Por Carlos Torrengo – Diario Río Negro

“Mirá Gringo, sabés de qué se trata la política: de no hacer complicado lo que es sencillo… De eso se trata”– le dijo hace más de 40 años Julio Bárbaro a Carlos Soria en el descanso de un curso sobre el “Manual de conducción política” de Juan Perón.

–”Eso hizo Perón, Gringo”– le agregó el locuaz e incisivo Julio Bárbaro, al que siempre Carlos Soria resguardó, al menos en sus emociones, de las furias que parten y unen al peronismo desde siempre.

Aquella reflexión de Julio Bárbaro hizo carne en Carlos Soria.

Tanto como esa otra que tres años atrás le deslizó Carlos “Chacho” Álvarez a metros de un bar que ya lo tiene inventariado: “Varela – Varelita”, calle Paraguay. Desde lo político-peronista, lo único que se profesaron ambos es el conocerse. Pero al rionegrino le quedó grabada una sentencia del porteño: “Cuando sos gobierno, en nombre del peronismo, el peronismo no te tolera que caigas en la perplejidad”…

En los meses últimos Carlos Soria recordó mucho aquellas reflexiones. No porque le abrieran una cabeza que, desde lo ideológico, ya estaba sellada. Sino porque lo reafirmaban en la lealtad a una matriz cultural, política fundacional del peronismo: gobernar desde esa tienda implica hacer aceptar que el poder se intoxica con muchas cosas, “pero no con debilidad”, decía.

Ésta es la razón por la cual Carlos Soria siempre se sintió cómodo en el peronismo. Jamás se permitió ni siquiera un amague de correrse.

Una comodidad que hizo a una exigencia misma que en clave a ejercicio del poder siempre reclama el peronismo: no encontrarse sin palabras y acción de cara al mando. A gobernar.

“No hacer migajas la oportunidad que nos brinda el tener el poder”, le dijo hace varios años Carlos Soria a Bruce Hofmann, cuando éste, un americano especialista en terrorismo invitado por el Parlamento, le preguntó qué era el peronismo.

Y le acotó: “El peronismo puede tener mil caras, poco importa porque de hecho es un aparato de conquista y ejercicio del poder… Todas las caras nos sirven”.

Y en ese camino, Carlos Soria jamás se permitió hacer política bajo exigencia de complejas elaboraciones intelectuales.

Para él, como práctica, el peronismo resumía una seductora realidad: estar y estar en camino…

Para ese andar no soslayó impulsos incontrolados. Cero miel. Todo agrio de ser necesario.

Peronismo de madera muy peronista.