Por el derecho al pogo

Te tocan la cola, te apoyan, te manosean, te persiguen. ¿Por qué no podemos disfrutar de un recital como los varones? ¿Por qué naturalizamos el acoso y el abuso? Un grupo de pibas de La Plata armó una movida para concientizar y garantizar el disfrute de las mujeres en los shows.

Por el derecho al pogo

05/07/2022

Por Daniela Barreiro en La Cazadora 

Fotos: Mariela Rametta

Ir al recital de tu banda favorita, sacar la entrada en el campo, saltar adelante, conocer gente, compartir una cerveza, parecen situaciones comunes en un show de rock, pero para muchas es una situación de riesgo. Les tocan la cola, les apoyan el cuerpo, les meten las manos en la ropa, les ponen pastillas en los tragos, las persiguen cuando salen. Los testimonios son muchos, la página de Instagram “Un paso atrás-No me toques” los recopila, los expone, los denuncia. Atrás de esta iniciativa están las pibas de La Plata: fanáticas de La Renga y de otras bandas de rock que un día se unieron para alojar y contener a las que iban a su ciudad para ver un recital. “Insoportablemente Vivas” se llama el colectivo que armaron primero. De ahí, y después de darse cuenta de que habían naturalizado los abusos en los pogos, armaron una movida para concientizar y, poco a poco, garantizar el derecho al disfrute de las mujeres en los recitales de rock.

“Por favor, a las damas hay que tratarlas con cariño”, dijo Chizzo Nápoli, cantante de La Renga, el 7 de mayo en la última de las tres fechas de la banda en el Estadio Único de La Plata. Después, pidió que en el siguiente tema las chicas puedan hacer pogo sin que se les falte el respeto.

El 21 de junio, en Ushuaia, durante uno de los conciertos que tienen lugar en la fiesta “La noche más larga” (que alude al momento del año en que el día tiene menos tiempo de luz solar), Ricardo Mollo paró el show de Divididos e hizo público el pedido de una fan: “Me pidió si podíamos hacer un pogo de mujeres en «Cielito Lindo»”, confesó. “Yo, conmovido completamente, dije: «por supuesto que sí»”. Un sector del público se abrió para que las chicas se sumen al pogo. “Me muero”, dijo el cantante y guitarrista que gritó: “¡Vamos las pibas!”.

“Rock con conciencia de género, las pibas tienen el mismo derecho que los pibes a hacer pogo”, dijo Eli Suárez de Los Gardelitos. Con el pañuelo verde en la mano, con la inscripción No Me Toques, el músico también se hizo eco de la iniciativa durante su show del 25 de mayo en el Playón Auxiliar Cancha de Morón.

“Nos emocionan estas cosas, que se expandan en todas las bandas”, dijo Yésica Prado, de 29 años, estudiante de Artes Plásticas en la Facultad de Arte de la Universidad Nacional de La Plata e integrante de Insoportablemente Vivas. Yésica va a recitales desde que tiene 14 años. Es seguidora de La Renga y vive en La Plata. “Todo surgió acá. Un grupo de chicas nos reunimos, en principio, con el objetivo de hacer una previa de pibas a los recitales. La idea era compartir entre nosotras un momento, conocernos, sobre todo con las que venían solas o no conocían la ciudad”, contó sobre el surgimiento del colectivo.

“Yo estudio en la facu de arte y me pidieron un trabajo práctico para una materia sobre una propuesta participativa. Elegí laburar en torno a esto que venía pasando con el grupo de las chicas. Empezamos a charlar y nos encontramos con que habíamos vivido lo mismo: A todas nos habían manoseado, seguido o algo así en un recital, y nos dimos cuenta de que lo estábamos normalizando. Se me ocurrió hacer una propuesta participativa que tenga que ver con el abuso y el acoso en el público del rock. Me pareció que era algo de lo que no se hablaba. Salvo algunas bandas como Kapanga, que hace un pogo de mujeres, y Marilina Bertoldi, que también lo cuestionó en un momento”, relató Prado.

Así, con el objetivo de recabar testimonios, armaron el Instagram Un paso atrás-No me toques, tomando una frase de “Hielasangre”, un tema que La Renga registro en Detonador de sueños, su disco de 2003. “Con la vuelta de los recitales después de la pandemia nosotras desnaturalizamos algunas cosas y ellos no se pusieron ni a pensarlo”, aseguró. “Entonces surgió está idea de usar una red social para poder recopilar historias y denunciar anónimamente”, agregó.

