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Una mujer ganó por primera vez la jefatura de la capital mexicana. Las mujeres ganaron también casi la mitad de la cámara de diputados y una tercera parte de la de senadores. Beatriz Müller, esposa del presidente electo, promete poner fin a la figura de primera dama. Es un buen avance, pero quedan muchos espacios por ganar.

La gente abucheó al mariachi y lo hizo callar. Los mexicanos reunidos esa noche en el Hotel Hilton de Reforma en la Ciudad de México no querían escuchar sus sones. Querían oír a Andrés Manuel López Obrador. Lo esperaban para celebrar su triunfo como presidente electo. Cuando su imagen apareció en la enorme pantalla que hacía de fondo a los mariachis, quedó claro que su popularidad rebasa hasta a los iconos del país.

Las dudas sobre su victoria las habían despejado ya sus propios contrincantes. José Antonio Meade, candidato de la coalición Todos por México (PRI-PVEM y Nueva Alianza) fue el primero. A las ocho de la noche, apenas dos horas después de que se cerraran las casillas de votación, salió a reconocer que las encuestas de salida no lo favorecían y felicitó a Obrador. Lo mismo hizo Anaya, de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y Movimiento Ciudadano), apenas 30 minutos después.

Ese último reconocimiento levantó murmullos en el salón Mixteca del World Trade Center de la Ciudad de México. Ahí se encontraban reunidos los reporteros que seguían la campaña de Alejandra Barrales, candidata a jefa de Gobierno por la coalición Por la CDMX al Frente (la misma alianza de partidos que la de Anaya).

A Barrales le costó mucho reconocer la derrota. Fue hasta pasada la media noche, ya del 2 de julio, cuando se animó a hablar ante los medios. Con sus primeras palabras, pareció que aún se aferraría a pelear los resultados. “Son tendencias que hasta el momento no nos son favorables. Este proceso continúa. Hay muchos votos que se están contando todavía. Por supuesto, vamos a estar pendientes de todos y cada uno de esos votos”. El silencio en la sala era completo. Después de que Ricardo Anaya reconociera su derrota, las palabras de Barrales sonaban a necedad.

Entonces encontró la alternativa para celebrar todos, todas, sin reparos. “Me da mucho gusto saber que es una mujer quien va a quedar como jefa de Gobierno en la CDMX. Sin duda, representa un triunfo para todas las mujeres, no solo capitalinas, sino del país entero. Quiero reconocer este triunfo de Claudia Sheinbaum y decirle que vamos a estar trabajando para que le vaya bien a esta ciudad”.

Fue el reconocimiento absoluto a la victoria de Sheinbaum, la primera mujer que gobernará en la Ciudad de México por decisión de la gente. Rosario Robles la gobernó antes, en 1999, pero no llegó al cargo por mandato en las urnas, sustituyó a Obrador cuando éste fue a buscar por primera vez la presidencia de la República. Sheinbaum gana ahora en una ciudad que ha sido ejemplo y vanguardia en diversos temas: la legalización del aborto, el reconocimiento de los matrimonios entre parejas del mismo sexo y hasta en una ley para demandar a los vecinos ruidosos.

A las otras entidades del país le ha costado seguirle el paso a la capital. La derecha conservadora –representada en el PAN, en buena parte del PRI y hasta en uno de los partidos que postularon a AMLO y Sheinbaum, el PES– se ha esforzado por impedir que en otros estados el aborto y los matrimonios igualitarios sean legales. A la ley promulgada en la capital en 2007, cuando la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la Interrupción Legal del Embarazo hasta las 12 semanas de gestación, le siguió una dura respuesta de la derecha. Hasta ahora, 18 estados han reformado sus constituciones para “blindarlas contra el aborto”. La última fue Veracruz. Lo mismo ha sucedido con el matrimonio entre parejas del mismo sexo.

Pero después de este primero de julio, las expectativas en todo el país se abren. No solo ha ganado, por primera vez en las urnas, una mujer la jefatura de gobierno en la capital. 246 (de 500) ocuparán una banca en la Cámara de Diputados y 44 (de 128) en el Senado. Además, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel, ha dicho que cambiará la figura de la primera dama, hasta ahora confinada a acompañar a su esposo en los actos públicos y a las labores de asistencia social. La primera dama como principal refuerzo del estereotipo de acompañante abnegada.

Hace mes y medio, Gutiérrez Müller tomó el micrófono, en un mitin de su esposo en Veracruz, y ofreció poner fin a eso. “En México no queremos que haya mujeres de primera ni de segunda, no queremos hombres de primera ni de segunda. Con todo respeto a las que han ocupado este encargo, decir primera dama es algo clasista, todos somos importantes, y es la suma de voluntades la que construye un gran país”.

Müller remató diciendo que el poder no está en una pareja presidencial ni en una familia. “La ley no habla de una mujer que forma un sombra complaciente. Hay que dignificar el papel de la mujer con acciones transformadoras. Ser una persona activa para beneficio de todas”. En la capital, Sheinbaum también promete una nueva era. En su primer discurso como jefa de Gobierno electa de la CDMX prometió encabezar una ciudad de derechos. “Con inclusión, reconociendo la diversidad y pluralidad”.

Hasta antes del domingo, cinco mujeres habían ganado una gubernatura en México, en los estados de Colima, Tlaxcala, Zacatecas, Yucatán y Sonora. La primera, Griselda Álvarez, ganó en Colima, en 1979, con la bandera del entonces partido hegemónico, el PRI.

Ahora, en Puebla, Martha Erika Alfonso, de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y MC) lleva una ligera ventaja con 37.6% de los votos, contra 35% de su más cercano competidor, Miguel Barbosa, de la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, PT, PES). Pero el triunfo de Martha Erika, si se concreta, no es del todo festejable. Ella es la esposa de Rafael Moreno Valle, el actual gobernador, sobre quien pesan denuncias de corrupción y diversos agravios a Derechos Humanos. Se teme que Martha Erika gobierne igual. Además, si gana, lo hará con el mayor número de denuncias por posible fraude.

Queda pendiente en México más mujeres que lleguen al poder por impulso propio. Falta también que haya más candidatas a gobernadoras, pero también a diputadas y senadoras, locales y nacionales. Falta, sobre todo, una candidata a la presidencia que se sostenga y no se baje de pronto de la contienda, como lo hizo esta vez Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón. Falta en México una presidenta.

Esta nota se escribió en el marco de la Beca Cosecha Roja.