El Reino: entre aduladores, detractores y lo poco que sabemos del mundo evangélico

Dos evangélicas y un politólogo analizan los debates que abrió la serie de la que todes estamos hablando. ¿Son así los evangélicos? ¿Hay un solo tipo o muchos estereotipos? ¿Cuánto hay de verosímil en la tríada poder-política-religión que propone esta super producción? ¿Tiene una ficción que responder a todas las preguntas de la “realidad”?

El Reino: entre aduladores, detractores y lo poco que sabemos del mundo evangélico

Por Natalia Arenas
23/08/2021

No fue una sorpresa. Desde que Netflix estrenó El Reino, la serie creada y guionada por Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro, y protagonizada por un elenco de lujo (como Diego Peretti, Mercedes Moran, Joaquín Furriel y Nancy Duplaá, entre otres), las redes estallaron como suelen hacerlo: sin medias tintas.

La grieta entre aduladores y detractores tiene polos tan opuestos que quienes amaron la serie enseguida salieron a decir que la Argentina tranquilamente podría ser un escenario posible de esa trama de poder y corrupción que vincula la política y el cristianismo evangélico (bueno, hay elementos que dejan servido este razonamiento: el call center de escuchas y redes sociales; el personaje de Rubén Osorio, que coquetea entre servicio y armador político; el perfil del candidato y compañero de fórmula del pastor). Y quienes la odiaron y la tildaron de totalmente inverosímil.

Bienvenides a la subjetividad espectadora.

Un poco bastante más allá fue la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA), que en un comunicado denunciaron que la serie “usa el arte” para “crear en el imaginario popular la percepción” de que sus pastores “solo tienen ambiciones de poder o de dinero”.

Lo para nada sorprendente es que la acusación fue directa y unidireccional contra la escritora Claudia Piñeiro, quien además es militante feminista. La acusaron de tener un “comportamiento fascista” contra la “cultura evangélica de la Argentina” derivada de su “militancia feminista durante el debate de la ley del aborto”.

Los ataques hacia Piñeiro se multiplicaron además en las redes sociales y especialmente en Twitter, una de las herramientas más agresivas que suelen utilizar los sectores conservadores y antiderechos para deslegitimar, censurar e intentar acallar las voces de mujeres, LGBT+ y especialmente feministas. Sucede todo el tiempo, pero sólo para nombrar dos hechos icónicos: pasó durante el tratamiento de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (2018 y 2020) y más recientemente con la publicación del trabajo periodístico “La reacción conservadora”. Varias veces, lo logran: muchas de las personas hostigadas optan por cerrar sus cuentas y bajar la exposición pública de sus opiniones.

En estos días en los medios se apuraron a titular “La respuesta de la Iglesia Evangélica a El Reino”. Curiosamente, a Piñeiro también le llegaron mensajes de amor. ¡Y también eran de personas evangélicas! Pero, entonces ¿a quiénes representa ACIERA? A todo el universo de evangélicos no.

“Somos tres federaciones y montones de iglesias libres. Poner a los evangélicos como un enorme paraguas es el primer gran error”, dice a Cosecha Roja Claudia Florentin, periodista especializada en religión, teóloga protestante y feminista.

Florentin viene estudiando hace muchos años la comunicación de los fundamentalismos religiosos. Desde ese saber y con gran expectativa se puso a mirar El Reino. El primer capítulo la desilusionó. “Entré pensando que iba a encontrar algo más parecido a lo que personalmente como evangélica conozco. Y lo que vi me pareció mucho más cercano al modelo brasilero que a lo que yo tenía conocido personalmente del modelo argentino”, dice. Y de alguna manera lo celebra: “El tema es que acá aparece la cuestión de lo diversos que somos en el mundo evangélico”.

Como ya es casi un clásico en nuestra tradición de espectadores, Florentin comentó la serie con varios amigues y evangélicos incluso del sector pentecostal (ella pertenece al protestante). “Me dicen que está bastante bien logrado y que les recordó cosas que han vivido en iglesias pentecostales”, cuenta. Hay otros elementos, como aquello de repetir frases o mantras, que nada tienen que ver con el evangelismo latinoamericano del sur. “Se asemejan más al modelo norteamericano, al modelo gospel”.

Recién después de esa primera impresión fallida, pudo relajarse y entender que la serie no era necesariamente un reflejo de la realidad, sino una ficción.

“No me parece que sea un intento, como dijo el comunicado de ACIERA, de atacar a la Iglesia cristiana evangélica. Primero porque somos montones los evangélicos, más allá de ACIERA. Segundo porque no me parece que victimizarse sea el camino”, opina Florentin. Para ella es “una falacia absoluta” decir que la gente “tiene miedo de que lleguen los evangélicos a la política”.

