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Por Sebastian Gabriel Rosa *

Los hinchas no son inadaptados ni faltos de civilización: son personas socializadas en una cultura que celebra las prácticas violentas en el fútbol. El sociólogo especialista en temas de seguridad en el deporte Sebastian Gabriel Rosa analiza cómo la final de la Libertadores se convirtió en un fracaso político, social y cultural.

D’Onofrio, Angelici, Domínguez, Larreta y la mayoría de los periodistas repitieron la hipótesis de “un grupo menor de inadaptados”,  que son “violentos y arruinaron una fiesta para todos”. Los hinchas no son inadaptados ni faltos de civilización: son personas socializadas en una cultura que celebra en el contexto del fútbol prácticas violentas, algunas que incluso condena en otros ambientes.

A partir de esas acciones violentas no sólo agreden. También conforman grupalidades, afirman identidades, definen masculinidades. La estigmatización de las barras bravas señaladas como únicas culpables de las múltiples violencias en el fútbol oculta un sinfín de prácticas violentas que incluyen a periodistas, dirigentes, funcionarios, políticos, hinchas no barras.

La agresión al micro de Boca -se ve en los múltiples videos virales- fue realizada, avalada y festejada por miles de hinchas de River, no sólo por barras. El modo de ser hincha en la argentina está íntimamente ligado con la demostración constante del aguante, el honor y las masculinidades. Los medios, dirigentes y el propio presidente de la nación juegan un rol fundamental reafirmando los códigos propios de la lógica del aguante.

En esa ética hay una serie de prácticas violentas que no sólo son legítimas sino esperables y deseadas. La legitimidad de esas prácticas es el motor de su repetición. La falta de trabajo y políticas para su transformación, la base de los fracasos en la prevención.

Los operativos de seguridad.

La organización de la seguridad obliga a los clubes a contratar para un evento privado a las fuerzas de seguridad estatales. Así, se da una semi-privatización de la seguridad que, a su vez, permite a cada parte desligarse de sus responsabilidades. Los clubes alegan que, al contratar a la policía, delegan la seguridad al Estado. Los organismos y gobiernos responsabilizan a los dirigentes por sus vínculos con las barras. Todos señalan a las barras bravas.

Lo que no dicen es que tanto las cúpulas policiales como los organismos de seguridad, dirigentes, políticos y políticas negocian con las barras para gestionar los conflictos y regular las violencias. La incapacidad y obstinación les impide visualizar las raíces culturales de las prácticas violentas.

Ante los diagnósticos fallidos se repiten las propuestas que, desde 1985 con la ley 23.184 de espectáculos deportivos, plantean modelos de represión, policiamiento, prevención situacional y punitivismo. La sofisticación tecnológica de estos modelos no logró prevenir las violencias, que aumentaron en este período.

Además de confundir los diagnósticos y las propuestas los operativos de seguridad fracasan, muchas veces, por la propia ineficacia de la organización y de las fuerzas de seguridad. No hay otra forma de explicar el traslado del micro de Boca directamente hacia un millar de hinchas de River.

Los hechos del sábado no se limitaron a piedrazos y gases contra el micro de Boca. Empezaron con robos de entradas a hinchas de River, corridas ante intentos de hinchas de ingresar sin entradas, represión policial a hinchas que querían entrar o salir del estadio, robos en los alrededores, entre otros. En ese marco, los dichos de Macri pretendiendo instalar el público visitante como excepción en la final de la Libertadores y la palabra de Bullrich asegurando la capacidad del gobierno de organizar el partido de manera segura, enmarcándolo en la previa a la reunión del G-20, desataron los memes y las críticas.

Lo que muestra el fracaso del operativo no es la imposibilidad de que se jueguen partidos con visitantes, sino su incapacidad para organizar partidos, sea con o sin público visitante. Porque el problema central no pasa por los posibles enfrentamientos entre hinchadas rivales sino, por un lado, en la legitimidad de las prácticas violentas como condición de posibilidad de esos actos y por otro, en la insistencia en dispositivos penales represivos que desconocen esas lógicas.

