Por Laura Oszust*

 

Los medios de comunicación instalan y reafirman estereotipos e incluso venden sus productos mediáticos aprovechándose espectacularmente de historias de mujeres, haciendo difícil subvertir el pensamiento machista. Uno de los estereotipos instalados es el que hace mella en la lucha feminista: la rivalidad entre mujeres. ¿A quién le conviene que el mito sea verdad?

Un ejemplo de ello ocurrió hace unas semanas cuando Carolina “Pampita” Ardohain y Nicole Neumann se entrevistaron en sus respectivos programas. El gancho de ese hecho era la antigua rivalidad entre las modelos. ¿Cómo definieron los medios este encuentro? “Guerra” y “Pelea”. El “donde hay mujeres, hay quilombo”, está tácito. Ahora bien, las protagonistas se enfrentaron, pero ¿de qué manera? ¿Qué dijeron?

– En las dos entrevistas la tensión pasaba por el apodo que una modelo le habría puesto a “Pampita”: “Muqui”.

– Nicole le preguntó a “Pampita” cómo hace para compatibilizar el trabajo con la maternidad. Y siguió: “¿cómo fue el primer viaje sin tus hijas?”. Nicole: “Casi me bajo del avión”.

– Nicole le recriminó a “Pampita” que pegaba codazos para desfilar cerca de Giordano.

– “Pampita” le dijo a Nicole que pasó de un novio a otro.

– Nicole contó que lo que más le dolió fue que el ex marido diga en los medios que ella se había ido de viaje (con su nueva pareja, Facundo Moyano) dejando a sus hijas.

Entre los temas que charlan están la maternidad/cuidado, la pareja y la envidia. Este último punto remite al “Muquigate”, apodo que le habrían puesto a “Pampita” de modo despectivo. Pero otra situación se deja entrever cuando Nicole ante este asunto le dice que lo usaba para hablar mal de ella y que nadie se diera cuenta. El conflicto estaba, no se caían bien.

La maternidad también formó parte de la charla. Separadas de los padres de sus hijos y en pareja nuevamente, hablaron del cuidado y la culpa. Las dos fueron atacadas en los medios por haberse ido solas con amigas de vacaciones, dejando a los chicos “solos” (en realidad con el padre). Vivieron la culpa materna de la misma forma: es el único momento en el que se las notó cómplices, empáticas.

Esa complicidad se perdió cuando “Pampita” le dijo “promiscua” porque “pasó un hombre detrás de otro en tu vida”. Nicole trató de explicar que no fue así, y “Pampita” le aconsejó que lo tenía que hacer público. Cuando parecía que en lo privado, el amor, la maternidad se acercaban y formaban una trinchera, la crítica machista hacia Nicole, tratándola de “casquivana que “encima no da explicaciones”, tiró por la borda una incipiente amistad.

¿Qué podemos rescatar de este hecho?

Los medios tomaron el enfrentamiento como una pelea de box haciendo foco en la belleza, despertando el morbo de la lucha en el barro de la rubia contra la morocha.

Ellas (preferí concentrarme en sus dichos) realzaron la pelea, discutieron quién fue peor, mejor compañera y profesional. En el debate surgen la envidia, la competencia, la discriminación, todos conceptos asociados al género femenino. De hecho, como afirma la antropóloga Marta Lamas, “el género es el conjunto de representaciones, prácticas y discursos sociales que una cultura desarrolla, desde la diferencia anatómica entre mujeres y hombres, para simbolizar y construir socialmente lo que es ‘propio’ de los hombres (lo masculino) y lo que es ‘propio’ de las mujeres (lo femenino)”.

Desde la infancia aprendemos que los varones juegan en equipo y que nosotras podemos jugar juntas pero cada una con su muñeca. Ellos nunca se pelean por una mujer, las mujeres nos enojamos entre nosotras por un varón.

Los estereotipos se reproducen en ficciones para grandes y chicxs, y sin darse cuenta se incorporan y replican. A la competencia en el ámbito amoroso se suma la competencia en el ámbito laboral, donde afloraría la envidia por no poder llegar donde sí llega la “otra”.

Como todo mito, tiene su hilos ocultos. No son las hormonas las que hacen que las mujeres “seamos” así, es una construcción made in el patriarcado. Desde la quema de “brujas” en la edad media, el sistema ha intentado (exitosamente) recluir a la mujer en el hogar, ocupándose del trabajo doméstico no remunerado sin permitírsele la apropiación del espacio público, predominantemente masculino.

Cuando la mujer salió del hogar para estudiar y trabajar ya tenía incorporado que asociarse a otra era para problemas. ¿Qué puede demandar el grueso de las mujeres cuando ven vulnerados sus derechos si tiene miedo de unirse a otra mujer? Y cómo no competir por un lugar de trabajo si, según la ONU, sólo el 24 por ciento de las mujeres en el mundo acceden a cargos jerárquicos con un sueldo menor en un 27 por ciento.

El desafío del feminismo es desmitificar esta rivalidad para ver que el problema no es entre nosotras, que la separación nos hace más sumisas. La respuesta está en la sororidad, esa alianza entre mujeres que se logra dejando de lado las diferencias en pos de luchar contra el sistema patriarcal.

Ojalá las “Pampita” y Nicole algún día puedan burlar el sistema de quienes piensan que son lindas y que por eso deben tirarse al barro a competir, cumpliendo con lo que se espera de ellas y puedan aliarse exponiendo al machismo, porque, seguramente tengan más puntos en común que diferencias.

* Licenciada en Comunicación.