En una de las debacles más épicas en la historia influencer argentina, el jueves pasado Martin Cirio trató de ir contra el cantante El Dipy criticando una vieja canción del cumbiero de derecha y provocó que se desentierren años y años de su propio comportamiento problemático en las redes sociales. De un día para otro, el cancelador fue cancelado y ahora cumple el ritual habitual del mundo YouTuber: el video de disculpas públicas.
Es casi una década entera de burlas y chistes racistas, clasistas, gordofóbicos, misóginos que, encima, están mezclados con gags recurrentes sobre pedofilia, lo que tiene al influencer de 35 años hace días en trending topic de una forma que nunca esperó: #MartínCirioPedófilo #DesaparecéMartínCirio.
“Hoy leo mis tuits y de ninguna forma puede ser gracioso, me da vergüenza, cómo puedo ser tan monstruo de escribir esa mierda, no lo puedo justificar. Ni siquiera creo que fue humor porque no era gracioso. Era ser picante por ser picante”, dice en el video. “Pero no dejaba de ser un personaje. Repudiable y lo que quieran, pero un personaje. Juzgar eso como si fuese la realidad y decir ‘uy, me descubrieron, soy un pedófilo’, es una locura”.
https://www.youtube.com/watch?v=LJ1ojd2QeyY
Cirio insiste en que ese humor viene de otro tiempo de Internet, donde su clase de provocaciones estaban naturalizadas y propuestas desde un personaje. “Es como agarrar un tuit de Micky Vainilla y juzgarlo como si fuese Capusotto. Agarrar eso y ponerlo en un plano real es una locura. Las redes se mueven con un lenguaje propio que si lo sacás de ese contexto por supuesto que es un escándalo y no tiene sentido”.
Puede que tenga un punto: lo que decía es tan ofensivo ahora como en ese (nada lejano) entonces, pero hubo cambios sociales que bajaron la tolerancia al lenguaje violento. Llama la atención la comparación con Capusotto. La Faraona comparte muy poco con los artistas que hacen humor en los límites. Nada tiene de la tradición queer de Batato Barea o Alejandro Urdapilleta, ni del humor político de Capusotto o el más absurdo de Chachachá. Su sensibilidad es más comparable con el personaje gay de Fabián Gianola o de Francella en su peor época. Una versión trash y digital para, como dijo él, “la cloaca de Twitter” de principios de 2010, pero con una raíz profundamente hetero y patrialcal. Y así dibujó a su audiencia: La Faraona está ampliamente visto como un consumo paki.
El impacto del efecto recopilatorio que tuvieron los últimos días fue inmediato. Van más de 100 mil followers menos, proyectos que se caen, marcas que se alejan y amigos influencers con los que hace días estaba compartiendo cámara que ahora corren a despegarse de él con unfollows y silencio. Es el colapso de una de las figuras más prominentes del ecosistema de celebrities de internet locales, que había llegado a hacer de su fama su propia empresa, con shows y presentaciones por todo el país pre pandémico y a codearse con famosos y la tele.
Tráfico de influencers: cómo se explica el rejunte de #hashtagenvivo pic.twitter.com/I2QNWZM6ID
— cosecha roja (@cosecharoja) September 12, 2020
Perder ese lugar por el mismo comportamiento con el que lo consiguió es una ironía del destino que no se le escapa a Cirio. Hoy dice que gracias a ese lugar en el extremo, con su “humor” incorrecto, con su enema en vivo y sus historias escatológicas de sexo explícito, obtuvo una plataforma que le permitió, una vez deconstruido, darle espacio a causas más nobles y progresistas, como la legalización del aborto (mediante acciones como comandar su ejército de trolls contra personas como Amalia Granata). Y es ahí, dice él, que está el motivo de cierta saña adicional en su cancelación. “Me cargué un montón de causas al hombro y ese es el precio que estoy pagando…. Así es como sacan del medio los grupos más rancios a alguien que visibiliza cosas que nadie visibiliza”.
Para buscar tuits viejos de cualquier persona no hace falta mucho más que saber usar el buscador avanzado de Twitter. Si existe una movida organizada o no, es un hecho menor. Lo que está claro es que Cirio no es héroe ni mártir de nada. Ni progresista, ni feminista, ni mucho menos: apenas alguien que se dedicó a hacer bullying online a celebrities, pero también a personas con discapacidad, pobres, etcétera, y que orilló algunas causas progresistas cuando el viento y las métricas le dijeron que ese era el camino. De hecho tenía mucho más para sacar que ofrecer: pegarse a causas le daba una razón de ser que su “humor”, por caduco, ya no.
Que los trolls fachos lo elijan de blanco parece tener que ver más con que representa un blanco fácil e impresentable. Se inventan un rival a su medida. Quizás la última ofensa de La Faraona sea adjudicarse un lugar central en las luchas sociales que jamás tuvo.
Cirio surfeó y se montó sobre la ola del odio online hasta que se comió la curva en un cambio de marea. Ahora es un influencer a la deriva.