La doble moral

En mayo de 2015, también por Copa Libertadores, hinchas de Boca agredieron con gas pimienta a jugadores de River. El partido fue suspendido y se dio la clasificación a River. 50.000 hinchas de Boca, mientras los jugadores de River no podían jugar, gritaban que “el que no salta abandonó” y que “sos cagón”.

Una canción de la hinchada de Boca actualmente alude al hecho gritando que “en la Boca abandonaste, nos ganaste en Paraguay”. El presidente Angelici dijo que los partidos debían resolverse en la cancha. Los jugadores de River se quejaron de la falta de solidaridad de los de Boca. El presidente D’Onofrio voló a la sede de CONMEBOL en Paraguay y pidió la suspensión del partido con clasificación de su club. Les hinchas de River, campeones de ese torneo, cantan felices ante los hinchas de Boca en cada clásico que “tiraste gas, abandonaste” porque “sos cagón”.

La enorme similitud de esos hechos con los de este fin de semana posicionó a cada uno en el lugar del otro. Angelici reclama a la CONMEBOL que se suspenda el encuentro y se de por ganado el partido al Xeneize. Los jugadores de Boca denunciaron falta de solidaridad de sus pares de River. D’Onofrio pidió públicamente que Angelici no solicitara la sanción del estadio de riverplatense, lo acusó de traición por pedir los puntos y reclamó que el partido se juegue, que sea en el Monumental y con público local. 50.000 hinchas de River, en las tribunas, cantaron que Boca “abandonó” por no querer jugar el partido con jugadores lastimados. Hinchas de Boca en un banderazo improvisado en la puerta del hospital donde estaba Pablo Pérez gritaron que “el que no salta, abandonó”.

La doble moral, aliada de la sospecha conspirativa, es una práctica extendida en los protagonistas del fútbol argentino. No son actitudes particulares sino éticas culturales incorporadas por les distintes actores del fútbol. Cada une prioriza el éxito deportivo por sobre la justicia y la equidad. Cada une festeja el fracaso ajeno. Cada une pone en juego su honor en la victoria y en la derrota. Por lo tanto, no importa tanto la competencia como el resultado.

La CONMEBOL, la FIFA y el show global.

Ante el escándalo, tuvimos que soportar a Domínguez e Infantino, presidentes de la CONMEBOL y la FIFA, presionar para que el partido se jugara. El papelón implicó reprogramaciones múltiples de las 17hs a las 18hs, luego a las 19:15hs, luego al domingo a las 17hs, y una vez más hasta la reunión del martes a la mañana para confirmar cómo se sigue. Poco les importó que hubiera jugadores lesionados y en el hospital. Menos aún la cantidad de hinchas que esperaron dentro y fuera del estadio durante horas y horas sin noticias y con poca información oficial. Tampoco les habían importado les hinchas que en la cancha de Boca esperaron horas bajo la tormenta una suspensión que llegó tarde, el sábado 10 en la final de ida. El partido, como mercancía global, había sido vendido para su transmisión en todo el mundo (lo que influyó en la decisión de días y horarios de los partidos) y era auspiciado por marcas que esperaban su visibilidad.

La postergación, además de una pésima imagen nacional ante el mundo, implica un problema para los negocios y las ventas de las asociaciones del fútbol profesional que les provocan conflictos con marcas, auspiciantes, televisaciones. En el mercado mundial la salud de los jugadores y los derechos de los hinchas son detalles, costos, frente a la continuidad de show global. Algún día deberemos hacernos cargo de que han tomado el fútbol que tanto nos gusta, lo han empaquetado y lo han vendido, y no somos nosotros quienes lo compramos, pero sí quienes lo pagamos.

Poco importa la resolución deportiva de la final si no se rompe la continuidad de estos mecanismos. Con ellos perdemos todos y todas.

*Licenciado en Sociología. Becario del Observatorio de Políticas de Seguridad de la Provincia de Buenos Aire. Investigador miembro del Seminario Permanente de Estudios Sociales del Deporte y del Núcleo de estudios sobre Seguridad en la provincia de Buenos Aires.