Cosecha Roja.-
En la frontera de Argentina y Bolivia, los más chicos van y vienen. Alguien los lleva, los trae, los roba, los explota, los desaparece. Son víctimas recién nacidas que terminan engordando un negocio millonario: la trata de personas para diferentes propósitos. Esta semana, dos bebés argentinos, niño y niña, fueron recuperados cerca de Villazón (Potosí), en el lado boliviano. Al parecer, sus captores iban a venderlos a redes de adopciones ilegales.
Según informaron fuentes policiales de Potosí, un matrimonio argentino, residente en una zona cercana a Villazón, denunció que un desconocido se llevó a su hijo menor, cuando los hermanos del pequeño estaban encargados de cuidarlo. Ese mismo día, en otro paraje de la misma población, un docente escolar llamó a la Policía para avisar que su vecina estaba cuidando a un nene que nunca antes habían visto en esa comunidad.
La coincidencia de los testimonios, aportados el mismo día, terminó en certeza cuando las autoridades fueron a la casa de la vecina para preguntarle por el pequeño: dijo que un hombre y una mujer la convencieron de cuidar al niño porque ellos estaban ocupados y afligidos con una nena que tenían enferma en el hospital. Sin nombres ni datos claros, la señora entregó el pequeño a la Policía, que lo llevó al hospital para que revisaran su estado de salud.
Aunque no había un rasgo distintivo del nene perdido, los médicos de Villazón certificaron que podía tratarse del mismo pequeño: ambos tenían la misma edad. Con esa indicación, el matrimonio argentino acudió al centro médico y allí reconoció a su hijo menor. De acuerdo con información policial, el pequeño iba a ser sacado del país para venderlo a una pareja de adoptantes.
Cuando los padres del nene fueron alertados de cómo operaban las redes de robo de niños, ellos mismos denunciaron que en otra zona de la región había una nena de unos seis meses de edad que no pertenecía a ese lugar. Con ayuda del Consulado de Argentina en Potosí, la Policía local pudo comparar los registros de niños buscados en uno y otro lado de la frontera y así ubicar a los padres de la pequeña.
Contra el reloj
Cuando a un niño se lo roban en la frontera, las horas parecen correr más rápido. Si cruza, junto a sus captores, la línea que separa los países, es difícil que pueda ser recuperado. Al llegar a Bolivia o a Argentina, lejos de quienes lo vieron nacer, puede ser fácilmente apropiado por otras personas, como parte de una afinada red de trata de personas. “Por eso la movilización inmediata de la población, y de las autoridades como la Embajada, la Gendarmería y la Policía boliviana, es fundamental en estos casos”, dice Reina Soltillo, cónsul argentina en Potosí.
Sin importar de dónde provengan –usualmente de familias numerosas y de escasos recursos económicos–, el destino de los niños robados es diverso: unos son vendidos a parejas que no pueden concebir y otros, si son de más edad, son usados para la explotación laboral y sexual. En todos los casos, la pérdida de la identidad es el primer delito del que son víctimas; luego, la cadena de vejámenes puede continuar hasta la pérdida de la salud, la esclavitud o la muerte. Así lo alerta el Observatorio de Trata de Personas de Bolivia y la Oficina de Tráfico y Trata de Personas, del departamento de Potosí.
Según cifras de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen -división de la Policía boliviana-, hasta mediados de este año, en el departamento de Potosí se registraron 55 casos de trata de personas. De ellos, 12 fueron resueltos, y 43 se encontraban en proceso de investigación. Sin embargo, esta cifra puede llegar a ser aún más alarmante. En los últimos cuatro años, las autoridades fronterizas han restituido a más de 600 menores a sus familias, pero aclaran que en ocasiones los bebés, niños y adolescentes son robados mediante engaños a sus familias, de manera que muchas veces no son reportados como desaparecidos, sea porque mantienen la esperanza de que se los van a devolver o porque creen que están en “un lugar mejor”. Además, la frontera entre Bolivia y Argentina, lugar estratégico para el tráfico de todo aquello que produzca algún valor, ocupa más de 450 km, con muchos pasos naturales que no son controlados por alguna autoridad.
El caso de los dos bebés recuperados en Villazón contrasta con otros recientemente denunciados en Potosí: Antonella Ramos, de 14 años, y Celeste Mendoza, de 16, desaparecieron el 21 de septiembre sin que hasta hoy se conozca su paradero. Una de las líneas de investigación que sigue la Fiscalía regional es que fueron captadas por una red de prostitución trasnacional.
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