El Universal-.
A Santiago Meza López le llamaron “El Pozolero” porque durante nueve años se encargó de desaparecer a sus víctimas disolviéndolas en ácido. En total confesó haber “cocinado” a 300 personas. Fue capturado en Baja California, pero activistas temen que salga de prisión por el trámite de un amparo.

A finales de enero de 2009, el Ejército ingresó al hotel “Baja Season” en Ensenada para detener al Pozolero; estaba tan drogado que no alcanzó a correr, lo agarraron cocinando mariscos.

A los 19 años, Sergio Meza empezó a trabajar como albañil para los narcotraficantes que operan en la frontera con Estados Unidos, después se incorporó al cártel de los Arellano Félix, pero por ser “fiel y trabajador” fue ascendido a “cuidador” del narco, es decir, vigilando bodegas y casas de seguridad, según declaró tras su captura. Ahí conoció a quien sería su jefe, Teodoro García Simental, “El Teo”, uno de los narcos más sanguinarios que se han conocido.

Este sujeto cambió de bando y se alió con Joaquín, El Chapo Guzmán, al igual que El Pozolero.

De acuerdo con autoridades, los Arellano Félix decidieron emplear nuevos métodos para deshacerse de los cuerpos de sus víctimas: trajeron a dos personas de Israel que sabían cómo disolver cadáveres, ellos fueron quienes “entrenaron” a Sergio Meza.
“Los cuerpos que me daban a ‘pozolear’ me los daban ya muertos, los metía completos a los tambos”, refirió.

El Pozolero lloró el día de su captura e imploró perdón; decía que él no era asesino ni secuestrador. No se asumía como narco. “¡Mi única función era deshacerme de los cuerpos”!

El 25 de enero de 2009, Santiago Meza compartió su método para disolver cadáveres. Incluye dos tambos, kilos de sosa caustica, guantes de látex y máscaras contra gases.

“El procedimiento para la desaparición de los cuerpos era llenar a la mitad un tambo de 200 litros con agua, al cual se le ponían dos costales de sosa cáustica, lo ponía al fuego, y al empezar a hervir se colocaban los restos humanos, dejándolos por ocho horas aproximadamente”, narró el entonces vocero de la PGR, Ricardo Nájera.