Desde hace dos años, un grupo de mujeres a lo largo de Chile se organiza para exigir la atención de las autoridades ante un problema con el que cargaron durante años en silencio. Quieren despojarse de las fajas, abandonar las complicaciones físicas y psicológicas de llevar un colgajo de piel en el vientre que las aflige y reprime. Pelean por el derecho a reconstruirse: “Queremos que nos devuelvan la dignidad”, dicen.

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Noelia Provoste tenía 23 años el día en que los médicos decidieron practicarle una cesárea horizontal, por encima del pubis. La intervención terminó partiendo, con el paso de los años, su estómago en dos. Su vientre quedó desfigurado.

—Ese día murió la mujer que yo era en un pabellón. Nací como madre, pero morí como mujer.

La mala ejecución de la cesárea le dejó una cicatriz con la forma de un corvo. Más tarde, con el desgaste de los músculos y la elasticidad de la piel en la zona, Noelia ganó un colgajo en su estómago que comenzó a definir su presente.

“Mi hija tiene 22 años y hasta hoy no he podido estar con ningún hombre desnuda. Me dejaron tan fea la guata que es como un poto que tengo”, explica.

Para tener relaciones sexuales con su pareja, Noelia preparaba un uniforme que ocultara su estómago durante el acto. Tenía que ser algo especial: podía desnudarse hacia arriba o abajo, pero jamás descubrir el sector abdominal. Sus parejas le discutían y le pedían que descubriera su cuerpo hasta que todo terminaba mal:

—Él me decía sácatelo, yo insistía que no y quedaba la embarrá. Por eso opté por estar sola. Actualmente sin pareja ni pololo. Olvídese el daño a mi autoestima. Yo soy vanidosa, pero saqué el clóset de mi pieza porque tiene espejo. Un espejo para verse completa en mi casa no existe.

Aunque solo pesa 66 kilos, Noelia sufre de una patología oculta y naturalizada como parte exclusiva de la obesidad, llamada “Guatita de delantal”, en referencia a los pliegues de piel que cuelgan debido a la fatiga en la piel y el músculo. Además de una cesárea mal realizada, este problema también puede ser una consecuencia natural del embarazo.

“Se produce por un exceso de piel con cantidad variable de grasa en la zona abdominal inferior, condicionada principalmente por cambios importantes de peso, como ocurre en los pacientes que se han sometido a una cirugía para bajar de peso o posterior a un embarazo. Queda un abdomen colgante que produce molestias funcionales como presencia de hongos o infección del pliegue, dificultad para poder realizar las actividades diarias y vestirse”, explica Monserrat Fontbona, presidenta de la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica.

El nombre proviene de los grandes pliegues que se forman en el abdomen, “que tienen la forma de un delantal de cocina”, añade el médico cirujano Patricio Rosas.

En algunos casos, el colgajo del vientre puede llegar a pesar más de 5 kilos y extenderse tapando desde la zona genital hasta las rodillas, dependiendo de la altura de las pacientes. Dado que ni ejercicios ni dietas pueden recuperar la zona de piel dañada, se hace necesaria una intervención llamada abdominoplastía, que hoy motiva la lucha de una agrupación a lo largo de Chile.

Las heridas de la maternidad

Después de años de vivir fajándose el estómago, Noelia escuchó sobre una convocatoria en las plazas públicas realizada por el abogado y concejal Rubén Urrutia, quien patrocinó en 2013 la demanda de una mujer tras una cesárea mal ejecutada, consiguiendo su indemnización.

Proveniente de la comuna de La Pintana, una de las zonas periféricas más empobrecidas de la capital, el abogado se decidió a realizar un estudio sobre el problema y constató la realidad de mujeres de todas las edades afectadas por la patología, sin recursos disponibles para enfrentarlo a través de una intervención quirúrgica.

El análisis lo llevó a concluir una idea que daría el pie a la lucha de la Agrupación Guatita de Delantal, desde febrero de 2016:

—Hay un fundamento de empatía, porque hay un menoscabo a la autoestima, que está asociada con la dignidad humana. La dignidad es la piedra angular de todas las garantías constitucionales. Si una persona ve afectada de forma tan violenta su autoestima, su dignidad está cercenada.

