Ayer murió Nilda Eloy, ex detenida desaparecida, testigo clave en el juicio contra el ex comisario de la Policía Bonaerense Miguel Angel Etchecolatz. Nilda declaró junto a Julio Lopez y fue una de las primeras en denunciar su desaparición. En 1976 la habían secuestrado en la casa de sus padres. Pasó por varios centros clandestinos bajo la órbita del jefe de policía Ramón Camps, hasta que la liberaron en 1979. Su larga cabellera era infaltable en cualquier actividad donde se pidiera juicio y castigo por los crímenes de la dictadura. De todas las imágenes suyas, nos quedamos con este retrato que le hizo Facundo Nívolo. De todos los textos que la despiden, elegimos este de una de sus compañeras de cautiverio, Emilce Moler.
Emilce Moler *
Hoy nos dejó Nilda Eloy. Compañera de cautiverio y de luchas de DDHH. Tripera. Actriz. Amiga. Cuando las dos queríamos reflejar algo profundo de nuestras vidas, contábamos esta anécdota. Hoy la comparto con todos los que te están recordando y empezando a extrañar.
– ¿De dónde sos?- le pregunté cuando sentí que no había gente cerca.
– De La Plata, estudiante de medicina- con voz tímida me contestó.
– ¿A qué colegio fuiste?
– A Bellas Artes.
– ¿Cuándo egresaste?
– En el ´74.
– ¿Vos sos Morticia?
– ¡Sì!
Yo estaba en una celda del Pozo de Quilmes. Escuché ruidos, ingresaban a la celda contigua a alguien. Esperé a que se vayan los guardias y de a poco empecé a hablar. Me dijo su nombre pero no le entendí muy bien, pero su voz me era muy familiar. Cuando me dijo que era Morticia, a las dos nos dio un vuelco en el corazón. Volvimos a conectarnos con la vida, con el afuera, con Bellas Artes, con las maravillosas fiestas de primavera y las representaciones teatrales que se hacían. Nunca me había olvidado de la impactante puesta en escena de la casa de Los Locos Adams, la escenografía, los personajes y en especial de la compañera que hacía de Morticia Adams. Era preciosa, alta, delgada, con su pelo largo hasta la cintura y sus ojos rasgados; era el papel especial para ella. Además yo la conocía de las asambleas: vivaz, militante comprometida, fumaba trasgresoramente. Tenía ideas claras y era arrolladora. Era Nilda Eloy.
– Yo soy de Bellas Artes, no me conoces, soy dos años más chica pero yo te conozco a vos. Quedate tranquila acá estamos dentro de todo bien. Yo te voy a ir indicando lo que pueda.
– No puedo creer que me conozcas, creía que ya había perdido mi identidad…
Apenas pudo mi familia avisó a los padres de Nilda que estaba viva. Nos volvimos a encontrar en la Comisaría de Valentín Alsina. Nos pasamos días desenredando su pelo sucio y enmarañado. Se resistía a cortárselo. Compartimos pabellón en Devoto y juramos seguir viéndonos en libertad. Así lo hicimos. No era alegre pero disfrutaba de la alegría de los otros. Achinaba los ojos rasgados para reírse. Abrazó las luchas de DDHH con la misma fuerza que cuando hablaba en las asambleas. Compartimos marchas, juicios, testimonios, frustraciones sobre avances de las causas y nos abrazamos profundamente con la sentencia a Etchecoltaz. Julio Lopez le dolía demasiado.
Adios Morticia, te voy a extrañar mucho. Te fuiste demasiado pronto. Terca y obstinada, como hace 41 años no te cortaste el pelo.