Cuando Aletta Jacobs diseñó el diafragma para que las mujeres pudieran usarlo como método anticonceptivo, sus críticos dijeron que quería acaba con la humanidad. Aletta no los escuchó. Ya sabía de batallas: desde mediados del siglo XIX venía peleando para que la dejaran estudiar la secundaria primero y la carrera de medicina después. Lo siguió haciendo toda su vida: por el voto femenimo, por el derecho de las mujeres trabajadoras, por la paz y el reconocimiento de las mujeres. Conocé su historia en otro #InformeTijerola, la columna de Danila Saiegh en Futurock.

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Nació en Sappemeer el 9 de febrero de 1854 en Holanda, la octava de doce hermanos. Todos hijos de Abraham Jacobs, un médico. Quería estudiar pero en 1867 a ninguna mujer holandesa se le permitía cursar estudios secundarios. Su papá logró convencer al director del colegio local para que Aletta asistiera como oyente.

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La escuela no era lo que Aletta esperaba. Le enseñaban idiomas, música y habilidades para cumplir el rol de ama de casa. La historia, las matemáticas y la biología quedaban reservadas sólo para los varones. Aletta soportó ese nivel de discriminación durante dos semanas. Luego sus papás le enseñaron en su casa lo mismo que aprendían sus hermanos varones en la escuela.

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Quería ser médica pero ir a la universidad era inaceptable. Se fue a vivir con su hermano para aprender el oficio de farmacéutica y rendir el examen para asistente de farmacia. Se recibió a los 16 años, pero se da cuenta que ser asistente de un farmacéutico era un premio consuelo. Le mandó una carta al rector de la Universidad de Groninga para pedir un lugar en la facultad de medicina. Thorbecke, el rector, le respondió en una carta dirigida a su padre donde le consultaba si el deseo de Aletta de ser médica era genuino. Su padre dijo que sí.

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Al enterarse de que una mujer iba a entrar a la Universidad, un estudiante le escribió una carta al resto de los alumnos instándolos a molestar a Aletta toda la cursada. Los docentes no la dejaban participar de algunas clases porque las consideraban “muy fuertes” para una mujer. Pese a todo el 8 de marzo de 1879 se convirtió en la primera médica de los Países Bajos. Y un año después, la primera en obtener un doctorado. Cuando se recibió tenía 25 años.

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Se mudó a Londres para hacer la residencia en clínica. Allí conoció a las feministas, especialmente a otras médicas militantes por el control de la natalidad, y por supuesto a las sufragistas. Un profesor de Aletta, Mensinga, inventó el diafragma, pero por su diseño y estructura era prácticamente inutilizable para las mujeres. Aletta se dedicó a rediseñar este método anticonceptivo y lo distribuyó entre sus pacientes. La sociedad escandalizada la acusó de estar en contra de la vida: decían que el uso del diafragma llevaría a un mundo sin niños y a una economía devastada.

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Se mudó a Ámsterdam, y abrió su propia clínica gratuita en una habitación de una pensión, que pronto se convirtió en el primer centro de planificación familiar de Holanda, donde daba cursos elementales de higiene y cuidado de niños. Desde allí también luchó para legalizar la prostitución, el trabajo de muchas de sus pacientes. Algunos médicos varones le “aconsejaban” que se dedicara a la ginecología o la partería o que cobrara menos que ellos. Aletta les respondió: “Deberías considerarte afortunado de que me atengo a las reglas en lugar de explotar mi posición de la primera doctora holandesa y cobrar más que ustedes”.

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Las vendedoras de comercios pasaban 10 horas paradas en su trabajo. Aletta militó una campaña para que las tiendas las dejaran tener un banquito para sentarse cuando no estuvieran atendiendo. Al tiempo lograron que se convierta en ley. En 1883 el lobby del establishment logró que la constitución holandesa prohíbiera explícitamente el sufragio femenino agregando la palabra “hombre” en la constitución. Esto enojó tanto a Aletta que decidió militar en serio. En 1884 fundó la Asociación Holandesa para el Sufragio de la Mujer.

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A los 38 -ya vieja para esa época- después de una larga amistad se casó con Carel Victor Gerritsen, un comerciante holandés de cereales, legislador y reformador. Ella quedó embarazada, pero el bebé murió a los dos días de nacer. Decide dejar la medicina en segundo plano y liderar la Alianza del Sufragio Femenino Internacional. Así conoció a otra militante feminista: Carrie Chapman.

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En 1905 su marido murió de cáncer y ella emprendió un viaje con Carrie: Sudáfrica, Medio Oriente, India, Ceilán, las Indias Orientales Holandesas, Birmania, Filipinas, China y Japón alentando a las mujeres a militar para mejorar sus condiciones. Aletta escribía crónicas de esos viajes para el periódico holandés De Telegraaf. Cuando estalló la primera guerra mundial, Aletta convocó a un pequeño grupo de feministas a una conferencia internacional de mujeres en La Haya e invitó a Jane Addams a presidirla. De este congreso saldría la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, una organización creada para oponerse a la guerra y para la participación de la mujer en la escena pública internacional.

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En 1919 Aletta y sus compañeras conquistaron el derecho al voto. Aletta tenía 65 años, y siguió viajando, dando conferencias y militando. Escribió su autobiografía, un libro de anatomía básica, una compilación de artículos sobre la necesidad de independencia económica de las mujeres, la regulación de la prostitución y la importancia de la planificación familiar. Murió en un hotel a los 75 años junto a su amiga Rosa Manus, otra luchadora. Antes de morir le escribió a su compañera de viajes. “Mi querida Carrie, estoy segura de que no he vivido en vano, hemos hecho nuestra tarea y podemos abandonar el mundo con la convicción de que lo dejamos mejor de lo que lo encontramos”.


Esta nota escribió en el marco de la Beca Cosecha Roja.-