El mensaje fue corriendo de boca en boca. A la primera marcha asistieron siete personas y hoy son más de 200 las personalidades jurídicas de la organización que se extienden en las regiones del país, reuniendo a hombres y mujeres de todas las edades.

Organizándose, han comprendido que la patología que padecen es en realidad un problema médico, de dimensión física y mental, con diversas repercusiones en sus vidas y una profunda incomprensión de parte del resto de la sociedad. Han dejado de sentirse culpables por vivir en la tristeza.

“Por primera vez estoy haciendo algo por mí. Se nos inculca desde chicas que debemos prepararnos para cuidar a nuestros hijos y atender a nuestros esposos. Hoy estamos luchando por nosotras”, cuenta orgullosa Noelia, la primera en organizar la sede en Talca. A sus 45 años, recalca que no se siente fea, pero que algo no la deja desenvolverse:

—Tengo mucha personalidad, pero no puedo. Esto me cuelga.

Con distintas experiencias de abandono y rechazo, las mujeres que padecen de la patología del vientre caído han aprendido a esconder su cuerpo hasta de sí mismas. En retrospectiva, Noelia confiesa que no se arrepiente de haber sido madre, que sus hijos son su alegría, pero que cuando mira fotografías de ella antes de sus partos, no se reconoce.

“Es como si los médicos tiraran a una mujer al matadero, la cortaran, la cocieron y no les importó cómo la dejaron, ni sus consecuencias en la vida cotidiana”, complementa Mirta Espinoza, vocera nacional del movimiento.

En su camino como dirigenta, ha escuchado numerosas historias de mujeres que heredaron una güatita de delantal tras el embarazo. Por ello, se ofusca y dispara contra el sistema de salud, que en su desigualdad de recursos parece ofrecer resignación ante la grave secuela a unas y oportunidades a otras.

Mirta toma aire y se descarga:

¿Por el hecho de ir a un hospital público tienen que hacerle ese daño tan grande a una mujer? Si vas a una clínica privada, ellos se preocupan, porque ahí hay plata. Los demás no tenemos ese privilegio y no lo vamos a tener nunca. Nuestros hijos son nuestra prioridad, nunca nos vamos a arrepentir de haberlos tenido, pero ¿por qué por dar a luz tenemos que estar soportando esta humillación?

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Soledad y reconstrucción

Pese a que la güatita de delantal suele pensarse desde un punto de vista estético, los médicos confirman que tiene una serie de dolencias físicas asociadas que terminan por desarrollarse junto a las complicaciones psicológicas. Además de problemas de desplazamiento, provocados por el roce de los pliegues de la piel y el propio calor del cuerpo, la zona comienza a incubar hongos, provocando malos olores y una serie de gastos asociados a productos dermatológicos.

Rosas lo confirma: “El pliegue, que tiene un grosor de medio centímetro pero con extensión variable, tiende a producir infecciones, heridas y necrosis por comprensión de ropa que utilizan para disimularlo, como las fajas. Se producen muchas infecciones por hongos muy difíciles de tratar”.

El Movimiento Guatita de Delantal, en su mayoría forjado por mujeres, también acoge a hombres de distintas edades. La mayoría llega después de haber enfrentado la obesidad y otras complicaciones derivadas de este cuadro, un problema de salud que Chile lidera en Latinoamérica, con un 63% de la población adulta afectada, según estudios de la Organización Mundial de la Salud.

Cristina Fernández, vocera de la región de La Araucanía, fue obesa mórbida. Pesaba 115 kilos hasta que se sometió a una manga gástrica que terminó con el problema del sobrepeso, pero trajo otro: el colgajo en su vientre. Tras un largo proceso de organización en la zona, consiguieron 12 cupos para abdominoplastías, que irán acompañadas de evaluaciones de nutricionistas y psicólogos, que comenzarán a realizarse en noviembre.

Para ella, la asesoría del Estado en materia nutricional es fundamental:

—Si nos educaran en la vida saludable desde chicos, sería otra cosa. Antes, el niño que no comía no era sano, a mí me acostumbraron siendo obesa.

