Las manos en la tierra

En Cuba faltan alimentos y tierras fértiles. Como respuesta a la crisis, muchos jóvenes eligen cultivar y vivir en un sistema de cooperación, sostenibilidad y no agresión a la naturaleza.

Las manos en la tierra

Por Cosecha Roja
23/06/2022

Ensayo fotográfico por María Lucía Espósito

Ante la crisis económica y la escasez de alimentos y terrenos fértiles, muchos cubanos y cubanas -casi siempre jóvenes emprendedores- han optado por experiencias locales de autocultivo agroecológico.

Se trata de un sistema de concepción integral de la agricultura basado en el aprovechamiento de recursos, la reutilización, el reciclaje y el consumo responsable, que entró en la isla en 1993 a través de una brigada de solidaridad australiana. Hoy, más de 1.200 agricultores cultivan –y viven– bajo parámetros de cooperación y sostenibilidad y sin agredir a la naturaleza.

El proyecto Ramaviva, que se abre paso en la cordillera de Guaniguanico, en la provincia de Pinar del Río, capacita a quienes deseen aprender prácticas de cultivo agroecológico.

En el municipio Bejucal, un grupo de jóvenes han convertido sus espacios exteriores y azoteas en huertas y colmenas con técnicas de permacultura y meliponicultura. Dairon Li, Abel Lescay y Frank David Guerra son tres amigos que reciclan cubos de plástico y desechos de la basura para utilizarlos como recipientes para la siembra.

Con tierra, compost orgánico y técnicas de dominio del clima y la agricultura logran cultivar rúcula, lechuga, tomate, espinaca, ají, mostaza, berenjena, frijol, moras, menta y gandul.

En su patio, Dairon Li mueve una colmena para lograr otro panal con abejas de la tierra. Del otro lado están sus árboles medicinales y las verduras, un semillero y un espacio de compost natural. Ha estudiado las propiedades de las plantas y los suelos. Fermenta granos para hacer vinos y bebidas artesanales y prepara fórmulas antibacterianas menos agresivas al organismo, como la solución de plata coloidal.

Al otro lado del pueblo, Abel subió hasta un tercer piso unos tanques oxidados del vertedero. La mole de hierro es ahora un conjunto de canteros. En su casa, las plantas se convierten en ensaladas, aliños e infusiones. Y no se detiene: el área de cultivo cada vez es mayor.

La meta es llevar esos modos de producir hacia nuevos colectivos, sobre todo en las ciudades cosmopolitas, con menos terreno para cosechar.

Este artículo es parte de Los insaciables, un especial transnacional del Laboratorio de Periodismo Situado de Cronos Lab