ayotzinapabuenosairesErnesto Núñez – Revista Reforma.-

Distrito Federal (06 septiembre 2015).- Todo comenzó en el aula de Música del Colegio Nacional de Buenos Aires, Argentina, en 1967. Al final del curso, 32 alumnos que se graduaban de secundaria se hicieron un retrato grupal sentados en unas gradas de madera. La imagen, impresa en blanco y negro, pasaría a la historia.

El joven Marcelo Brodsky ocupó un lugar en la segunda fila, arriba de las niñas, y sonrió a la cámara. Inocentes e ilusionados, aquellos estudiantes ignoraban que, nueve años después, el teniente Rafael Videla encabezaría un golpe de Estado que inauguraría una dictadura militar -y una época de terror- en su país.

Dos de los muchachos de aquella foto se contaron entre los miles de desaparecidos que se registraron durante la dictadura militar y, gracias a la buena memoria de Brodsky, aquella fotografía se convirtió en testimonio de su existencia.

En 1996, al cumplirse 20 años de la instauración de la dictadura, Brodsky volvió a la foto de su graduación; se preguntó qué fue de cada uno de sus compañeros, y creó el ensayo fotográfico La Buena Memoria, interviniendo la foto con apuntes sobre la vida de cada uno de los 32 alumnos.

Martín Bercovich, el mejor amigo de Marcelo, quien aparece a su lado en la fotografía, desapareció en 1976. Claudio Titsminetsky, sentado en la fila superior, murió en un enfrentamiento con el ejército.

Marcelo, por su parte, se exilió en España y estudió fotografía en Barcelona. Su hermano Fernando fue visto con vida por última vez en enero de 1980, preso en el campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada, en Buenos Aires.

Con un hermano víctima de la dictadura (a la fecha desaparecido), el fotógrafo decidió regresar a su país y poner su prodigiosa memoria al servicio de una causa.

La fotografía intervenida por Brodsky fue exhibida en el Colegio Nacional de Buenos Aires en 1997, donde se hizo un pase de lista simbólico de las generaciones que vivieron la dictadura. Se contaron 98 alumnos del colegio desaparecidos (hoy ya suman 110), y el acto concluyó con una fotografía en el Río de la Plata, y el surgimiento de una iniciativa para construir un monumento a las victimas del terrorismo de Estado, que hoy es el Parque de la Memoria.

BuenosAires

La foto intervenida se convirtió en un icono de la lucha que emprendieron miles de argentinos para buscar a sus familiares desaparecidos. Pronto surgieron otros álbumes escolares, que contribuyeron a localizar a víctimas y a documentar otros casos de desaparición forzada.

El ensayo fotográfico se convirtió en un libro y en una muestra artística que dio la vuelta al mundo. Entre 1997 y 2009, se expuso 120 veces en 26 países.

En noviembre del año pasado, el rector del Colegio Nacional de Buenos Aires le propuso al fotógrafo instalarlo de manera permanente en el claustro principal del colegio. Brodsky accedió, pero entonces se acordó de otras víctimas: los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero.

La desaparición de los estudiantes mexicanos -ocurrida en Iguala el 26 de septiembre- no había pasado desapercibida para el fotógrafo, ni para la mayoría de los activistas argentinos que durante décadas han luchado por recuperar a sus desaparecidos.

Se decidió entonces volver a hacer la foto del aula de música, esta vez con 43 estudiantes de la generación 2014, que elaboraron en su clase de plástica las letras para formar la frase “Vivos se los llevaron, vivos los queremos. Ayotzinapa”.

Brodsky estuvo detrás de la lente, y no entre los graduados… pero la imagen volvió a dar la vuelta al mundo.

En diciembre de 2014, la usaron los autores argentinos para manifestar su solidaridad con los 43 normalistas, durante un homenaje al poeta Juan Gelman en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Después, Brodsky y el Centro de Derechos Humanos de La Montaña, Tlachinollan, crearon el proyecto Acción Visual Ayotzinapa, y convocaron a fotógrafos y artistas visuales de todo el mundo a enviar fotografías similares.

En unos cuantos meses, se involucraron miles de personas en retratos colectivos de solidaridad con los 43 normalistas desaparecidos.

Cincuenta de esas fotografías, tomadas en Argentina, Italia, Estados Unidos, Costa Rica, Paraguay, Uruguay, Alemania, Reino Unido, Japón, Colombia, Brasil, Francia, Canadá, Chile, Suiza, India, Perú, Finlandia, Noruega, Bangladesh y 10 países más, serán expuestas en la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa a partir del 12 de septiembre. Será el final de una cadena de actos solidarios con las víctimas y sus familiares, con motivo del primer año de la desaparición de los normalistas.

