varelaEl cuerpo de Camila Borda estaba tendido sobre una bañera en el segundo piso de una quinta de Junín, a treinta metros de su casa. Tenía las manos atadas y una bolsa en la cabeza. La autopsia confirmó que había sido abusada y ahorcada con un cable. En la puerta de la quinta quedó tirada la bicicleta con la que la nena de once años había salido a comprar pan.

Los vecinos del barrios salieron a buscar a Camila unas horas después de su desaparición. Todas las sospechas apuntaban a la quinta de la calle Arias 1559, en el barrio Ricardo Rojas. José Carlos Varela, el casero del lugar, recibió a la policía con el torso desnudo y manchas de sangre en las manos.

El fiscal Sergio Terrón de la UFIJ N° 5 de Junín confirmó que el hombre de 40 años abusó de la nena y la ahorcó con un cable. Varela habría subido el volumen de la música para que los vecinos no escucharan mientras la mataba.varela-junin002

Los arañazos que tenía en el cuerpo permiten suponer que Camila intentó defenderse. El fiscal también sospecha que la vistió para simular que no había abusado de ella. “Nadie se imaginaba que el monstruo que se escondía detrás de este hombre”, dijo Terrón.

La definición trepó a los medios y circuló por las redes sociales, acompañada por el rostro desencajado del detenido. Los vecinos intentaron lincharlo, prender fuego todo.

¿Es un monstruo Varela? Etiquetarlos así, dice la abogada Ileana Arduino,  “solo sirve para ocultar la regularidad violenta en la que vivimos”. La violación “es más comprensible cuando es sacada del registro de lo excepcional para ser puesta bajo un cierto modo patrón general en el que se construye lo femenino: no todas somos alcanzadas por la experiencia material de la violación pero todas crecemos y nos constituimos bajo esa amenaza que comparte una matriz que se expresa y tiene sentido: el machismo”, sostiene.

Para el médico psiquiatra Enrique Stola los monstruos no existen. “Esa idea aleja a esta persona de nuestro imaginario, de nuestro contorno social, y lo coloca como un ser extraño. Lo cierto es que miles de hombres, buenos ciudadanos de pequeños pueblos y grandes ciudades violan mujeres, niñas y niños”, dijo a Cosecha Roja.

La cultura violación está extendida en toda la sociedad. “El ataque a los cuerpos es parte de las prácticas masculinas de dominación”, explicó Stola.

El hallazgo del cadáver desató la furia de los vecinos en esta ciudad bonaerense de casi 300 mil habitantes. Un grupo esperó afuera de la quinta mientras la policía lo sacaba esposado. Hubo empujones, gritos, volaron piedras y botellas y prendieron fuego un patrullero. El vecino al que todos conocían salió rodeado de policías. Iba esposado, en cueros y manchado de sangre. Hasta unos minutos antes, en el barrio era uno más. Uno de tantos.

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