez fue asesinado en febrero. Los primeros indicios llevaron al juez y a la fiscal a sospechar de un enfrentamiento narco. La declaración de testigos y escuchas telefónicas corrieron el eje de la investigación hacia la barrabrava leprosa.
El Quemadito era el hijo de un capo narco al que todos querían asesinar. Después de dos intentos fallidos, en febrero de este año -en pleno centro de Rosario y a la luz del día- un sicario lo asesinó de un disparo que le atravesó la sien. Los primeros indicios llevaron al juez Javier Beltramone y a la fiscal a sospechar de un enfrentamiento narco. La declaración de algunos testigos y las escuchas telefónicas corrieron el eje de la investigación hacia la barrabrava leprosa. Ayer, el jefe de la barra de Newell’s, el Panadero Diego Ochoa, fue detenido en su casa del barrio Jorge Cura.
El 5 de febrero a las 18.20, Maximiliano Rodríguez, el Quemadito, de 26 años, salió del banco Macro de la esquina de Avenida Pellegrini y Corrientes, en el centro de Rosario. Caminaba lento y con dificultad, apoyándose en las muletas, por un disparo que había recibido en una de las piernas nueve días antes. Lo acompañaba su novia, Sofía Laffatigue, de 19.
Dos jóvenes, uno vestido con ropa de obrero y el otro con jean y remera, se le acercaron por la espalda. Uno le arrimó una pistola 9mm a la cabeza y disparó. Un tercer joven se acercó a bordo de una moto Tornado blanca y los tres escaparon. En la vereda, sobre un charco de sangre y sesos, quedó la gorra blanca del Quemadito, que murió camino al hospital.
El juez Beltramone procesó a Héctor David Rodríguez, alias el Porteño, y a Sergio Federico Chuno Acosta por “homicidio triplemente calificado por el uso de arma de fuego, alevosía y con el concurso de dos o más personas”. “La investigación nos fue llevando al Panadero”, explicó una fuente judicial a Infojus Noticias. Según explicó, “hay mensajes, llamadas entrantes y salientes y escuchas” que involucran al jefe de la barra en la causa.
Maximiliano Quemadito Rodríguez heredó de su padre, Sergio el Quemado Rodríguez, algo más que el apodo. El joven formaba parte de la banda de su padre, que manejaba entre seis y diez kioscos de venta de droga en la zona sur de Rosario. También lo acompañaba a la cancha de Newell’s en los tiempos del Pimpi Roberto Camino al mando de la barra leprosa y en los primeros meses del Panadero Ochoa.
Un partido contra Independiente, en septiembre de 2010, fue el momento elegido por el Quemado para traicionar al Panadero. En las cámaras del estadio quedó registrado el momento en que él junto a su hijo y otro joven atacaron por la espalda al jefe de la barra, que quedó en calzoncillos y debió ser ayudado por la policía. El Panadero logró retener el mando de la barra pero nunca olvidó la ofensa.
Lejos del estadio Marcelo Bielsa, los Rodríguez se dedicaron de lleno al negocio narco. Hasta el 1º de enero de 2012, ni la Justicia ni la policía ni los competidores en el negocio se habían animado a tocarlos. La noche del 31 cenaron en familia en una parrilla de Pellegrini y Francia. Cerca de la una, el Quemadito pasó a buscar a su novia y a una amiga de ella en su BMW gris. Unos metros antes de la esquina de Vera Mújica y Garay, una moto se les puso a la par.
-¡Ey! –fue la única palabra que se escuchó.
El que iba atrás gatilló varias veces, primero a través de la ventanilla y luego –cuando se detuvo el BMW- delante del parabrisas. El Quemadito respondió el ataque con su 9mm. Ninguna bala dio en el blanco. Él recibió tres disparos en la mano, en la parrilla costal y en el hombro. Una cuarta le rozó la nuca. Unas horas más tarde, su padre habría intentado vengar el ataque. En la canchita de fútbol del club Oroño, en la Villa Moreno, tres militantes del Movimiento 26 de Junio que nada tenían que ver con esa guerra fueron acribillados a balazos.
El Quemado cayó preso por el triple crimen. El Quemadito estuvo detenido casi un año por haber querido haber atacado a balazos, cuatro días antes de año nuevo, a Facundo Osuna, en ese entonces de 17 años. El joven recibió cuatro disparos en las piernas y uno en el hombro. Al día siguiente, sus familiares juntaron los casquillos y los plomos, los pusieron en una bolsa y se los entregaron al comisario de la 15ª, Abel Santana.
-No sirven, señora. Tírelos –habría respondido el policía.
El 28 de diciembre de 2012, después de pasar casi un año preso, el Quemadito quedó en libertad. La Cámara Penal consideró que con los 17 balazos que le tiraron a Osuna no tenían la intención de matarlo.
El 27 de enero de este año, el día anterior a cumplir los 26, recibió un tiro en la pierna. La única información que tuvo la Justicia fue la declaración de la víctima, que contó que estaba con su novia en la puerta de la casa de la familia de ella cuando fue atacado por dos jóvenes que pasaron caminando.
Una fuente policial que lo siguió de cerca durante esos contó a Infojus Noticias queel joven estaba intentando rearmar el negocio. “Quería poner una cocina de cocaína en barrio Alvear”, explicó la fuente. Pero sus viejos socios le habían soltado la mano. “El Quemadito quemaba”, graficó la fuente.
Alejado de sus viejos socios, con su padre preso y una larga lista de enemigos, la muerte del Quemadito era cuestión de tiempo. La tercera fue la vencida.
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