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Proyecto XXX y la adolescencia clandestina

Proyecto XXX y la adolescencia clandestina

Por Miriam Maidana
23/09/2016

A una adolescente le regalan un auto que vale unos cincuenta mil dólares para sus 15 años. Lo estrena yendo a una fiesta, atropella a un joven en moto, lo mata, se escapa y no se presenta ante el juez. Días después en el juzgado manifiesta estar “arrepentida” y pide disculpas. Su padre defiende el regalo: debía usarlo a los 17 años. Pero las chicas de dinero, con padres “regalones”, ya se sabe, no matan, escapan y se niegan a la alcoholemia: son “adolescentes”, un poco tontas, un poco irresponsables, un poco divinas.

500 adolescentes van a una fiesta clandestina en Moreno, convocada como “Proyecto XXX”, cuya idea está tomada de una película que los estadounidenses vienen repitiendo desde los años 80´s: Proyecto X (resumen: padres de adolescentes le dejan la casa vacía unos días, el pibe y sus amigos idean una fiesta y todo se desmadra). Una más de las cientos que hay todos los fines de semana, ya que una de las políticas habituales de nuestro país es: cuando alguien muere, prohibimos. Post Cromagnon y hasta la Time Warp han cerrado cantidad de lugares de asistencia mayoritariamente adolescente y juvenil. Como en todo evento de este tipo donde la escena fotografía algún cadáver y varios asistentes comienzan a pasearse por las pantallas de TV aparece la figura del descontrol: se muestran botellas de alcohol, se denuncian consumos de sustancias prohibidas, armas, los padres suelen ignorar por completo donde estaban sus hij@s en ese momento. Por suerte están los especialistas, que nos recordarán algo que sabemos desde la época de la colonia: la adolescencia pone en juego fuerte los límites, el cuerpo, la vida misma. No hay noción de autocuidado, la energía no encuentra cauce (no hay colegio, deporte, internet que alcance) y se vive extremo. El Estado suele reaccionar unicausalmente: se prohíben las fiestas. En este caso no queda claro qué prohibir, ya que la fiesta era “clandestina”.

Esto no es así con el fenómeno cumbia, donde son habituales y cotidianas peleas, corridas, jóvenes lastimados, muertos, pero que no provocan acciones represivas importantes: a lo sumo se clausura el boliche, que al tiempo reabre con otro nombre. Esto tal vez esté relacionado con que son adolescentes de los cuales no se espera demasiado. No son tapa de diarios, no brotan comentarios de indignación. Usan ropa deportiva, las chicas se embarazan en la adolescencia, no estudian, no trabajan, se drogan, se tirotean.

Iara, 14 años, “sobreviviente” (así la presenta el graff del programa de TV) de Proyecto XXX está sentada junto a su madre, Valeria (37 años). En cinco minutos me entero que: la madre la crió “sola”, trabaja “7 días a la semana” para darle “todo”, el padre solo “aparece” para hacer algún regalo, la abuela fue quién se ocupó mayormente de la joven, hasta los 12 años Iara era “medio marimacho” (usaba pelo corto y ropa grande), luego “desarrolló”, es “víctima de bullying” (atribuido a su desarrollo) y dejó de ir al colegio: rinde las materias libres “porque es inteligente”. Hasta acá podría ser un capítulo de En Terapia. Pero el conductor sabe dónde quiere ir: Iara no informó a su familia de que iría a la fiesta (“no la hubiéramos dejado ir”), sintió “miedo de morir”, vió “gente que se drogaba en un corredor, donde además ibas a que te metan mano” y ante la pregunta directa: “¿Vos te drogaste?” responde que sí. La madre llora: ella, que es de “otra época” (fue adolescente en los 90´s, donde un recital de los Redondos era el hongo atómico de Hiroshima pero de porro) “nunca probó drogas”. Y vuelve a hablar de que siempre le dió “todo”. Agotada la exhibición sin sentido de dos personas contando su vida, la noticia vira a la señora Celina, dueña de la quinta, 70 años, se moviliza en andador y actuó de “patovica” de la fiesta porque “me dijeron que iban a venir 100 personas y eran 500, yo les había dicho que no la pusieran en Internet”. Ahora, tras el lío que se armó, su sueño es…internarse en un geriátrico. Quiere estar “tranquila”.

