Por Ana María Saavedra – El País, Cali, Colombia.

 

Infiltrar y penetrar.  En estas dos palabras se ha basado el éxito de los golpes a  la Farc, que en menos de cuatro años ha conducido a la muerte de sus tres cabecillas más importantes: ‘Raúl Reyes’, ‘El Mono Jojoy’ y ‘Alfonso Cano’.

Los resultados que hoy se cosechan son el fruto de un trabajo que se inició en el 2006 con la creación de las llamadas burbujas de inteligencia. El entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, reformó  el Concerbero, que era un organismo conformado por los directores de inteligencia de todas las Fuerzas Militares.

“Antes de eso cada uno jalaba para su lado y en realidad no se compartía mucha información. El Ministro Santos puso toda la presión para que se trabajara conjuntamente. Entonces se  establecieron 20 blancos de alto valor, que eran los miembros del Secretariado y los  cabecillas de los comandos y bloques conjuntos de las Farc. Los primeros eran objetivos de valor nacional y los segundos se llamaban de alto valor”, explica uno de los militares que participó en esas reuniones.

El entonces ministro se reunió con los jefes de inteligencia de todas las fuerzas y cada uno habló de la información que tenía de estos objetivos. “Dependiendo de qué fuerza tuviera más avanzada la investigación, entonces se le entregaba el objetivo”, revela otra fuente.

Los blancos se dividieron en todas las fuerzas: Policía, Ejército, Armada y Fuerza Aérea.  Por ejemplo, a la Policía le tocó a ‘Raúl Reyes’, ‘Jerónimo Galeano’ (del Comando Conjunto Central) y ‘Pacho Chino’ (del Comando Occidente);  a la Armada le correspondió ‘Martín Caballero’ (del Bloque Caribe), y a los jefes del Pacífico como ‘Mincho’ y ‘JJ’, y el Ejército persiguió a Cano y al ‘Mono Jojoy’, entre otros.

“Cada fuerza entregó la información que tenía de estos jefes y entonces se crearon las llamadas burbujas,  que a su vez se dividieron en grupos de analistas, dedicados en un cien por ciento a cruzar toda esa información, y   en el equipo de campo dedicado a conseguir las fuentes y a realizar las infiltraciones”.

En las diferentes fuerzas se crearon siete grupos élites, dedicados a recopilar la información de los cabecillas.

Las burbujas tenían un jefe, que era un oficial de alta graduación. “Toda la información que se averiguara de las diferentes fuerzas se tenía que direccionar al oficial encargado de esa burbuja”, dice uno de los hombres de inteligencia que pertenece a una de las burbujas.

“Como era tanta la información entregada por  las diferentes fuerzas, la primera parte del trabajo se concentró en los analistas que cruzaban los datos  de todas las fuerzas. Se cruzaban las fotos, la información de los corredores de movilidad, los perfiles de los jefes y de sus hombres cercanos”, agrega.

Asimismo, existen constantes reuniones de inteligencia entre las diferentes fuerzas. Y desde el Comando de las Fuerzas Militares hay oficiales de enlace entre las agencias de inteligencia de Ejército, Armada y Fuerza Aérea, que permite estar cruzando la nueva información constantemente.

Han sido estos grupos de inteligencia los que han entregado las ubicaciones  de los jefes guerrilleros.

Fue así como,   cruzando los datos de inteligencia militar con los que tenía la Policía, el 4 de noviembre pasado  se halló al jefe de las Farc.

 

Así se ubicó a ‘Alfonso Cano’

Todo empezó con la interceptación de las comunicaciones y varios cooperantes que entregaban información a la inteligencia policial sobre el  Frente 6 de las Farc en el departamento del Cauca.

“Los controles a este grupo nos llevaron a ubicar la zona en la que se movía ‘Pacho Chino’ (jefe del Comando Conjunto Occidente). Entonces empezamos un trabajo sobre las personas que podían acercarse al jefe guerrillero. Y logramos identificar a uno de los encargados de la logística del jefe guerrillero.

Pero de un momento a otro, nos pareció extraño que la cantidad de alimentos que le enviaban se triplicó.

Eso coincidió con que empezamos a interceptar las comunicaciones de ‘El Indio Ariel’, jefe del esquema de seguridad de ‘Alfonso Cano’. Al descubrir que este hombre estaba con ‘Pacho Chino’ empezamos a detectar  a varias personas.

En ese momento se comienza un trabajo de penetración. Era obvio que ‘El Indio Ariel’ no nos iba a ayudar, entonces teníamos que ubicar a alguien de su anillo de seguridad. Logramos contactar a la familia de éste y así le llegamos”, relata uno de los uniformados que participó en la Operación Odiseo.

En ese momento, empezaron las primeras reuniones entre las inteligencias del Ejército y la Policía.

Los miembros de la burbuja que tenían como objetivo a ‘Cano’ contaban con  información de  que éste se había desplazado desde los límites entre Cauca y Huila,  por el municipio de Páez,  hacia la zona entre  Morales y Suárez.

