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En la puerta de los penales, en las colas que tienen que hacer los familiares de los detenidos los días de la visita, todos miran para abajo. “No hables con nadie, no le agarres el bolso a nadie, ni medio segundo”, suelen advertirle a los familiares de los primarios, los que caen presos por primera vez. Las reglas duraron poco para Noemí Santana: enseguida se rebeló. Este lunes 9 de mayo participará por cuarta vez del Encuentro por el Día de la Lucha contra la Violencia Institucional, en el Congreso de la Nación.

Noemí tenía detenido a su hijo más grande, Maxi. En el micro se empezó a encontrar seguido con otras mamás, a las que ya conocía de la puerta del colegio, cuando iban a buscar a sus chicos. Ahora se encontraban yendo al penal y se animaron a conversar entre ellas. “Tener un familiar preso es como tener que mantener dos casas. No les dan nada a los chicos, ni para comer, ni los medicamientos, ni los elementos de higiene”, compartían. Como desde sus 12 años, cuando lo tuvo a Maxi, Noemí aprendió el oficio textil, le propuso a esas mamás amigas coser almohadones para vender en las ferias de los barrios.

“Al principio nos prestaban dos horas por semana las máquinas de Cáritas de Villa Hidalgo. Llegábamos con todo cortado y ordenado para aprovechar el tiempo al máximo. Hasta que no nos echaban no parábamos de coser”, recuerda desde la fábrica, en uno de los accesos de la villa Las Ranas de San Martín. Ahora, ahí funciona la Cooperativa Esperanza, que nuclea a alrededor de 50 familiares de detenidos, liberados y víctimas de otros tipos de violencia institucional.

Noemí empezó a participar de las formaciones de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional en San Martín. “Los chicos venían con el librito de qué hacer ‘Si te detienen’. Pero nosotras ya teníamos a nuestros chicos detenidos, sin salud, sin educación, sin poder trabajar”, recuerda entre risas. Los miércoles en la cooperativa funciona un grupo de contención y orientación a familiares, que cuenta con el apoyo del CELS, la Comisión Provincial por la Memoria y un grupo de trabajadoras sociales y abogadas que son parte de la Campaña y de la Secretaría de Derechos Humanos del Movimiento Evita. Los viernes hay una actividad de formación de “promotores jurídicos territoriales”.

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Perder a Alan

Noemí ya estaba entregada a la militancia. Aprendió muy pronto que el problema que atravesaba era social, era político. Se esforzaba por salir adelante con sus compañeras de lucha. Y un día sucedió lo inesperado. Su hijo Alan siempre había sido el más trabajador de la familia. Desde muy chico había aceptado trabajos en distintas fábricas y había logrado juntar plata para comprarse un auto.

El desencadenante fue que lo estafó una prestamista del barrio. Todos le iban dando cuotas para comprarse la heladera, el lavarropas. Era de confianza porque vivía ahí. Se suponía que no podía irse a ningún lado. Hasta que un día se fugó –dicen que a Jujuy –, y se llevó con ella los pesitos que había ido juntando Alan. Su fortuna, su sueño de sacar a pasear a su mujer y su nena en su auto propio.

Alan era tenaz. Y con esa misma tenacidad hizo que su mamá no se enterara de lo que estaba haciendo. Hasta que el 7 de agosto de 2014, a las 3 de la tarde, sonó el teléfono de Noemí. Del otro lado le dijeron que Alan estaba en el Hospital Vicente López. Y ella no imaginó lo peor hasta que llegó. Hubo un video que circuló por los canales de noticias: hablaban de más de 50 disparos en una persecución. El horario de la cámara de seguridad marcaba las 10 de la mañana: todavía es una incógnita qué pasó en esas siete horas, si podría haberse salvado de haber sido atendido como un ser humano.

El otro chico que murió ese día con él había cometido el error de deberle una moto a un policía. Ese mismo agente les habría vendido el dato de la casa donde hacer la entradera, y les habría pasado un auto “trucho” que ya estaba denunciado. Los chicos actuaban con complicidad policial y esta vez les tocó ser entregados. Para la Justicia fueron muertes en “legítima defensa”. Es decir, que no vale la pena investigar. Es imposible no sucumbir ante tremendo dolor. Para Noemí fueron meses muy duros.

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Florecer

Noemí pasó el invierno refugiada. Cuando llegó la primavera aprendió a hacer flores rojas y negras, de los colores de Chacarita, que le hacía llegar a la tumba de su hijo. Calentaba la goma-eva en las hornallas, anudaba los pétalos, armaba los ramos, esparcía brillantinas, revisaba fotos. Cuando llegó el verano convocó a algunas reuniones abajo del árbol de la esquina de su casa, con rondas de tereré y otras mamás que habían sufrido más pérdidas.

El duelo dio paso a una obra de remodelación de la fábrica y renació la cooperativa Esperanza. En octubre, la noche antes de las elecciones nacionales, organizaron una fiesta de apertura en la que estuvieron el intendente Gabriel Katopodis, el diputado Leo Grosso, los concejales Julián Ríos y Zulma Duette (que sería electa al día siguiente). Fue una verdadera fiesta. También organizó un brindis el 8 de diciembre, para comenzar a celebrar el fin de año.

La mística que emana Noemí es central. En ese brindis estuvo el Padre Pepe Di Paola, que bendijo el mural dedicado a los chicos caídos por balas policiales. Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiñas y Roberto Cipriano colgaron los angelitos en el árbol de Navidad. “Para nosotros las fiestas son muy importantes. Nos cuesta volver a celebrar con las sillas vacías”, contó ese día. Pero al estar todos juntos el dolor se hace más llevadero, se transforma en lucha, en organización popular para que no haya que lamentar Ni un pibe menos.

Mañana, Noemí y el resto de las compañeras y compañeros de la cooperativa asistirán al taller en el que Hebe de Bonafini, presidenta de Madres de Plaza de Mayo, contará cómo “Transformar el dolor en Lucha y Organización”. Será a las 15 en la sala Delia Parodi. Este año el eje del encuentro es el derecho a la protesta social. Noemí y las otras mamás están de acuerdo porque pueden palpar el aumento represivo, porque saben mejor que nadie que “cada derecho se conquista en la calle”.

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El encuentro

En el marco de la conmemoración del Día nacional de la lucha contra la violencia institucional, y por cuarto año consecutivo, el Congreso Nacional será escenario del encuentro. Habrá charlas debate en dos carpas en la Plaza de los Dos Congresos y en el salón Delia Parodi. El cierre a las 18hs, en el Salón de los Pasos Perdidos.

En las carpas sobre la plaza habrá una charla con referentes de organizaciones sociales (desde Fernando Esteche hasta el padre Paco) y otra con sindicatos y gremios entre los que estarán Víctor De Gennaro, Omar Plaini y Stella Calloni. En paralelo se desarrollará una feria con Trabajadores de la Economía Popular, y habrá stands de organizaciones y universidades.

Dentro del Congreso, se realizará un taller para familiares y víctimas de Violencia Institucional con la apertura de Bonafini. Sobre el cierre, habrá representantes de un amplio arco político: Leonardo Grosso, Miriam Bregman, Victoria Donda, Nito Artaza, Facundo Moyano, Sandra Rodríguez (compañera de Fuentealba), Horacio Verbitsky, Oscar Romero y Juan Grabois.

El encuentro finalizará con la lectura del documento a cargo de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Fotos: Pablo Caplarulo