Turati y Reguillo en el Encuentro Federal de la Palabra

Cosecha Roja.-

En Ciudad Juárez la periodista mexicana Marcela Turati conoció a un embalsamador que tardaba media hora preparando un cuerpo. Con el narcotráfico, el mismo hombre comenzó a emplear tres horas con cada uno por la cantidad de hoyos cavados por las balas. Lo contó a propósito de la pregunta planteada anoche por el subdirector de la agencia Infojus Noticias Martín Ale en el Encuentro Federal de la Palabra: como intelectuales formadas e informadas ¿qué opinan de la realidad en Rosario y Ciudad Juárez?

La antropóloga mexicana Rossana Reguillo, quien también integraba la mesa, dijo, igual que Turati y Ale, que no estaba de acuerdo con esa relación. “Estoy en contra de ideas como: la ‘mexicanización de Argentina’ o la ‘colombianización de México’. Ese lenguaje hay que combatirlo. Podemos pensarlo en términos antropológicos y ver cada caso por separado para dejar de ver los datos objetivos de la violencia”.

“La realidad es muy compleja y fenómenos como el narcotráfico o la paramilitarización no se instauraron de un día para otro, hay mucho más detrás de eso y yo no creo que se pueda comparar”, agregó Turati, fundadora de Periodistas de a pie. “En México uno pregunta a los chicos ¿qué quieren ser cuando grandes? Al menos cuatro aspiran a narcos y lo impresionante es que lo dicen así nomás”.

En medio de esa realidad violenta e inasible de México marcada por el narcotráfico, los grupos de autodenfensas, la militarización y la corrupción, está la cultura popular en donde se enraízan estos fenómenos. ¿Cómo opera la narcocultura entre los jóvenes?, preguntó Ale. “La narcocultura es sólo un elogio a la muerte”, aseguró Reguillo. “Lo que llamamos narcocultura está en el aire y hay sectores donde no la vemos porque vemos a través de ella. Lo que le ofrece a los jóvenes no es sólo el poder de las armas o de las mujeres o de los 500 dólares semanales, la narcocultura les da un sentido de pertenencia que no brinda la escuela, una trascendencia a través de símbolos religiosos como la virgen de Guadalupe”, contestó con vértigo, fluidez y contundencia.

Sobre el alud que supone ese fenómeno social, la respuesta del Estado mexicano ha sido insuficiente “porque el gobierno no está pensando en eso, cree que los jóvenes del barrio son ladrones y sólo los combate con balas”, continuó Reguillo.

“Yo pienso –opinó Turati- que el ejército no era la forma de combatir el narcotráfico porque estamos hablando de una cultura”. ¿Ha habido estrategias estatales distintas al uso de la fuerza militar?, preguntó Ale. “Sí, pero fallidos. Sí, pero fallidos”, repitió Reguillo. “El minimalismo del Estado de bienestar dejó zonas sin ningún cuidado. Hay lugares donde la única presencia del Estado es un maestro y un pizarrón verde”, aseguró.

“Hubo un programa del presidente Calderón llamado ‘Todos somos Ciudad Juárez’”, narró Turati, siempre con voz tímida, como ensimismada. “Yo le hice seguimiento y al año ya se habían robado el dinero, no estaban los instrumentos musicales en la escuelas. Y el presidente hablaba del programa como la clave para bajar la criminalidad en Ciudad Juárez. Me preocupan esos modelitos que no resisten la corrupción”. Enseguida Reguillo lanzó un dardo contra Calderón: “Es el peor presidente que ha tenido México. Ese hombre merece la condena internacional, pertenece a la gente que se dedicó a destajar un país. No sé cómo pueden dormir tranquilos”.

¿Y los periodistas? No sé cómo aguantan, se preguntó Reguillo. Martín Ale pasó la pregunta a Turati: ¿Cómo aguantan, Marcela? “Trabajando en equipo. Nos dimos cuenta que la primicia no importa, que vale más la vida. A veces dejamos de publicar nosotros y pasamos la información a medios internacionales porque necesitamos que se difunda. En Periodistas de a Pie éramos como una guerrilla infiltrada en la realidad. Nosotros comenzamos cuidar el lenguaje y a llamar las cosas por su nombre. No decíamos ‘bajas colaterales’ o ‘encajuelados’ como si fuéramos narcos”, contó Turati lentamente.

Al terminar Turati, Reguillo dijo algo que la dejaría al borde del llanto: “En México no hay justicia, lo que tenemos es un boquete en el alma”.