EFE.-

Tras años de violenta convivencia con la sociedad mexicana, el narcotráfico se ha convertido en fuente de inspiración para escritores, músicos o actores, quienes rechazan las críticas y defienden la necesidad de retratar la realidad.

El escritor Ilmer Mendoza (Culiacán, México, 1949) relata a través de sus novelas el efecto del narcotráfico y la estética de su cultura como una forma “natural” de relacionarse con la situación que le ha tocado vivir en su natal estado de Sinaloa, al norte del país, uno de los más azotados por la violencia.

En conversación telefónica con Efe, se muestra convencido de que fueron las circunstancias las que lo llevaron a escribir sobre el asunto, pues como novelista no tuvo “más remedio” que interesarse por “las anormalidades y el caos social” que se vivía en su ciudad.

“Yo no decidí, la época que me ha tocado vivir, la ciudad donde nací, donde crecí, fueron las que decidieron por mí, las que me mostraron el camino”, expresó con absoluta convicción el autor, quien además es catedrático en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

A pesar del realismo de sus historias, Mendoza confiesa que siempre se mantiene “dentro de los límites de la ficción”, y las historias que cuenta, si ocurrieron de verdad, fue hace mucho tiempo, el suficiente como para que nadie se dé por aludido.

No obstante, admite que se ayuda de gestos y palabras propias del entorno del narcotráfico, elementos que considera importantes aportaciones culturales adoptadas por el lenguaje coloquial, y que en alguna ocasión le han dado problemas de traducción.

Como ejemplo curioso relata una anécdota que le sucedió hace tiempo, cuando en una de sus novelas usó la palabra “perico”, que en la jerga del narco significa aspirar por la nariz cocaína u otra droga en polvo, y que en principio fue traducida como “loro”.

Sinaloa, cuna de los principales capos del narcotráfico, forma parte junto con Durango y Chihuahua del triángulo dorado de las drogas, que alberga importantes manifestaciones de la llamada narcocultura.

El Gobierno de Sinaloa prohibió en mayo de 2011 que se interpretase música y canciones con temas vinculados al narcotráfico, conocidas como “narcocorridos”, muy popular en bares, cantinas, centros nocturnos y salones de fiestas, al considerar que hacían apología de la violencia y ensalzaban al narcotraficante.

Para Mendoza, quien descarta una influencia real en la mayoría de la sociedad, la diferencia principal entre esta música y la tradicional ranchera es que es “de triunfadores, de gente que ha vivido, ha muerto y ha enfrentado situaciones extremas”.

Por su parte, la actriz mexicana Irati Marta, quien interpreta a la amante de un narcotraficante en la obra de teatro “El narco pacto con Dios”, dijo Efe que no entiende por qué se cuestiona si es conveniente hablar o no de narcotráfico, pues, a su juicio, la cultura debe ser “reflejo y crónica del presente”.

“El trabajo del arte es cuestionarnos a cerca de ese presente con un trabajo que en algún punto termina siendo angustioso, porque te preguntas a dónde va a parar toda esta violencia”, reflexiona.

Junto a ella, la también actriz Aidé Boeto, asegura que no se puede omitir que la narcocultura y su riqueza está muy arraigada en México, pues “es parte de lo que está pasando en la realidad nacional” y se canaliza a través de “numerosas expresiones artísticas como la pintura, el teatro o la música”.

“Hay cosas que enriquecen a la cultura, no quiere decir que estemos de acuerdo con el narcotráfico, pero sí que el arte siempre refleja la realidad y la transforma en un reflejo”, afirmó.

Escrita por la dramaturga Sabina Berman, la obra huye de lo políticamente correcto y desde un punto de vista satírico trata de criticar la “doble moral” de la sociedad, incluida la que atañe al narcotráfico, un sector que, según recordaron las intérpretes, está amparado por una estructura económica que también crea empleos.

“No nos interesa decir esto está bien o mal, más bien es una obra que lo que plantea es abrir los valores morales, cuestionarlos y cuestionar la doble moral mexicana”, asegura Irati Marta en su camerino, minutos antes de salir a escena en la Sala Shakespeare.

Para entender el problema del narcotráfico, añade, habría que ayudarse de la cultura y fijarse en la estética y en las expresiones que ensalzan la figura del narco y sus hazañas, pues así se podría entender qué mensaje quieren transmitir sus seguidores.

“Lo que se ve de fondo es un resentimiento social apabullante. Veo una parte de la sociedad que ha sido vejada, maltratada, abandonada y que se rige por el morir o matar, por la filosofía de o vivo yo o vives tú”, aseveró la actriz.