Descolonizar la historia Mapuche

Si se leen bien, los mismos documentos que cuentan la invasión y la resistencia Mapuche esconden claves para entender la resistencia que ya lleva más de cinco siglos. El libro "Por su valentía se llaman tigres" del escritor y periodista Adrián Moyano se presenta en Buenos Aires el 18 de octubre. Aquí, un adelanto.

Descolonizar la historia Mapuche

11/10/2019

Miro hacia el norte desde la orilla de un lago con nombre de isla. La machi quiso presentarse ante el esplendor y la fortaleza de su newen. Nos advirtió: “si no, corro el riesgo de enfermarme”. Nadie más sana que ella en ese grupo de hombres y mujeres que hace equilibrio sobre el pedregullo de la playa y recibe al viento. Bajo su guía, ya saludamos al puel en dirección al cielo claro que todavía aguarda al Sol. Ya escuchamos su canto, ya olimos el perfume de la harina tostada que sahumó para agasajar a los antiguos. Ya derramamos yerba y muzay y musitamos nuestras palabras en pobrísimo mapuzungun. La hilera que formamos está donde se pueden mojar nuestros zapatos. La machi está descalza, ignoró antes la agudeza de las piedras y hace otro tanto con la extrema frialdad del agua. Alcanzo a entender que explica quién es, de dónde viene, qué hace, a qué llegó. Minutos después, las olas casi marinas disminuyen un tanto su fragor. Ahora, la espuma se agota unos cuantos pasos más allá, deja de amenazar a nuestros calzados.

Tres gaviotas vuelan desde el este en forma paralela a la línea que separa tierras de aguas. Enfrente, nos observa la multitud de cerros que supieron cabalgar Sayweke e Inakayal. Hacia el oeste, las nubes persisten en su gris oscuro. Dejamos en el lago las ofrendas y los pies blancos de la machi vuelven a sus zapatos. La sonrisa que se instala en su rostro es la envidia del amanecer. Nawel Wapi significa isla del tigre en idioma mapuche, aunque esa traducción que se acuñó a comienzos del siglo XVII entraña problemas: es muy difícil que hasta fines del siglo XIX algún mapuche supiera de la existencia de los felinos a quienes los españoles llamaban tigre. La hipótesis según la cual el vocablo nawel designaba a un animal extinto a la llegada de los primeros invasores, nunca pudo corroborarse y no faltan quienes arriesgan que, en realidad, el tuwün (origen) de los Nawel no refiere tanto a un ser concreto como a una actitud.

En su “Historia General del Reyno de Chile”, el sacerdote Diego de Rosales abonó esa posibilidad cuando al describir a los puelche de “la famosa laguna de Naguel-guapi” señaló que en sus islas habitaban “indios rebeldes” que por su “valentía se llaman tigres”. El religioso afirma en su extensísimo volumen que había arribado a las costas del lago en 1653. Según el historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, Rosales escribió su libro 20 años después. El valor histórico del testimonio bien vale su reproducción:

“Y así paso a la otra banda de la cordillera, el oriente, desde Chiloé a la famosa laguna de Naguel-guapi, que quiere decir su nombre: Laguna de tigres, a la cual pasé el año de 1653 por la Villarrica cuando fui a poner de paz y dar noticias del Santo Evangelio a los Puelches de la otra banda de la cordillera nevada. Es célebre esta laguna porque tiene de vox más veinte leguas y contiene en su ámbito muchas islas habitadas de indios rebeldes, que ni en la fortaleza de sus islas ni en las murallas y fosos de sus lagunas están defendidos del valor de los españoles y de los indios amigos de Chiloé. Y aunque por su valentía se llaman tigres, los españoles son leones, y pasan a maloquearlos por lagunas y cordilleras, sin embarazarse en su fragosidad ni estorbarlos las lagunas que atajan el paso, porque deshacen las piraguas que, que son embarcaciones de tres tablas cosidas, como arriba dije, y las llevan cargadas de unas lagunas en otros por las cordilleras […]” (Rosales, 1877: 257).

El párrafo aparece en el Libro II del interminable tratado, cuyas páginas consagró el autor a describir la “Geografía e historia natural” del Reino de Chile y Nueva Extremadura. Que incluyera en su estudio territorios que actualmente están en jurisdicción estatal de la Argentina, seguramente provocó escozor en quienes solo se preocuparon por apuntalar una historia colonial del Nawel Wapi; pero las representaciones territoriales que imaginaban y hacían prácticas las diversas parcialidades mapuche dos siglos antes de que se concretaran las conformaciones estatales nada tenían que ver con las que hoy naturalizamos. En las páginas de su Capítulo XI, Rosales venía de describir las geografías aledañas a los llanos de Osorno, de ahí que afirmara “y así paso a la otra banda de la cordillera”.

Las especulaciones sobre el significado de la palabra mapuche nawel reconocen larga data y en ocasiones dieron lugar a interpretaciones que hoy provocarían hilaridad. A fines del siglo XIX, el alemán-chileno Francisco Fonck consagró algunos de los párrafos de su libro sobre los viajes de fray Menéndez a develar el misterio, sin conseguirlo. No obstante, recordó que la denominación original correspondía a la isla mayor del lago, para también designar al espejo de agua, a la misión jesuita que intentó instalarse sobre fines del siglo XVII y a “todo el país que le rodea”. En primera instancia, su comentario trae a colación la versión más difundida según la cual el nawel sería el tigre americano o yaguareté que en tiempos remotos habría alcanzado latitudes tan australes en la distribución de su hábitat. Perspicaz, Fonck encontró problemático que un animal que fuera desconocido en Chile diera su nombre, en tiempos de la soberanía mapuche, no solo a “la famosa laguna”, sino a la cordillera de Nahuelbuta; o que también sirviera para identificar a personas con nombres tales como “Quintunahuel, Nahuelquin, Nahuelgrú, Paginahuel y muchos otros”. Fonck mencionaba que también llamó la atención de Rodolfo Lenz —a quien describió como “hábil intérprete y restaurador de la lengua araucana”— el hecho tan singular de que “este animal exótico sea tan conocido por los araucanos”. Lenz había publicado por entonces un estudio acerca de la concordancia entre el cuento mapuche “de un zorro y un tigre” y otro similar tupí de “la zorra y el yaguar”.