Ignacio, Joaquín y Sebastián son argentinos y estaban embarcados en la aventura de sus vidas: hace un año y medio recorrían Latinoamérica en bicicleta, haciendo parada en donde les pintaba, sea ciudad o pueblo, cerca o lejos del turismo. Cuando el coronavirus dejó de ser un rumor y la cuarentena era inminente, se vieron varados en Arequipa, Perú, sin mucha esperanza de volver para estar cerca de sus casas. Ayer, antes que se anunciara el cierre de las fronteras, dos de ellos consiguieron subirse al último vuelo del avión militar Hércules. Una odisea con final feliz, ya que hoy están cumpliendo la cuarentena en Argentina.
En principio las autoridades peruanas daban información confusa sobre la llegada del Hércules a Arequipa: que no iba a aterrizar, que en otra oportunidad había llegado pero nadie fue, que en verdad no había quién lo fuera a tomar.
Las redes en Argentina se desplegaron entre Vicepresidencia, el Ministerio de Defensa, Relaciones Exteriores y delegadxs de Cancillería UPCN que hicieron de puente con Graciela Bonavilla, una de las funcionarias del Consulado de Argentina en Perú. Los familiares que gestionaron el regreso estuvieron cortando clavos hasta ayer, cuando recibieron el mensaje: el Hércules saldría
Como no tenían conexión para avisarles dónde estaba la plaza de Arequipa en donde los iba a levantar para ir al aeropuerto, las familias pensaron que ya no había esperanza.
-Los van a esperar -dijo el comandante peruano Patricio Styrli.
El problema no estaba con el avión, sino con el personal de Migraciones de Perú que no podía seguir de guardia para hacer los controles. Sebastián desistió de la vuelta porque no tenía sus documentos. Cuando Ignacio y Joaquín subieron al Hércules no lo podían creer:
-Hubo turbulencias importantes, pero fue magnífico. ¡Nos recibieron con alfajores Terrabusi! -dijo Joaquín.
Después de cuatro horas el Hércules bajó en Palomar a las 11 de la noche de ayer. Hoy ya cumplen la cuarentena en sus casas y todas las fronteras que conectan Argentina con el mundo están cerradas. Para la mamá de Joaquín esta fue una lección de cómo funciona un Estado presente cuando hay voluntad de colaborar, más allá de la desconfianza que los jóvenes tenían en que el rescate funcionara:
-Infinita gratitud a los que hoy están haciendo patria en cada gesto, los que pueden trascender la pendejada de dos pibes que no creían que esto fuera posible.
