“¡I’m sorry! I’m so sorry si ofendí a alguien, no era mi intención”, dijo Santiago Artemis después de su más reciente gaffe. El diseñador conocido por sus hombreras pomposas estaba en pleno live de Instagram desde su atelier, mostrándole atuendos al influencer Lizardo Ponce. La clave era encontrar un look para cuando Ponce interpretara “La Cobra”, el hit de Jimena Barón, en el Cantando 2020. Mientras revolvía sus percheros, escupió su “chiste” sobre la cantante: “Está gorda y tiene que dejar de hacerse la flaca en redes”.
No es la primera vez que Artemis hace comentarios ofensivos y después tiene que disculparse. Cuando presentó No hay tiempo para la vergüenza, su docureality en Netflix, Artemis generó polémica por un momento de “humor” transfóbico en una breve escena. “Parezco una trava de Once con estos tacos”, dijo en referencia a que los zapatos eran de mala calidad.
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Tras el rechazo a sus dichos por parte de la comunidad LGBT+, Artemis respondió: “No hay forma de que yo discrimine a nadie. Uso polleras y tacos todos los días de mi vida. Tengo como vos las agallas para salir y vivir mi verdad libremente.”
Para ser tan torpe declarante, Artemis fue siempre hábil como relacionista público. Hijo de una familia acomodada de Tierra del Fuego, vino a Buenos Aires a los 18 y usó su look -una mezcla de Klaus Nomi con Joan Collins en Dinastía- como carta de presentación. “Soy un diseñador como John Galliano, que hace creaciones en la pasarela pero también sobre sí mismo”, dijo en una de sus primeras entrevistas.
Su presencia llamativa en eventos sociales rápidamente le abrió camino a sus diseños -muy inspirados en el power dressing de los 80-, que llegaron primero a la revista local Catalogue y luego se colaron en producciones de Vogue italia, y más tarde en las alfombras rojas de la farándula local.
Aunque su look sugiere, por su no binarismo, cierta disrupción, es una coraza. Así como sus referencias y sus artilugios de diseño, los discursos e ideas de Artemis parecen estar ancladas en la era de los diseñadores de fines de siglo 20 que definieron la estética del lujo y la riqueza, y qué cuerpos podían encarnarla.
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“En este momento la identidad de las mujeres se construye sobre la base del mito de la belleza, el ideal de mujer visible a la que deberíamos aspirar para acceder al amor romantico y herosexual, la maternidad -que es eso que en teoría nos realiza-, pero también a los mejores trabajos y los mejores lugares”, dijo a Cosecha Roja Lala Pasquinelli, una de las creadoras de Mujeres que no fueron tapa, el proyecto que recorta los lugares comunes de las revistas y da una respuesta política y estética a las imposiciones de la moda, la tiranía magra de las corporalidades y el ninguneo a quienes no cumplen los requisitos.
Mientras ignore o elija ignorar estas luchas, Artemis va a seguir pidiendo disculpas a “grupos sensibles” por “si alguien se sintió herido”. Ahora empieza a percibir el costo político de no hacerlo, aunque todavía no parece entender el impacto dañino de sus palabras. Para él están justificadas y deben ser “tomarse con humor” solo por su intención inofensiva.
“A veces en el acelere de querer divertirlos a ustedes podemos hacer chistes que son un poco fuertes”, dijo en la misma transmisión en el que se le escapó su gordofobia. “Está bien que me llamen la atención y que me tiren de la oreja y digan ‘che, mirá te pasaste de rosca’. I’m sorry, no quería ofender a nadie”. Su amigo influencer dio por concluido el tema: “Ok, Artemis. Después quiero ver la campera…”