La información de ambas agencias de inteligencia se empezó a cruzar en octubre pasado.

Entonces, desde el  Comando Conjunto de Operaciones Especiales de las Fuerzas Militares se envió uno de los grupos expertos en camuflaje.

“Se trata del grupo de fuerzas especiales que realizó la operación Camaleón (en la que liberaron al general Mendieta). Ellos se internaron en la zona cercana a las casas de ‘Pacho Chino’ y ubicaron un puesto de observación”, explicó una fuente militar.

Fue así como identificaron a varios de los miembros del anillo de seguridad de ‘Cano’. Por varios días permanecieron sin ser detectados y recolectaron información.

Descubrieron que ‘Pacho Chino’ se dirigía todos los días desde su  casa a otra  vivienda ubicada a casi300 metrosen línea recta. También  observaron a  una mujer que  sacaba todos los días en la mañana a dos perros a dar una pequeña vuelta. Los animales correspondían a la descripción de  ‘Conan El Bárbaro’ y ‘Pirulo’, las mascotas del jefe de las Farc.

Además, reconocieron  a siete de  los miembros del  anillo de seguridad de ‘Alfonso Cano’, aunque nunca vieron salir de la casa al jefe guerrillero.

 

Los infiltrados de ‘Fénix’

Uno de los oficiales que coordinó el grupo de infiltrados de la operación que llevó a la muerte de ‘Raúl Reyes’ relató cómo se realizó la inteligencia del golpe que mostró que las Farc no eran invencibles.

“Todo  se inició tres años y nueve meses antes, a finales del 2004, fue un proceso en el que participamos cinco investigadores  fijos, el resto iban cambiando dependiendo de las necesidades.

En inteligencia lo primero que se debe hacer es tener la mayor cantidad de información del objetivo y hacer una perfil. Conocer sus debilidades, sus gustos, sus personas cercanas, su familia…. Entonces, ocho policías encubiertos  empezaron a recopilar la información. Unos eran chaluperos– conductores de chalupas–, un oficio que requiere preparación en motores, conocer el río y que la imagen sea acorde con la de los pobladores. No se puede mandar un mono de ojos azules a una zona indígena.

También nos hicimos pasar como conductores de jeeps, una pareja administró una finca de la zona y otro  era vendedor de una tienda. Con la información que teníamos, otros  lograron convertirse en proovedores del Frente 48, les llevaban medicamentos, uniformes y comida.  Casi siempre alguien de adentro le da a uno la entrada, lo presenta.

Los que llevaban la logística sospechaban que la remesa iba para Reyes cuando además del arroz y granos, pedían mariscos, gatorade, maní, enlatados importados. Esos nos decía que cada vez estábamos más cerca. Uno de esos agentes logró acceder dos veces al campamento, claro que no llegó hasta el sitio donde estaba el jefe guerrillero.

En ese momento uno tiene que empezar a perfilar a los guerrilleros con los que está teniendo comunicación para ver  cuál nos puede servir para darnos más información. Con ese trabajo se identificaron a tres de los miembros de esos anillos de seguridad que se convencieron. Uno nunca les dice que es un policía, eso no se puede hacer, los tantea como insinuándoles que  una gente está diciéndole a uno que le da plata si le colabora, pero que uno no quiere, y así los va convenciendo. Entonces logramos que con un GPS marcaran el punto exacto de la parte del campamento donde estaba Raúl”.

Con los infiltrados, que en total fueron como ocho, se descubrió el campamento. Ninguno de los encubiertos duró los tres años metido en la zona, hay que rotarlos. El que más duró estuvo un año y medio. En ese tiempo no pudo salir de esa área y nunca se comunicó directamente con nosotros. Para eso hay otros agentes de contacto, que se infiltran esporádicamente. Ellos se encargan de enviar la información y también de ser los ojos del agente con su familia, mostrándole fotos y videos de su esposa e hijos”.

 

“Hay que hacer todo, menos matar”

“El momento más difícil de trabajar de encubierto  es cuando uno llega, en el inicio es  más complicado, pero uno tiene que estar tranquilo, sabe que el éxito depende de la fachada que se crea. Siempre es más fácil cuando alguién de la organización  facilita la entrada.  El último trabajo que hice fue en la Costa, en un pueblito del Atlántico, con un grupo de narcos. Estuve cuatro meses con ellos, les iba a vender mil kilos de coca.

Me tocó permanecer con esa organización durante cuatro meses, mientas identificaba a los jefes. Hasta estuve en  fiestas  con putas y whisky. Todo lo que ellos hacían a mi me tocaba hacerlo. De infiltrado hay que hacer de todo, menos matar. Hay que ir preparado, con un convencimiento total.

En ese tiempo no vi a mi familia ni supe de ellos y los contactos con mis jefes eran desde lugares seguros, nada de cabinas o celulares. Al final logramos detener a los narcos”.

Miembro de un grupo especial contra el narcotráfico.

 

Foto: Bernardo Peña.