Por Luis Ángel Sas – Cosecha Roja.-
Efraín Ríos Montt, “El General” que daba miedo en los años 80, el Augusto Pinochet de Guatemala, parecía inofensivo esa mañana de diciembre. Estaba sentado en la antesala de la Fiscalía de Derechos Humanos. Había ido a preguntar si lo iban a capturar. Sí, eso era lo que quería saber. Tenía las manos encontradas una con otra mientras movía su pierna izquierda. La mitad de cabello que le queda ya blanquecino y las grandes cejas grises; las arrugas que le parten el rostro y su risa nerviosa lo hacían ver hasta gracioso, como el abuelo que siempre se quiso tener: esos a los que las nietas le pellizcan las mejillas caídas.
Ríos esperaba en la Fiscalía, una vieja casa de madera y concreto ubicada en el corazón de la capital de Guatemala. En los últimos cuatro meses capturaron a su ex Ministro de la Defensa, su ex Jefe del Estado Mayor y a su ex Jefe de Inteligencia. Todos por lo que pasó en los años que era Presidente. No tiene dudas de que van por él.
–Hay una lista de acusados de genocidio y allí está mi nombre — lo dice como asumiendo lo que viene.– No quiero una captura de espectáculo, de película. Que me citen a un juzgado y yo llego.
Ríos Montt había sido nombrado Presidente tras un golpe de Estado en 1982. “Vamos a matar pero no a asesinar”, dijo al asumir. Maestro en la retórica, sus cadenas en televisión nacional iban cargadas de moralidad y cristianismo. Aunque su régimen fue uno de los más sangrientos: más de 600 masacres en todo el país y miles de personas desaparecidas. En 1983 su Ministro de la Defensa, Oscar Mejía, también militar, dio un golpe de Estado que lo retiró del poder por su excesiva violencia contra la población.
Entonces dijo sentirse orgulloso porque “en un año y seis meses ganamos la guerra que no se había podido en 16 años”. Ríos entendía que la única forma de ganar era asesinando a guerrilleros e intelectuales que coqueteaban con la izquierda sin siquiera empezar un romance.
El ejército creó al menos 10 destacamentos militares que funcionaron como campos de tortura donde utilizaban desde químicos hasta descargas eléctricas. Ríos puso en marcha tribunales de fuero especial integrados por militares que condenaban a muerte a guerrilleros o sospechosos de ayudarles. Se crearon para legitimar las ejecuciones extrajudiciales porque todos los juicios eran privados y nadie conocía la identidad de los “jueces” ni las supuestas pruebas.
— Yo soy el que hace las leyes. En vez de cadáveres en las calles vamos a fusilar a los que cometan delitos. Soy Presidente, aunque de facto, pero yo digo que soy mayordomo porque ahora mi tarea es limpiar la casa—decía.
Debido a las constantes quejas que recibía, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le preguntó por “los últimos” fusilados. Le respondió por carta: “No son los últimos. Son los primeros. Antes aparecían en las calles las personas ejecutadas. Cada quien mataba a quien quería matar”. El organismo entendió que ahora él tenía el monopolio de las muertes.
En marzo de 1983, cuatro días antes que llegara el papa Juan Pablo II a Guatemala, Ríos ordenó fusilar a seis supuestos rebeldes. El Papa ya había solicitado clemencia al General y se había programado una reunión para tratar el tema pero el 1 de marzo los hombres fueron llevados a las 5 de la mañana a un cementerio para ponerlos delante del pelotón.
Los periodistas que han entrevistado a Ríos Montt dicen que casi siempre terminaron siendo ellos los entrevistados. La capacidad dialéctica, casi mágica, de “El General” goza de respeto. Por eso esperaba una actitud más agresiva o irónica de su parte aquella mañana de diciembre. Parece que sus 85 años pesan demasiado y le consumen mucha energía como para molestarse en ligerezas. O la preocupación de que por fin ese brazo llamado justicia esté a punto de agarrarlo -y no sólo arañarlo cómo en los últimos 10 años- le ha ganado la partida a sus respuesta rápidas e ingeniosas.
El General hoy es Diputado y por eso tiene inmunidad hasta el 14 de enero, cuando finalizará su puesto en el Congreso. En 2006 la Audiencia Nacional de España emitió una orden de captura internacional por el delito de genocidio. su última carta en las elecciones generales.
Su abogado Danilo Rodríguez, dice que su cliente tiene buena salud, que no se escudará en un hospital como hizo Pinochet, que afrontará la justicia y que tampoco intentará escapar. De hecho. Vive “preso” en el país y sin pasaporte.
El fiscal que ha detenido a los ex subalternos de Ríos le explicó que no puede iniciar ninguna investigación contra él mientras esté en su cargo y que después ya se verá. Ríos se marchó de la oficina sin tener una respuesta concreta pero antes anotó su dirección en un papel para recibir notificaciones. No era necesario porque en la fiscalía la saben de memoria. Todos los casos que llevan en esa oficina ocurrieron durante el conflicto armado interno del país que duró 36 años (1960-1996), tiempo en el que murieron 200 mil personas y 45 mil permanecen desaparecidas.
En un rincón de la oficina hay un colección de elefantes de diversos colores y tamaños: es para recordar que lo más importante es no olvidar a las víctimas así como los elefante jamás olvidan su camino.
Foto tomada de Noticias de Guatemala
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