Hay una escena que define la intención política de la familia que comanda la Iglesia de la Luz: la pastora Elena (Mercedes Morán) trata de convencer a su marido, el pastor Emilio (Diego Peretti) de que no acepte la candidatura a presidente de la Nación. Porque, dice, el país no lo necesita como líder. La Iglesia sí. Y, en todo caso, lo que ellos necesitan son legisladores que ingresen las leyes que les interesan que se aprueben.

“De lo que tenemos miedo, incluso los evangélicos como yo de familia -continúa Florentin- es de ese evangélico que llega el poder con el argumento que da el personaje que interpreta Mercedes Morán”.

“A mí no me molesta que un evangélico llegue al poder, como no me molesta que llegue un musulmán, un judío o un católico. Me es indiferente su formación religiosa mientras no me la quiera imponer a mi. Hay algo ahí de la verdad absoluta o de que mi verdad es la que prima y me parece que eso es peligroso en cualquier religión”, destaca.

Laura Villagra es pastora representante de la Comunidad de Adoración a Jesucristo (CDAJ), Ministerio Evangélico abierto a la comunidad LGBT. Todavía le faltan unos capítulos para terminar El Reino. “Por ahora, me viene divirtiendo”, dice. ¿Por qué una serie que arranca con un asesinato y devela la corrupción detrás del vínculo poder-política-religión puede ser divertida? “Todo lo que tiene que ver con lo evangélico es más una parodia. Por eso me entretuvo”, dice a Cosecha Roja.

“Las escenas dentro de la iglesia son exageradas a veces. Ridiculizadas. Son una mezcla entre evangélico y catolicismo romano”, detalla y explica: “La relación que tiene un evangélico con Dios es un poco más natural. No es tan armado como ellos lo muestran”.

Una de las mayores críticas fue la ostentación de esa cruz enorme en la iglesia y colgando de cada uno de los cuellos de los fieles.

“El evangélico tiene una relación de profunda amistad con Dios. Una relación donde se trabaja en equipo y en la cual Jesús viene a ser el ejemplo en todo. Todo lo que uno hace, decide, cómo se relaciona con el mundo, pasa por el filtro de Jesús”, cuenta. Y lo resume así: “Todo lo que uno hace siempre piensa qué haría Jesús en esta situación”.

Para Villagra, la representación de los feligreses en la serie también es una parodia. “La gente no es tonta”, dice. Pero también reconoce que sí hay ciertos predicadores que tratan a la gente como si lo fuera: “Hay pastores que tienen esa intención de manipular a la gente como manada, a través del miedo”.

Villagra es pastora pero no reconocida por “la institución”. Tuvo que “salirse del sistema” por no encajar. “Por ser lesbiana, por no manipular a la gente, por no exigirles obediencia, por no meterme en la decisión política partidaria de cada uno, por no pedir dinero a la gente… todo eso me hace inaceptable”, explica.

Esa manipulación que Villagra dice que algunos pastores ejercen es lo que refleja los roles de Peretti y Morán. Incluso más ella que él: Peretti en los primeros capítulos muestra un perfil más maleable y es la pastora, su esposa, la que parece tejer todo tras las sombras. Incluso el encubrimiento de la pederastía.

Villagra tampoco siente que El Reino sea un ataque a los evangélicos. Más bien lo ve como una denuncia: Me parece que está bien. No está representando a todas las iglesias evangélicas. Y para mi hay iglesias evangélicas que sí se deben manejar así. Las iglesias no escapan a lo manipulable en la sociedad”, dice.

En la otra vereda se para Daniel Jones, politólogo de la UBA e investigador del Conicet, quien realizó investigaciones sobre grupos e instituciones evangélicas en Argentina y sus posiciones sobre derechos sexuales y reproductivos. Para él, la serie es ofensiva para “cualquiera que tenga alguna sensibilidad por el pluralismo religioso y sepa que en Argentina los evangélicos siguen siendo minoría”.

El mayor problema, dice Jones, es cómo “caricaturiza” a los evangélicos. “La serie los muestra a los pastores como perversos manipuladores y a los feligreses como que no tienen agencia para decidir”, opina.

Para Jones, el guión es malo, los estereotipos son ofensivos y la visión sobre la relación entre poder, política y religión es inverosímil. “Pegarle a los evangélicos en Argentina tiene una larga tradición. Y lo que ha sucedido en otros lugares, como puede ser la relación de Jair Bolsonaro con los evangélicos en Brasil, ha habilitado a trazar un vínculo lineal entre derecha política y mundo evangélico que ignora, por ejemplo, que en Brasil los evangélicos votaron a Lula 8 años. Y que en Argentina los evangélicos nunca ganan elecciones”, analiza.

