La noche virtual: tan lejos y tan cerca

En cuatro meses de cuarentena construimos alternativas online para casi todo: home office, yoga por youtube, citas por zoom. ¿Y la experiencia colectiva nocturna? ¿Se puede recrear? ¿O estaremos construyendo algo nuevo que reemplace a lo ya viejo?

La noche virtual: tan lejos y tan cerca

Por Danila Saiegh
24/07/2020

Ilustración: Federico Mercante

La cuarentena transformó nuestra vida cotidiana en distintas experiencias de laboratorio. La diaria tal como la conocíamos desapareció (por lo menos temporalmente). Nuestro tiempo hoy consiste en distintos intentos por reconstruir o reeditar todo eso que nos hacía quienes éramos en ese entonces. Y en esa batalla podemos tener más o menos éxito: lograr que la nueva normalidad se parezca mucho a la anterior o no y, en ese caso, descubrir que esto nuevo que deviene es interesante en sí mismo. 

Cuatro meses después ya construimos alternativas virtuales para casi todo: el trabajo es home office, la actividad física es yoga por youtube, las citas son por zoom, comer afuera es por rappi, los cumpleaños por google meet y la noche es en clave de fiestas virtuales.

Como Carrie Bradshaw, no puedo evitar preguntarme: ¿Es reproducible LA FIESTA? ¿Todos sus elementos encuentran su par virtual? ¿Cómo se recrea la experiencia colectiva? ¿Es posible o estamos construyendo algo nuevo? ¿Alcanza la mirada del otro a través de las redes para generar algo en mi?

El mantra de nuestra adolescencia (la mía y la de mis amigas) era: “Si te quedas en tu casa, ya sabés lo que va a pasar, si salís no”. No era muy profundo: en tu casa no hay sorpresas, hay control. Cuando ir a algún espacio con poca luz y musica bien fuerte era nuestro gran anhelo. La Noche, La Fiesta, La Salida es necesariamente hacia un exterior desconocido, une sale (o salía) a buscar lo inédito, y, sobre todo, salir de sí misme para encontrarse con otres.

Como en Footloose hoy está prohibido salir a bailar. Y para muches es menester no quedarse sin eso, por lo tanto se hacen cargo de esa falta (y de la pérdida, que no es poco) y fabrican un posible reemplazo: las fiestas online. Diferentes tipos de música, de públicos y de estéticas que intentan cubrir el vacío de la experiencia colectiva en este contexto. Acercarse. Acceder a algo de eso que Emile Durkheim, un sociólogo francés de 1900, llamaba efervescencia colectiva. Los ritos sociales nos hacen sentir parte de algo (una sociedad, una humanidad) y eso resulta absolutamente necesario en este contexto pandémico. Y le otre, que desde hace 4 meses representa un riesgo de transmisión del virus, deja de serlo por un rato, y volvemos a sentir una empatía que nos permite reconocernos en ese otre y unirnos en su euforia que también es la propia. Somos seres sociales. 

En ese sentido, creo que el ritual del aplauso y estas ingeniosas maneras de intentar seguir celebrando vienen a reponer un poco la dimensión del propósito y el sentido de la vida que esta reversión del malestar en la cultura puso patas para arriba. 


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En las reuniones desterritorializadas hay algo de la profilaxis del distanciamiento que implica que necesariamente no esté el otre y, en su ausencia, no existe el roce como en el encuentro real. Es decir, para bien y/o para mal (no es mi objetivo develarlo tampoco) los “efectos” del otre no te tocan: su sudor de bailar a pleno, su emoción expresada en gritos cuando arranca un tema que le gusta, nada de su humanidad te llega. Tampoco la incomodidad de su mirada prejuiciosa si no cumplis los modos de ser y estar hegemónicos, su comentario de más, su insistencia, etcétera. 

Pero a la vez extrañas el abrazo con tus amigxs, la energía compartida, el entusiasmo de bailar juntxs y el código que emerge en ese momento, incalculable, impredecible, en las miradas con alguien nuevo que te gustó. Hoy tenemos variables controladas.

Dentro de un sector social que cuenta con la conectividad suficiente para participar de este tipo de evento aparece una dimensión que podría ser democratizadora: podés asistir si sos más grande, bailar en el living si tu hijo duerme en la habitación de al lado, bailar con gente de otros países, disfrutar en la “comodidad de tu casa” (desarmar esa idea es toda una otra nota). 

En esta tecno-sociabilidad el otre y mi yo pueden ser preformateadxs. Compuestxs virtualmente para la ocasión (filtros, fondos, realidad aumentada, etcétera) en este encuentro mediado en y por la cultura interactiva. Esta situación nos ubica a les asistentes al evento en el lugar de participantes, pero también en el lugar de público de un show. 

Paula Sibilia es una antropóloga y comunicadora argentina que ya en 2008 investigaba la intimidad en tanto espectáculo a partir de la implosión de las redes sociales: “El show del yo”. En esa línea, podría parecer que en la extimidad se trata sólo de mostrarse a sí misme y no de compartir con otre para que, entre ambos, se construya algo nuevo: una otra cosa de entidad propia (sui generis).

Creo que por un lado algunos elementos de esa mirada sobrevienen hacia esta actualidad, pero no necesariamente eso que se elige mostrar es confesional. Puede resultar una versión estilizada con algún sentido, parte de una narrativa identitaria: más libre, más abierta; fantasía, realidad, no importa. Al final del día: ¿Qué es ser une misme? Intentar responder 24.7 es agotador. 

La pregunta que surge entonces es si esta modalidad de fiesta sobrevivirá a la pandemia. Y si es así de qué modo y cuáles de sus elementos coexistirán con las fiestas de cuerpos presentes en un mismo espacio. Y la pregunta del millón: ¿cómo se modificará la lógica relacional en las experiencias de socialización post-cuarentena? 

Danila Saiegh
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