A lo largo del país, se suman experiencias de intervenciones gratuitas: en las ciudades de Antofagasta, Temuco y Angol decenas de mujeres podrán operarse gracias al desarrollo de planes pilotos. Pero las activistas saben que no se trata de una solución definitiva y que todos los planes peligran con los cambios de gobierno. Aunque el Congreso ya acogió la idea de establecer un copago Fonasa para la intervención, ellas buscan que sea considerado en el plan Auge, que garantiza por ley la atención de salud.

Los médicos son los primeros defensores de la cirugía en pos de la calidad de vida de las y los afectados: “Permite reparar secuelas producidas por una baja masiva de peso en lo físico, psicólogico y también en lo social, por lo tanto es fundamental en la reconstrucción de la autoestima de estos pacientes”, reconoce la doctora Fontbana.

A inicios del 2000, durante el gobierno de Ricardo Lagos, la primera dama Luisa Durán impulsó una iniciativa llamada “Sonrisa de mujer”, que tenía por objetivo ayudar a 10 mil mujeres de escasos recursos para que pudieran arreglar su dentadura. A través de intervenciones financiadas por el Estado, el programa buscaba reconstruir la sonrisa y dignidad de cientos de chilenas y se vio rápidamente sobrepasado por la demanda, llegando a atender a más de 25 mil mujeres de Arica a Punta Arenas.

Con el tiempo, la iniciativa ha sido elogiada por diversos sectores políticos, aunque por entonces también contó con algunos críticos de la utilización de recursos públicos en reconstrucciones con fines estéticos. Hoy vuelven a aparecer.

“Que nos devuelvan la dignidad”

—¡Guatonas, cierren el hocico! ¡Chanchas! ¡Dejen de comer!

Las mujeres de la agrupación escuchan diversos insultos mientras avanzan por las calles para dar a conocer su demanda. Distinguidas por poleras anchas y negras con el logo del grupo, parecen preparadas para seguir el camino y hacer caso omiso a las críticas de quienes las cuestionan por no aceptarse como son. Aunque ellos tampoco las acepten.

Para la vocera nacional del movimiento, este tipo de recriminaciones que intensifican su tono en redes sociales refleja una profunda hipocresía moral: “¿Me van a decir que no hay daño psicológico? Ellos mismos lo provocan, nos discriminan todo el tiempo. Con esto se comprueba que nos insultan y humillan por ser cómo somos”.

No todos están de acuerdo con que las abdominoplastías sean financiadas por el Estado. Para algunos, la demanda no aborda un problema de salud grave a resolver, en comparación con otras patologías. Les dicen, de buena y mala forma, que aprendan a quererse a sí mismas.

Mirta ha escuchado varias de estas reflexiones y las cuestiona con seguridad: “No somos felices, que queremos aparentar algo que no sentimos. No es feliz que todos te miren en la calle o que tus propios hijos te comenten sobre tu guata. El hombre es machista, nunca va a reconocer que sufre. Las mujeres somos más abiertas y no por ser dueñas de casa no queremos vernos lindas. Queremos que nos devuelvan la dignidad”.

Su compañera Alicia fue mamá a los 16 años y subió de peso rápidamente, hasta llegar a los 84 kilos. Corrían los ’80 y no abundaban los métodos para proteger la piel ni los consejos sobre el cuidado del peso durante el embarazo. Su vientre quedó colgando y comenzó a vivir violencia psicológica de parte de su ex marido, lo que le ha valido tratamientos psicológicos hasta hoy.

—Sufrí mucho daño en mi matrimonio. Mi guata salía en todas las discusiones. Al extremo de decirme: oye, corre tus charchetas de acá.

Más tarde conoció a su actual pareja, con quien lleva más de 30 años de relación: “Él es diferente, siempre me dice que me quiere como yo soy. No tengo problemas en lo sexual, pero la tranca está en mi mente, porque el daño ya está hecho. Nuestro autoestima está muy bajo, no tenemos una intimidad libre. Siempre con tapujos, siempre con la luz apagada”, reconoce.

Todas acumulan experiencias de violencia psicológica. Muchos veces ejercida por parte de sus parejas, que luego terminaron en divorcios o abandonos, y en otras ocasiones, por sus hijos y entorno laboral. Bajo la faja esconden una piel que las aflige en la intimidad, el espacio público y la vida cotidiana, cada vez que son discriminadas laboralmente o agredidas por su apariencia. O cuando, a la hora de ir al casino, durante el almuerzo, les reprochan porque comen.