Jones refuerza esta idea: los evangélicos no votan derecha, votan según su grupo social de pertenencia. “Lo que sí sucede es que muchas veces los políticos no evangélicos creen que sumando un evangélico a la lista van a tener el voto evangélico”.

“Cuando se votó el Matrimonio igualitario, ACIERA sacó una lista de los senadores y diputados que habían votado a favor para que el pueblo evangélico tuviera memoria. Ninguno de ellos fue excluido de la lista y ninguno perdió elecciones”, recuerda y cita un caso en particular, el de la entonces senadora catamarqueña Lucía Corpacci, quien en julio de 2010 votó a favor de la ley y en marzo de 2011 fue electa gobernadora.

“Algunas organizaciones evangélicas venden para el resto del sistema político que tienen capacidad de incidencia en el voto. Pero está estudiado y demostrado que no lo tienen”, concluye.

En esto coincide Florentin y lo explica así: “El sector evangélico se dio cuenta que en Argentina no tiene voto cautivo. Porque vos desde un púlpito le digas a la gente que vas a ser candidato, no significa que la gente te va a votar”. La periodista pone como ejemplo un pueblo -que prefiere no nombrar- donde el pastor se presentó como candidato a intendente y no tuvo ni siquiera el voto mayoritario de su iglesia.

¿Cómo se entiende la proliferación de “Con mis hijos no te metas” y su utilización política? Para ella “algunos sectores buscan meter miedo sabiendo que hay todo un sector de la sociedad que puede no ser evangélico pero que teme que “homosexualicen” a los hijos, que destruyan a la familia, etcétera”. “Por eso hablan de sector celeste, ya no de evangélicos, porque en el celeste confluyen católicos y evangélicos e inclusive gente que no tiene una religión practicante pero que está de acuerdo con este tipo de valores”.

“Actores como ACIERA, que no son representativos -suma Jones- encontraron en el debate por el aborto una forma de proyectarse en la escena publica y darse a conocer”. Pero, asegura, son muchos miles más los van a escuchar a un pastor reconocido que viene del exterior que quienes fueron a las marchas anti aborto.

Florentin dice que en Argentina es un poco difícil pensar en un futuro, incluso a corto plazo. Pero cree que en esa relación religión-política “estamos más cerca de mini bloques evangélicos legislativos, bloques celestes, que van a nuclear a evangélicos y católicos”, dice.

“Donde sí hacen política los evangélicos -apunta Jones- es en el territorio día a día, conviven con los movimientos sociales, con los católicos de base, en las instituciones que proveen tratamientos contra drogas, en las cárceles, en los merenderos. Hay un trabajo de micropolítica donde el Estado no llega”.

Cuando escucha la palabra “estereotipos”, Florentin vuelve sobre el comunicado de ACIERA, al que -insiste- jamás suscribiría y dice: “Imagino que hay gente a la que le dolió que una ficción refuerce un estereotipo que está circulando en la sociedad. Habrá pastores que juntan plata en bolsas de consorcio y la guardan no sabés donde. Pero yo me crié en una iglesia bautista donde se rendía cuentas de la plata que entraba a su membresía. Y estoy en una iglesia evangélica valdense que es de la línea protestante de la Federación de Iglesias Evangélicas Argentinas,donde nosotros rendimos cuentas anualmente”, explica.

Y disiente con la crítica: “En vez de criticar el rol del pastor que interpreta Peretti, lo de la plata puesta en la paredes, que no sé si existe en la Argentina algo así y tampoco me extrañaría que existiera, me parece que la gente debería mirar más el rol del personaje que interpreta Peter Lanzani predicando en una plaza o dándole de comer a la gente o yendo a las cárceles. Ese es el evangélico con el que me siento identificada”.

Para Villagra, en El Reino hay una luz de esperanza, en medio de tanta corrupción. Es la escena en la que Julio Clamens, el personaje interpretado por Chino Darín, dice que, si bien él es ateo “hay algo de verdad en todo esto”. “Él percibe que detrás de todo eso, Dios es real, por más que esta gente busque otros caminos y se deje llevar por el poder”, destaca.

Florentin cree que el debate que se armó es una buena excusa para hablar de religión. “Podemos empezar a hablar de la necesidad de un Estado laico, por ejemplo”, propone.

Más allá de los aciertos, los estereotipos, las conexiones improbables y las no tan disparatadas, la serie de la dupla que incursionó en el cine con Las viudas de los jueves es un buen punto de partida para pensar qué tanto sabemos de lo que opinamos y cuánto nos sirve seguir diferenciando todo entre el bien y el mal.

Natalia Arenas