Guillermo Berto, Fuera del Expediente.-

Inti Paillalef fue condenada a 15 años de prisión por la muerte de su bebé Francisco de casi 4 meses. Su pareja y padre de la víctima, Claudio Inostroza, fue absuelto. ¿Por qué? La sentencia deja un amplio margen para el análisis, y por sus intersticios repta una falta de perpectiva de género.

Lo que se sabe. Inti (31) y Claudio (36) convivían en una humilde vivienda de un asentamiento de Neuquén. Ella es paciente psiquiátrica desde los 17 años, estaba bajo tratamiento permanente. Él es lavacoches.

Inti había denunciado en innumerables ocasiones a su pareja por maltrato psicológico. La mala relación entre ellos había sido el motivo por el cual les habían quitado la tenencia de su primera hija, de 5 años. Nunca se denunció que la niña haya sufrido golpes.

El 13 de setiembre del 2011, Inti fue con su bebé en brazos, ya muerto, al hospital Horacio Heller. Ese mismo día se detectó que Francisco había sufrido golpes en la cabeza y ella y su pareja quedaron detenidos.

Más adelante, en una decisión difícil de explicar, Inostroza fue excarcelado pero Inti continuó presa en una celda de la cárcel de mujeres.

Los horarios. Quienes se tomen el trabajo de leer la sentencia (la subiré al blog apenas esté disponible) advertirán rápidamente que el tema central son los horarios.

Se sabe, aun con una generosa franja horaria, en qué momento murió Francisco. Lo que no se sabe es a qué hora fue golpeado. Los médicos forenses no se ponen de acuerdo respecto del tiempo de sobrevida que pudo tener.

Por ese motivo no se sabe quién estaba en la casa al momento de los golpes. ¿Estaba solo Inti? ¿Solo Inostroza? ¿Los dos?

La Cámara Criminal Segunda, por mayoría, decidió que la autora fue ella.

Raro, porque la fiscalía al presentar el caso afirmó que “ambos estaban en la vivienda” y la propia Inti, cuyas palabras fueron usadas en su contra, dijo “alguno de los dos debe haber sido”.

Aquí es donde se filtra una cuestión de género en la sentencia. Mi colega Laura Loncopan Berti, que lo detectó a simple vista, fue la que me puso sobre aviso.

El fallo (voto de Héctor Dedominichi, al que adhiere sin argumentos propios el subrogante Mario Rodríguez Gómez) teoriza que si Claudio hubiera sido el autor de los golpes, ella lo habría denunciado porque antes no había dudado en hacerlo, cuando la víctima del maltrato era la propia Inti.

El fallo no dice si Inostroza estaba o no presente. Debemos inferir que los jueces suponen que no estaba, porque resultó absuelto. En cualquier caso, no le atribuyen ninguna responsabilidad.

Pero hay algo más preocupante. Luego de los golpes y antes de morir, al bebé se lo veía casi inmóvil, con una actitud distinta de otras ocasiones. La fiscalía le achacó a Inti no haberlo llevado al hospital de inmediato, y la sentencia lo recoge veladamente.

¿Y el padre? ¿No estuvo en todo ese tiempo? ¿No advirtió el estado del bebé? ¿Por qué no lo llevó él al hospital?

Inti anhelaba poder ser madre (quién sabe cuánto mandato cultural la empujó hacia a ese desafío). Inti tenía fobia de quedarse sola con su bebé (quién sabe a cuántas madres les sucede lo mismo). Pero Inti es la loca. La asesina de su cría (quién sabe cuántos sellos más quemarán su piel).

No sé si Inti es culpable o no. Lo que me parece es que una sentencia nada menos que a 15 años de prisión merecía, por lo menos, estar mejor fundamentada.

En sus más de 20 páginas apenas un párrafo, y basado en una hipótesis, la ubica en el momento y el lugar del crimen.

Inti, que tiene una historia repleta de sufrimiento, que padece problemas de salud que con los cuidados adecuados podrían darle más calidad de vida, que no ha recibido una respuesta a sus numerosas denuncias de violencia psicológica, acaba de recibir una nueva cachetada institucional.