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Lo más importante de Acción Visual Ayotzinapa es que cada fotografía es un acto solidario; cada imagen cuenta una historia similar, aunque con personajes diferentes: una persona, en algún lugar del mundo, convence a un grupo de tomarse un retrato colectivo con un mensaje de solidaridad con Ayotzinapa. Para convencerlos, esa persona les narra el horror ocurrido en Iguala. Sensibilizados por la historia, los miembros del grupo deciden tomarse la foto.

Así, se identificaron con lo que pasa en México, desde un grupo de estudiantes en un colegio de la Patagonia, hasta aprendices de fotografía en Tokio; un grupo de saharahuis o una comunidad estudiantil en Bangladesh.

“Importa el protagonismo grupal, la acción colectiva, el acto solidario y el mensaje”, explica Brodsky, “mucha gente en el mundo entendió la importancia de hacer un gesto de este tipo. Fue una manera de educar con la fotografía y usar la fotografía de una manera emocional”.

Convencido de que el lenguaje visual está adquiriendo un protagonismo mayor, y con efectos más contundentes que la comunicación escrita, Brodsky destaca el impacto del proyecto, no sólo por los 30 mil involucrados directos -entre fotógrafos y participantes en los retratos colectivos-, sino por los miles o millones que observaron las imágenes a través de internet, y las difundieron.

Líbera, la organización antimafia más importante de Italia, reunió a 20 mil personas en su congreso anual, y produjo en la Plaza de Bolonia la fotografía con más gente de la Acción Visual.

SUB, una cooperativa de fotógrafos argentina, logró el retrato de un equipo femenil de futbol en un barrio popular de Buenos Aires.

Giuseppe Oliverio, director del Museo Fotográfico de la Humanidad, captó en Paraguay a un grupo de menonitas alemanes que, luego de conocer el caso Iguala, se tomaron una fotografía con la leyenda “Justicia por Ayotzinapa”.

Los estudiantes del Goldsmiths College, en Inglaterra, enviaron una imagen con la leyenda “We are watching Ayotzinapa”.

El indio Nirvair Singh envió una foto con nueve jóvenes desde un monumento en Nueva Delhi.

Y el staff del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, en Santiago de Chile, se retrató con fotografías de los 43 desaparecidos.

Este museo va a editar un libro con las imágenes del proyecto Acción Visual, un texto introductorio del escritor mexicano Luis Hernández Navarro y un poema de Abel Barrera, fundador de Tlachinollan.

“No tengo una medida de la cantidad de gente que ha visto estas imágenes, pero son muchos miles de personas que participaron, no solamente mandando fotos, sino viéndolas y difundiéndolas, en un acto de indignación mundial”, añade Brodsky.

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El fotógrafo argentino lo dice con contundencia: “yo me he sentido muy marcado emocionalmente por Ayotzinapa y, como yo, millones de personas en todo el mundo. Se trató de un hecho criminal aberrante, diferente por su dimensión y por el cambio que supuso en la magnitud de la violencia, en la obviedad de la injusticia”.

-¿Por qué Ayotzinapa genera tanta solidaridad internacional, como no había ocurrido con otro caso en más de seis años de violencia en México? -se le cuestiona.

-Por el carácter excepcional y extraordinario, por su nivel de violencia, de ocultamiento y degradación de la vida humana en un caso colectivo. Es un hecho que recuerda Tlatelolco: el que no se haya aplicado justicia en la matanza de la Plaza de las Tres Culturas creó las condiciones para que se generara Ayotzinapa, que es otro Tlatelolco. Hay un eje entre dos hechos mayores de violencia desmedida e incomprensible, descomunal, que se dan con la complicidad del Estado -responde.

Brodsky califica como ejemplar la persistencia de las familias de los 43 desaparecidos, que fueron capaces de generar un movimiento en torno al hecho, sin bajar los brazos.

Una lucha comparable con el movimiento de las Abuelas de la Plaza de Mayo -creado en Argentina en plena dictadura para exigir al Estado la presentación con vida de sus desaparecidos-. Más de 30 años después, esas mujeres siguen peleando por la verdad histórica, la justicia y la memoria de sus hijos y nietos.

“Apenas la semana pasada acaban de encontrar a la nieta 117. ¿Esto qué quiere decir?, que son procesos que tardan muchos años”, refiere Brodsky.

Para el creador del proyecto Acción Visual, y curador de la exposición, hoy existen dos procesos de violencia -Colombia y México- que marcan la historia de América Latina, tal como en los 70 lo hicieron las dictaduras de Argentina y Chile.

“Son los dos principales factores de desestabilización de las democracias latinoamericanas; pero en Colombia por lo menos hay una negociación de la paz. En México, son tantos los actores y tan ocultas están las cabezas de cada caso, que es casi imposible hacer algo.

“Lo único que puede hacer uno desde afuera es solidarizarse y tratar de darle una mayor difusión internacional al caso, para que las autoridades se vean presionadas a investigarlo a fondo, o actos solidarios como el del equipo argentino de forenses”.

De eso se trata Acción Visual Ayotzinapa: un acto solidario, una forma creativa y emocional de representar el dolor de la ausencia.