Francisco Flores es psicólogo de la ONG Mente Sana. Ha colaborado con la agrupación a través de su apoyo profesional y asegura que, detrás de la historia de las personas que viven con una guatita de delantal, se agrupan una serie de dificultades anímicas, como trastornos del ánimo y estados depresivos.

—Nuestra psiquis no es solo actividad cerebral, también se conforma por una materialidad cultural, por lo que es muy importante ver dónde se inserta. Y por supuesto que estamos en una cultura donde el culto al cuerpo y el estereotipo de cómo deber ser nos afecta a todos, no hay nadie que esté sobre eso. Cada uno lo enfrenta con mayores niveles de consciencia.

El especialista cuestiona que se acepte solo una parte del problema, al cubrir la intervención de la obesidad, pero no sus resultados en la salud mental. “Como si uno fuera solo cuerpo”, apunta.

“Es una reconstrucción de sujeto, no solo estética. Uno podría justificarlo solo debido a las molestias físicas y de salud, pero han estado sometidas a un bullying constante. Ellas cuentan que a veces sus propios médicos les dicen cosas insultantes cuando van a atenderse. No están peleando por una modelación de su cuerpo, más bien piden tener los padeceres de la gente común, con un poco más de peso, pero sin este malestar adicional”, argumenta.

La situación empeora al considerar la precariedad del sistema de salud mental. En los centros de atención pública, los pacientes pueden esperar meses por una hora de atención con el psicólogo o psiquiatra y la inversión del Estado chileno es una de las más bajas de los países de la OCDE, con apenas un 2% del PIB.

Alicia dice que el Estado podría ahorrar el dinero que se gasta en otorgar una atención sin resultados:

—Nos llenan de pastillas, que no es la idea porque estamos sedadas todo el tiempo y el drama sigue igual.

Un proceso de sanación colectiva

Cuando las mujeres de la agrupación comenzaron a juntarse, un rápido camino de recuperación del autoestima se inició para ellas. Ya no estaban solas en el mundo: las trancas, miedos y tristezas se aliviaron al ser compartidas.

Al calor de onces y reuniones en algunas de sus casas, también lograron abrir un espacio íntimo sobre sus cuerpos, mostrando el vientre a otras en un momento íntimo que ni siquiera habían sostenido con sus familias, acortando la censura sobre sí mismas.

—Vivimos aceptando en silencio, escondimos todo nuestro dolor debajo de la ropa. Cuando nos juntamos y escuchamos, es como si nos sacáramos todas la ropa y estuviéramos desnudas. Es como decir: sí, esta soy.

Noelia Provoste sabe que las personas que no han experimentado esta patología difícilmente se pondrán en su lugar. En su trabajo como dirigentas, una de las claves ha sido dar a entender al resto la tristeza con la que cargan, en búsqueda de una reparación emocional que va mucho más lejos de la idea de la perfección corporal.

Francisco, el psicólogo que las asesora, cree que el desarrollo de sociabilidad es una forma de combatir los problemas de la salud mental.

“Ellas han descubierto en la organización una forma de enfrentarse a esto, porque está demostrado que cuando la gente se junta, se coordina y se preocupa por el otro es más solidaria, los problemas emocionales tienden a disminuir y a enfrentarse mejor”, destaca.

Hoy se definen como una familia a lo largo de Chile y parecen fortalecidas por el proceso. Aseguran que esta pelea no se trata de defender su patología como la más grave y urgente: Toda lucha por la salud es constructiva en Chile, dicen, pero hay que formarla. Salir a la calle y hacerlo. Eso las diferencia.

Alicia Lira lo refuerza:

-Invito a la gente que nos critica a que salgan a las calles y luchen por lo que creen que es justo. Nosotros creemos que es la salud. Nos han dicho cosas tristes, nos han humillado y es triste cuando viene desde tu propio género. Pero no tomamos en cuenta lo que dicen, seguimos en la lucha. Nuestra fuerza es más grande.

*ESTA NOTA FUE ESCRITA EN EL MARCO DE LA BECA COSECHA ROJA Y FUE PUBLICADA TAMBIÉN EN EL DESCONCIERTO.