Por Lucía Junquera Ramos
Foto: Villa San Carlos
Esta semana el nombre de Mara Gómez se replicó en distintos medios con el título “primera jugadora trans de la AFA”. En las redes sociales el transodio se filtró con expresiones como: “ventaja física” o “rendimiento deportivo superior”. ¿Cómo se frena el análisis biologicista en un deporte que históricamente fue patriarcal?
Mara tiene 22 años y a sus 18 realizó la rectificación registral del sexo, amparada por la Ley Nacional Nº 26.743. El lunes pasado la presentaron ante sus futuras compañeras como refuerzo y todavía el club tiene que presentar los papeles en la AFA para oficializarla.
La verdadera desventaja
Más allá de los pasos burocráticos, el comunicado dio pie a afirmaciones que perpetúan una lógica binaria que no admite la diversidad en las identidades de género. “¿Por qué no entienden de que una jugadora trans tiene ventaja física sobre sus competidoras mujeres de nacimiento?” escribió un usuario en Twitter y sintetizó los argumentos de una multitud.
“A mí me saca más ventaja una jugadora que puede vivir del fútbol y entrenando todos los días que una compañera trans que se anima a jugar en un club en el torneo AFA”, replicó en un hilo de Twitter Fanny Papariello, exjugadora de Puerto Nuevo (Campana) y UBA. “La desventaja nace cuando muchas de nosotras debemos seguir laburando ocho horas diarias y entrenar con la última energía que nos queda dos días a la semana, dos horas. La desventaja está cuando seguimos jugando sin cobertura médica. Desventaja deportiva es estar sin viáticos; es que nuestros cuerpos técnicos aún no cobraron sus sueldos y un sin fin de cosas que tenemos que atravesar por ser mujeres”, amplió en un hilo de tweets viralizado.
Fichan a una compañera trans y ya saltan los Raules a hablar de ventajas deportivas. Mira Raúl, la desigualdad adentro de la cancha existe desde el momento que un equipo con 23 jugadoras con contrato se enfrenta a uno que tiene 8, que varias lo deben repartir *
— Fanny (@Respirandolucha) January 8, 2020
La hormona cultural
En 2011, la FIFA envió una circular que asegura: “Los andrógenos, u hormonas sexuales masculinas, promueven e intensifican el rendimiento, especialmente en aspectos como la fuerza física, el vigor y la velocidad, una situación que puede proporcionar ventaja e influir en el resultado de los partidos”. Por esta predisposición, arbitraria y estigmatizante, les deportistas se someten a análisis hormonales para “afirmar” sus identidades.
El Comité Olímpico Internacional (COI) establece que para que una mujer transexual pueda jugar “su nivel de testosterona total en suero debe estar por debajo de los 10 nanomoles por litro al menos 12 meses antes de su primera competencia, para minimizar así cualquier ventaja”.
El examen de testosterona que pide la AFA para que una mujer trans pueda competir en el fútbol femenino tiene que estar dentro de determinados parámetros y “Mara ya lo tiene hecho recientemente”, confirmó Lucas Portillo, quien está a cargo del área de prensa del club Villa San Carlos.
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En 2014, luego de haber sido inhabilitada por la Asociación de Hockey de Chubut, Jessica Millamán, inició una batalla contra la Federación Argentina de Hockey y logró la obligatoriedad del fichaje a personas transexuales para participar de torneos de la categoría femenina. Marcó uno de los primeros antecedentes en el país.
Desde hace años, pero con más fuerza desde 2019, el feminismo acompañó y consiguió la profesionalización parcial de la rama femenina de fútbol. A este hecho se sumó la clasificación y performance histórica de la Selección Argentina en el Mundial de Francia. Ambos componen una lista de hitos que corren, poco a poco, al fútbol del terreno de la trans-misoginia y reafirman que es posible un deporte queer.