Dos niñas uruguayas de diez años filmaron al padre de una de ellas para mostrar el abuso del que eran víctimas. La noticia difundida por los medios locales y replicada en Argentina impactó: ante la posibilidad de que los adultos no les creyeran las niñas se sometieron y registraron lo que pasaba en la intimidad de esa casa de la localidad de Artigas.
Ayer, el director de colegio católico de Ranelagh, Berazategui, puso en duda la denuncia de otro niño de diez ante el abuso de sus compañeros: “fue un manoseo”, dijo. Cuando los adultos que deben cuidar y proteger no cumplen, la verdad de los niños, niñas y adolescentes se pone en juego. “Ellos no mienten, sobre cosas importantes siempre dicen la verdad. Quizás lo que no las puedan escuchar sean los adultos”, explicó a Cosecha Roja Sonia Almada, directora de Aralma, un centro de acompañamiento psicológica para adolescentes.
“En situaciones tan delicadas a los niños no se les cree. Se ha construido una idea que se repite mucho que es que los chicos fantasean y que por eso hay que tomar con pinzas lo que dicen”, dijo Almada.
No sólo dentro de las familias se tiende a desacreditar la versión de las víctimas. “La Justicia tampoco lo hace. Cuestiona los relatos, los obliga a volver a ver al abusador, los van a buscar en patrulleros. De un informe del año pasado surge que el 95% de los casos de abuso infantil en la Ciudad de Buenos Aires no habían tenido condena. Las causas terminan en la nada. Eso es, en el fondo porque los funcionarios judiciales minimizan las denuncias de los chicos o sostienen que todo es un complot de la madre para perjudicar al padre”, explicó a Cosecha Roja Graciela González, directora del Departamento de prevención de la violencia de género y abusos sexuales de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.
La mayoría de los casos de abusos infantiles suceden en el ambiente familiar. A veces el apoyo para contar la verdad también está puertas adentro de casa. En el caso uruguayo, las niñas le llevaron las imágenes a una tía y la denuncia llegó a la justicia.
El mundo de los niños estalla cuando un adulto abusa. “Los niños que fueron abusados sienten un enorme desamparo. El adulto intenta minimizar lo que sucedió, no siempre lo puede ver o lo niegan. Y lo hace para no confrontarse con su propia historia. Muchos pasaron situaciones violentas en sus familias, les cuesta hacerse cargo que ellos también pudieron haber sido esos chicos”, explicó Almada.
Hace una semana un periodista que vive en Estados Unidos contó en una nota en Infobae que había sido abusado por su hermano mayor cuando tenía entre 6 y 8 años. “A mí no me pasó solo el abuso, me pasaron ustedes también”, le dijo a su familia cuando lo interpelaron para que hiciera una denuncia y él se negó. Los familiares se alejaron y el abuso volvió a quedar en silencio. “Ese mecanismo es el que opera en los adultos. Es más fácil no creer o esconder lo que sucede que enfrentarlo. Enfrentarlo demanda una revolución interna”, explicó Almada. Y agregó: “después de que sabés que alguien es abusador no podés seguir teniendo el mismo vínculo. Aunque lo intentes, no se puede”.
Los niños y niñas que son vulnerados por adultos sufren una crisis de cimientos: creen que el amor de los grandes depende de lo que ellos hagan. “Es por eso que cuando les dicen que se queden quietos, que guarden el secreto, que es una nueva forma de amor, ellos buscan justificar al adulto para no bajarlo de ese pedestal en que lo ubicaron”, dijo Almada. En ese marco hay que pensar lo que puede provocarles a los chicos que, luego de sufrir un abuso, sienten que las dudas se posan sobre ellos. En esos casos, los adultos los vulneran y los cuestionan.
La psicoanalista e investigadora de la UBA Miriam Maidana piensa que la reacción de las nenas uruguayas demanda un alto grado de elaboración: “Quizás hay algo que no sabemos, pero resulta muy llamativa la claridad de dos nenas que entendieron no les iban a creer. A esa edad no hay una noción psíquica de lo que significa el abuso. Entienden que algo los incomoda y que no se sienten bien. Y decidir filmarlo como prueba es un acto muy pensado”.
“Las dos chicas deciden quebrar la confianza con el mundo adulto. Sobre todo la hija del abusador, que antepone la relación con su amiga al afecto o miedo que tenga por el padre”, explicó a Cosecha Roja.
En el caso del niño que denunció un abuso de dos alumnos de 12 en un colegio católico de Ranelagh, en Berazategui, el discurso del director generó polémica: “no fue abuso, fue manoseo”. “El mundo adulto define el abuso como el que penetra o no, pero el abuso es algo más cotidiano y siniestro. El condicionamiento de alguien mayor es determinante en estos casos”, concluyó Maidana.