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De chica Carla Gatti soñaba seguir el ejemplo de su padre y convertirse en bombera voluntaria. El 1 de agosto, cuando faltaba un mes para que se graduara en la primera camada femenina del cuartel de Presidente Derqui, el jefe y el subjefe del cuartel le avisaron que habían decidido darle la baja.

—Tu perfil no encaja con lo que estamos buscando —le dijeron.

La explicación estaba en las fotos de su cuenta privada de Facebook en las que aparecía con su novia, con la que sale desde hace un año y medio. “Me dijeron que me mostraba muy libremente con mi pareja”, contó a Cosecha Roja Carla, que el próximo lunes cumplirá 22 años.

El jefe Horacio Curti y el segundo jefe, Daniel Piñeiro, le leyeron el estatuto y pusieron énfasis en que un aspirante a bombero no debe tener vicios. “Me acusaron de drogadicta por una foto en la que estoy fumando tabaco armado. Esa foto era parte de un book, ni siquiera fumo frecuentemente”, explicó.

Ella no dijo nada. Salió de la oficina de los jefes y se largó a llorar. Llamó a Carlos, su papá, y le pidió que la fuera a buscar. Esa fue la última vez que él pasó por el cuartel en el que trabajó durante los últimos 18 años: cuando Carla le contó lo que había pasado decidió no volver.

Carla conoce el cuartel de Derqui desde chica. “Me crié jugando entre los camiones autobomba. Cada año festejábamos el año nuevo ahí porque a mi papá le tocaba trabajar”, explicó. La vida del bombero voluntario implica algunos sacrificios: trabajar durante el día y hacer guardia de noche, perderse cumpleaños y eventos familiares. Cada cuatro o cinco meses la familia organiza un asado y se suman los hermanos de Carla que viven lejos. “La última vez cuando estábamos por comer sonó la sirena y él se fue corriendo. Lo esperamos y comimos el asado frío. Es algo que pasa siempre”, explicó.

A pesar del sacrificio, ella siempre soñó con ser bombera. Pero en el cuartel de Derqui nunca aceptaron mujeres. El primer curso de aspirantes mixtos se abrió a principios de este año. Durante siete meses, Carla asistió a todas las clases. “Mi papá estaba re orgulloso de que pudiera seguir sus pasos”, contó.

Carlos no volvió a cuartel ni habló con sus jefes. “Al principio me sentía muy culpable de que él hubiera tenido que renunciar. Pero ahora entiendo que es una injusticia lo que están haciendo”, dijo ella.

El próximo 2 de septiembre Carla no podrá formar parte de la primera camada de mujeres bomberas de Derqui. Pero no renuncia a su sueño: “El problema no es la institución, son los que la administran. Yo todavía quiero ser bombero”.