Los testimonios son muchísimos y se parecen. Algunos son muy graves. “No esperábamos tantos testimonios, pero cuando empezamos a ver que esto era algo que nos pasaba a todas, las pibas se empezaron a abrir y creo que a muchas les ayudo porque contaron cosas que no le habían contado a nadie. Se sintieron seguras de poder volcar lo que les pasaba”, contó Prado.

“Muchos de los testimonios que dan las pibas, los viví. Veía el pogo como un lugar de hombres. Muchos te dicen: «¿Para qué vas a ir ahí a que te peguen, a que te empujen, a que te toquen?». Siempre poniendo la culpa en nosotras. Pero, ¿por qué ellos pueden y nosotras no?”.

“El objetivo principal es que se deje de normalizar todo esto. Que no tengamos que estar ahí como una patrulla en cada recital viendo que no toquen a ninguna piba o persiguiendo a los músicos para que nos den bola. Estaría bueno que todos puedan hacerse cargo de lo que pasa y sabemos que la única forma de llegar a ese público es a través de esa voz importante que puede ser el cantante de la banda. El objetivo es que a través de ellos llegue el mensaje a todos”, aseguró.

Llegar al escenario

La previa de pibas para los tres recitales que La Renga tenía programados para abril y mayo en La Plata estaba en marcha. La primera fecha se suspendió, y antes de la segunda hicieron contacto. “Se acercó Inés, que es la pareja del manager de La Renga, y nos contó que la banda estaba al tanto de lo que hacíamos, que nos acompañaban. Nos pidió un pañuelo para Chizzo y nos dijo que le iba a hacer llegar todo. Esperábamos que ese día diga algo, pero habló en el último show, el 7 (de mayo)”.

“A las bandas llegamos rompiendo las bolas”, confesó Prado. “Hay muchas que no nos leen, que nos clavan el visto, que no nos ven o que no quieren meterse. Los Gardelitos fue la primera banda que nos respondió, Eli (Suárez) nos dijo que iba a estar con nosotras en lo que necesitemos, nos llamó para subir al escenario. Ahora vamos a estar con ellos en La Plata de locales”, agregó.

La historia con Divididos fue distinta. El colectivo empezaba a tomar notoriedad y ellas habían escrito a las redes de La Aplanadora del Rock, pero nadie les había contestado. Pero una piba que las seguía se cruzó con Mollo en el aeropuerto cuando la banda llegó a Ushuaia. Le contó la movida y le pidió el pogo de pibas en “Cielito Lindo”, una canción que la banda suele interpretar en vivo. Así pasó. “Ahí estamos, tratando de llegar a todos”, dijo.

Tejer redes

Antes de estas movidas, Prado había ido a algunas marchas pero no militaba en ninguna de las corrientes del feminismo. “Yo milito el rock”, dijo entre risas. “Somos 300 pibas que nos ayudamos entre todas y que más allá del arte estamos para ayudarnos en situaciones de violencia. Hay muchas chicas que no se sienten identificadas con ningún movimiento ni grupo social, se cierran, no se pueden abrir y nosotras como una rama del feminismo tratamos de incluir a esas pibas y brindarles ayuda. Eso no lo hacemos visible porque es entre nosotras, pero no estamos cerradas a que una piba nueva quiera participar de esto o contactarse con nosotras”, remarcó.

Si bien el grupo es originario de La Plata también hay chicas de Zona Sur y Norte de Buenos Aires, de Córdoba y del Noroeste Argentino. “Tenemos redes pequeñas con las que estamos siempre conectadas. Nosotras tratamos de movernos siempre a los recitales, pero si no podemos delegamos porque nos vamos conociendo con otras chicas de otros lugares que estamos en la misma. Organizamos la previa de pibas, armamos cronogramas de actividades. La próxima es acá (en La Plata) en el recital de Gardelitos del 10 de julio”, apuntó y aclaró: “Todo lo que hacemos es autogestivo. Todo lo que juntamos (con la aplicación Cafecito) lo invertimos en pintura, remeras. Nos autogestionamos para tener algo que nos identifique”.

“El rock está visto como un lugar machista en el que las pibas nos tenemos que callar o si no nos gusta, no tenemos que ir más. Para nosotras es volver al siglo V, en un pogo podés empujar, podés abrazar, pero uno sabe cuál es el límite, cada uno con su cuerpo lo sabe, entonces está bueno planearlo y dejar de normalizar el abuso”, concluyó Prado, aunque aclaró: “No es una movida en contra de los hombres como dicen algunos. La idea es que ellos también se involucren y puedan replicar que hay que respetar a las pibas, que no hay necesidad de hacerles pasar un mal momento cuando esto es una fiesta y la tenemos que pasar bien todos. Muchos hacen la vista gorda ante ciertas situaciones y queremos que se involucren, no desde la violencia, sino ayudando a las pibas”.