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Julia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-

Solange Trujillo Fernández es colombiana, tiene 21 años y dos heridas de bala. Dice que no tiene idea de por qué. Está en una habitación del Hospital Fernández asustada, confundida, dolorida y, sobre todo, triste porque mataron su novio Carlos Alberto Gutiérrez Camacho. Solange recibe solamente dos visitas: la de la policía -que la está cuidando- y la de la fiscal Cristina Caamaño, que fue a confirmar que la estén cuidando y que cuenta que Solange está sola en Buenos Aires. Que vino por él.

El noviazgo tenía seis meses y como él hacía un año y medio que vivía en Buenos Aires se mudaron. “Él amaba Argentina porque le parecía un lugar muy tranquilo”, recordó en voz alta Solange desde la habitación en la que espera recuperarse. Carlos Alberto era un fotógrafo freelance “bastante reservado” y hacía viajes “pero salía y volvía en el día”.

Algo sucedió en el medio, entre aquel día en que decidieron venirse juntos y hoy, que él está muerto y ella quedó sola del todo. El lunes, feriado de carnaval, salieron en pareja a andar en bicicleta por los Bosques de Palermo. Carlos Alberto le contó a Solange que se sumaría un amigo que ella no conocía. El amigo llegó con anteojos y gorrita y se lo presentaron como “El diablo”. Ella se rió. Unas cuadras más tarde, dos hombres montados en una moto con casco y ropa negra, dispararon once municiones dirigidas a Carlos Alberto. Tres le pegaron. Y lo dejaron muerto en la bicisenda. Otras dos, de rebote, fueron a parar a Solange. Y “El Diablo” desapareció.

Cuando llegó el SAME, Carlos Alberto ya había muerto y ella estaba herida pero consciente. Uno de los balazos fue en la pierna y el otro, en el torso, le produjo un neumotórax. “Yo creo que si Solange está viva es porque no estaba indicado matarla a ella”, analizó Caamaño. “Va a ser un trabajo de investigación largo, arduo, difícil y que puede tener ramificaciones en el exterior”, explicó la fiscal que, por ahora, maneja la hipótesis del narco. Lo hace teniendo en cuenta la modalidad -sicarios en moto- y otros casos que ya han sucedido en Buenos Aires. “Obviamente fue un ajuste de cuentas, pero todavía no sabemos exactamente el motivo: todo indicaría que es narcotráfico pero también podría ser que el tipo tuviera una deuda”, detalló.

Las vainas que encontraron (municiones CCI) son importadas y, según la fiscal, en Argentina no se consiguen en este momento. La descripción que hizo Solange del arma hace pensar que se trataba de una “calibre 38 pero que podría tener un silenciador”. A Carlos Alberto le encontraron, en un bolsillo, algo que creyeron que era marihuana pero que luego pareció ser ajenjo y lo mandaron a investigar. En cualquier caso, la dosis era tan pequeña que no puede considerarse otra cosa que no sea consumo personal.

Para avanzar con la investigación, falta obtener las imágenes de las cámaras de seguridad -tanto el domo más cercano al lugar del hecho como las que hay sobre Figueroa Alcorta- y conseguir más testigos que identifiquen la moto en la que huyeron. Aún existen, incluso, diferencias respecto al color. También se está intentando acceder a las últimas llamadas hechas por el celular y encontrar a “El Diablo”.

En una ciudad en donde El Patrón del Mal marca 9 puntos de rating y se pueden encontrar dos personas en el mismo vagón del subte leyendo el libro sobre Pablo Emilio Escobar Gaviria (“La parábola de Pablo”), vecinas imitando el tono colombiano y taxistas que ven por internet los capítulos que se pierden, la justicia aún debe determinar quién es Carlos Alberto Gutiérrez Camacho, que no tiene antecedentes ni en Argentina ni en Colombia.

 

Foto: Télam