Si pudieron llegar hasta acá, espero hayan notado que en todas las actitudes descriptas en la nota no hay criterio de “adultos responsables”.

Los adultos dan “todo”, piden “que se no difunda por Internet”, regalan autos a hijas de 15 años, abusan televisivamente preguntando de forma agresiva por actos de índole privada, mandan a los chicos a estudiar a sus casas “por el bullying” y manifiestan que saber qué hacer con la adolescencia: todos fueron adolescentes “de otra época”. No saben que hacen los adolescentes. ¿Tienen armas? ¿Se pelean? ¿Consumen? Cómo les va en el colegio? Están gordas o embarazadas? Son máquinas de trabajar “para darles todo” (¿nadie disfruta de su trabajo?), son pura ausencia/sacrificio, y el mayor deseo es que sus hij@s sean “felices”.

(Les doy un dato: es preferible que deseen que sean médicos o vedettes, así los jóvenes tienen alguna opción de rebeldía, de no darles el gusto).

En los años 70´s y 80´s los jóvenes se citaban en plazas para pelear. Se peleaban por fútbol, por barrio, por pertenencia a tribus, por rivalidad entre colegios. Lo que capaz no era visible era la accesibilidad a las armas, las drogas, las familias no compartían el fernet abiertamente y Carolina no tenía que decirle a su papá: “Si vos dejás de fumar porro y tomar toda la noche yo vuelvo al colegio”. Pero no es un fenómeno nuevo, inexplicable. No debería generar tanto asombro.

En la adolescencia explota todo: ya son “grandes” pero en nada concreto: la sexualidad se ejecuta irregularmente y con muy mala calidad (borrach@s, en la calle, en el baño del colegio). Las drogas tienen cada vez más cortes: más basura, más daño. Festejar el día de la primavera es tener carros hidrantes rodeando los bosques de Palermo mientras los jóvenes trafican vodka mezclado con jugo de naranja, Fernandito y brownies de marihuana. Una reunión de padres en el colegio suele contar con 2 o 3 familias asistentes, la educación no es un valor y el colegio es una maquinaria expulsiva de adolescentes que se cortan, se intentan suicidar, van borrachos a clase, armados, o se duermen porque estuvieron la noche en vela.

¿El Estado? El mayor impotente. Cada año se suben unos escalones en los rankings que miden embarazo adolescente, muertes por accidentes de tránsito ocasionados por personas intoxicadas, violencia, ciberbullying, suicidio, autolesiones. Las campañas que hablen de esto? ¡Nah! En los 90´s se contrataba a Charly García (“Drogas sin sol”), ahora a Tan Biónica, porque Chano Carpentier “se la dá en la pera” pero luego en el living de Susana Gimenez se “confiesa”. Incluso el jurado del programa de Tinelli se “queja” de que Charlotte Caniggia no bebe lo suficiente antes de bailar, y por eso “no suelta la perra”.

Armas, drogas, vehículos, alcohol, leyes, educación son manejados por adultos: l@s adolescentes son invitados a participar de la fiesta, pero la “caja” la manejan otros. Son los que escuchan y entienden bien el mensaje: no estudia, no trabaja, hace “nada”. “No sé qué hacer con él/ella” dicen los padres y las madres. Esos mismos, los que le dieron “todo”.

Y que por darle tanto, se olvidaron de que ser adult@s no tendría que ser algo tan insatisfactorio ni horrendo.

Cada adolescente que ingresó a la fiesta Proyecto XXX con un arma, con drogas, con alcohol, entiende de alguna forma que la diversión está asociada al riesgo.

La duda que me queda es quién proporcionó las armas, las drogas, el alcohol. No sé si saben: para su acceso y uso claramente l@s adolescentes están “inhabilitados”.

Es para (casi) lo único que son menores.

Miriam Maidana