Roberto Larios Meléndez. Prensa escrita.-

La lectura mañanera de la portada del diario La Prensa, de Managua, este jueves 17 de Mayo, fue para mí una especie de patada al hígado: bajo el titular a ocho columnas “La muerte de un payaso”, en letras blancas sobre fondo azul, se exhibe en una fotografía el cuerpo asesinado del periodista hondureño Alfredo Villatoro.

¿Qué es esto? –me dije a mí mismo, sorprendido por el juego visual en que titular y fotografía se funden para enviar al lector el terrible mensaje de que el colega matoneado en Tegucigalpa era “un payaso”, con toda la connotación negativa que el uso de este término sugiere cuando se usa como peyorativo, para denigrar u ofender a alguien.

Es lo que se denomina en el lenguaje de las comunicaciones un “mensaje subliminal”. El término “anuncio subliminal” fue descrito por primera vez en 1957 por James Vicary, un investigador de mercados quien expresó que mensajes cortos e intermitentes en una pantalla de cine de Nueva Jersey habían provocado que la gente comprara más alimentos y bebidas.

La publicidad subliminal se presenta en la vida diaria por medio de la mercadotecnia, la televisión, la música, internet, revistas, diarios y anuncios publicitarios, entre otros. El tema casi nunca es abordado en los medios de comunicación, porque son ellos quienes principalmente utilizan este tipo de mensajes.

Los mensajes subliminales van dirigidos al subconsciente y se almacenan en él, sin que sean percibidos por los sentidos tradicionales (olfato, vista, oído). Se dice que son escondidos, precisamente porque no tenemos conocimiento, en condiciones normales, de lo que se almacena en nuestro subconsciente. Generalmente el ataque al receptor esquiva las barreras de la “selección inteligente”, de esta manera el individuo no puede controlar, o ni siquiera percatarse, de que está siendo afectado y manipulado por un mensaje subliminal.

La gente sí puede percibir los mensajes subliminales, particularmente cuando estos son negativos, afirma una investigación llevada a cabo en el Reino Unido. En el estudio se mostró brevemente a 50 participantes una serie de palabras ocultas en una computadora. Cada palabra aparecía en la pantalla por sólo una fracción de segundo, lo cual era demasiado rápido para que los participantes pudieran leerla de forma consciente. Y las palabras tenían un significado positivo (feliz, flor, paz), negativo (agonía, dolor, asesinato) o neutral (caja, oreja, cafetera).

Los científicos pidieron a los participantes que después de ver cada palabra la clasificaran como neutral o emocional (ya fuera positiva o negativa), al cabo de lo cual descubrieron que éstos respondían con más precisión cuando se trataba de palabras negativas, incluso cuando pensaban que solamente estaban adivinando la respuesta.

“Ciertamente muchos países alrededor del mundo tienen leyes que prohíben el uso de mensajes subliminales en los medios de comunicación”, ha dicho al respecto el psicólogo Paul Buckley, experto en mercadotecnia de la Escuela de Administración de Cardiff. En 1958 esta práctica periodística fue prohibida en el Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Diez años después, la ONU declaró que los mensajes subliminales eran una gran amenaza a los derechos humanos.

En el caso de la publicación del diario La Prensa, se trata, aparentemente, de un gazapo, algo que “se le pasó” al editor de turno o al diseñador gráfico del periódico. Sería el colmo de los colmos que el pretendido “paladín” de la libertad de prensa lo haya hecho a propósito, aunque la verdad tampoco me extrañaría.

El diario La Prensa utiliza esta técnica anti ética desde hace 30 años, para alimentar el anti sandinismo entre la población nicaragüense. Durante los años de la guerra de agresión y siguiendo los consejos de la CIA era muy común la utilización de ese recurso en dicho diario, colocando por ejemplo, junto a cualquier noticia relacionada con el gobierno revolucionario o junto a las fotos de sus dirigentes, fotografías de cadáveres, accidentes, catástrofes, etcétera, es decir, enviando a la población el mensaje subliminal de que el sandinismo está ligado a todo lo malo que pasa en el mundo.

Recuerdo que unos días antes de las elecciones de 2006 salió en La Prensa una noticia en primera plana informando sobre supuestos pleitos entre militantes sandinistas, ilustrada con una gran fotografía de un enfrentamiento a balazos en las calles de Venezuela. A pesar de que la foto nada tenía que ver con la otra noticia, era fácil relacionar los problemas internos de los sandinistas con la balacera.

Pero ahora sí que se le pasó la mano a los editores de La Prensa. Esta vez “se llevaron en el saco” no solo a sus propios hombres y mujeres de prensa, sino a todo el gremio periodístico mundial. ¿Qué dirán de esto la SIP, el Comité Internacional para la Protección de los Periodistas y tantos otros organismos defensores de la libertad de prensa que cada vez y cuando nos dan lecciones de “profesionalismo” desde las páginas de ese diario?

La Prensa debe contestar: el periodista hondureño asesinado ¿era un payaso?.