Por Marcela Turati – Revista Proceso 1838.-
Por sus modales delicados, el andar erguido, el bigote recortado y la dicción perfecta, Rafael Alberto Barrientos Acevedo tiene pinta de actor de cine.
Enfundado en su uniforme de overol café y pala en mano, él dice con orgullo que es un simple “obrero raso, oficial en construcción”, con estudios de quinto grado de primaria, a quien el destino lo condujo a trabajar como sepulturero.
Pero no es un enterrador cualquiera. Por su ejemplar labor en el Cementerio Universal, recientemente fue condecorado por el alcalde de Medellín, Alonso Salazar, en una ceremonia a la que acudieron familiares de personas desaparecidas que le palmearon la espalda y lo abrazaron agradecidos como cuando festejan a un notable defensor de los derechos humanos.
En una carpeta café, Barrientos guarda cuidadosamente las hojas que le valieron esa distinción: son planos que él ha trazado durante 20 años de las zonas baldías del cementerio en las que señaliza con cuadros los pedazos de terreno que albergan cadáveres. Algunos de éstos tienen encima una cruz en tinta roja.
“Todos estos son NN, personas que son enterradas en el cementerio sin ningún dato de identidad pero que ya fueron identificados”, explica orgulloso de saberse la persona que logró la ubicación de los restos de los NN, como se nombra por sus siglas en latín (Nomen necio o nombre desconocido) a los muertos no identificados.
Mientras en los demás cementerios de Colombia los sepultureros enterraron durante décadas a los NN en fosas comunes sin señalizar, en el Cementerio Universal se instauró la sepultura individual y cada cuerpo lleva adherida una placa con la inscripción del número de necropsia y su fecha de ingreso. Además, valiéndose de sus artes de albañil, Barrientos trazó planos en los que anotó las coordenadas del terreno en el que se depositaron esos cadáveres. Ello facilitó su ubicación, ya que dichas tumbas no tenían cruces ni lápidas encima.
“Sí, reina –dice con la coquetería de los paisas–, yo fui el que propuse lo de las plaquitas y el número de necropsia para tener certeza. Y en medio de tanta tristeza no hay mayor alegría que entregar a una madre un hijo enterrado como NN y saber que pude hacer algo por ellos. En medio de tanto dolor puedo servir a mi comunidad”, explica mientras camina por el panteón.
Las familias agradecidas con Barrientos buscaron por años y en todo el país los restos de un familiar hasta que acudieron a Medicina Legal de Medellín (equivalente al Semefo mexicano) y lo reconocieron en el archivo de fotografías, donde está anotado el número de necropsia. El final del rompecabezas lo embonan con las cuidadosas anotaciones de Barrientos.
“Nada menos que hace mes y medio entregué a una persona que llevaba nueve años enterrada y a su familia todavía le cobraban los extorsionadores haciéndoles creer que estaba vivo. Lo ubiqué en la que nombramos ‘la zona de los paramilitares’”, dice en referencia a la sección del cementerio donde fueron enterrados muertos (con uniforme de camuflaje y botas negras) que en la década de los noventa el ejército entregaba en bolsas de plástico negras.
Con su pala y su esfuerzo, Barrientos y sus colegas han dado sepultura a víctimas de narcobombas, a policías ‘cazados’ por la gente del capo de la droga Pablo Escobar, a guerrilleros y paramilitares muertos en combate, a habitantes de pueblos masacrados, a jóvenes exterminados por sicarios y, en la actualidad, a los difuntos por las disputas de los narcomenudistas pertenecientes a las bacrim, como se denomina a las nuevas bandas criminales.
De camino a la salida del cementerio, el sepulturero cuenta una anécdota que lleva clavada en el corazón: “Hace una semana llegó una señora que desde hace siete años recorre los cementerios de Colombia. Me preguntó cuál es la zona de los NN. La llevé. Traía unos ramitos de flores y los repartió con la ilusión de que en una de esas fosas estuviera su hijo de 12 años que desapareció cuando salió a jugar a la calle. Ella visita los cementerios con la ilusión de que alguno sea él. Yo le dije: ‘Tenga esperanza que Dios es muy grande y de pronto nos ayuda a encontrarlo, y tenga la certeza de que si está aquí con nosotros se lo entregaremos”.
Hasta mayo de 2011, el Registro Nacional de Desaparecidos de Colombia contaba con 57 mil 200 nombres, de los cuales más de 15 mil 600 son considerados víctimas de agentes de Estado o paramilitares. En México se calcula que 12 mil personas han desaparecido únicamente durante el sexenio de Felipe Calderón.
La ley colombiana regula el procedimiento en los panteones, la disposición de los cuerpos y su identificación, así como la integración de un registro nacional de personas desaparecidas y una comisión nacional que se encarga de la búsqueda de los extraviados y establece los criterios de búsqueda.
En México cada entidad maneja su propio número de personas desaparecidas, no existe una cifra nacional y los métodos de búsqueda recaen en las procuradurías estatales que se limitan a enviar oficios. Cada municipio reglamenta la disposición de cadáveres de personas NI (no identificadas), que todavía son enterradas grupalmente en fosas comunes y sin señalización.
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