“Yo lo hago por ella. Estoy acá por ella. Porque no quiero que nunca más vuelva a pasar algo así”. “Ella” es Marcelina Meneses, una mujer a la que un xenófobo empujó a las vías del tren con su bebé de diez meses en brazos. La que habla es Reyna Torres, su cuñada, a quien no le llegó la justicia ni la reparación. Lo que sí obtuvo Reyna es una pequeña venganza: creó el Centro Integral de la Mujer Marcelina Meneses con el que difunde los derechos del migrante, propaga el uso del quechua, capacita en derechos humanos, perspectiva de género y violencia institucional.

Todos los días, en Ezpeleta, Reyna la pone en práctica y rinde homenaje a la memoria de Marcelina. “Vamos a las escuelas, charlamos sobre discriminación, bullying, xenofobia. Hay muchas comunidades paraguayas y bolivianas en la zona sur y sus hijos son los que van a la escuela y a veces sufren”, dijo a Cosecha Roja durante el Paro de Migrantes, convocado esta tarde en Plaza Congreso. “Estamos acá porque queremos que se derogue el DNU 70/2017 que recuerda a 2001, a la criminalización del migrante, cuando decían que venían a sacar el trabajo a los demás. Hay muchos que hace años que están acá y que piensan que no les va a pasar nada. No saben que este decreto corre para todos, aunque tengan familia y documento”.

A Adela Jaldín le pasó “ algo parecido a lo de Reyna”. “Me mataron a mi papá como a un perro. Lo atropellaron y lo dejaron tirado”, contó a Cosecha Roja. “La causa no avanzó y caducó. ¿Qué les hace a ellos un migrante más, un migrante menos? Si no hubiera sido inmigrante quizás se hubiera sabido. El gobierno tiene que darse cuenta que el país está lleno de migrantes y que se hizo con ellos. Pero no. Hoy un migrante es portador de rostro. La policía lo levanta porque es morocho. ¡No es así!”.

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Adela y Reyna colgaron un aguayo rojo de las rejas que rodean la fuente de la Plaza Congreso. Sobre la tela pegaron la imagen de Marcelina Meneses. Ellas son parte del Primer Paro Nacional de Migrantes junto a colectividades, trabajadores, organizaciones y agrupaciones políticas. Y mientras hablan se les viene a la cabeza la historia de la otra Reina, Reina Maraz, la mujer boliviana condenada a cadena perpetua sin que nadie le explicara en quechua, su única lengua conocida, de qué la acusaban. “Este año tuvimos un caso parecido. Un muchacho víctima de trata que sólo hablaba aymara. Lo acompañamos al hospital, lo ayudamos a buscar sus familiares. Se aprovecharon del chico por ser migrante”, contó Reyna.

Juana es de Lugano y hace 13 años que llegó desde Bolivia. Es mamá de dos nenas y trabaja en una cooperativa de limpieza desde la mañana temprano hasta el mediodía. “Vine acá por lo que el presidente Macri está queriendo hacer con nosotros con el DNU. Es injusto”.

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Natividad Obeso llegó en tiempos de Abimael Guzmán y de Sendero Luminoso en Perú. Ella se refugió en Argentina y hoy es parte de la Asociación de Mujeres Unidas, Migrantes y Refugiadas, que opera desde 2001. Natividad niega la idea de nacionalidad. “Soy una mujer migrante que nació en Cajamarca y que llegó hasta aquí huyendo, acusada de terrorista. Una historia muy fuerte. No debemos mostrarnos por nacionalidad o colectividad. Eso nos divide. Yo acá pagué derecho de piso”, dijo a Cosecha Roja.

“Ahora nuestra mejor herramienta es la información porque es lo que falta, la buena fuente de información. Hace 14 años que trabajamos y difundimos los derechos de los migrantes”. La abogada de la asociación es Silvia Romero. Ella conoce el paño porque fue migrante. Nació en Argentina pero su familia tuvo que mudarse a Sudáfrica. “Recibimos varios casos de personas que tenían antecedentes penales limpios y les aparecieron causas viejas por lo que les negaron la residencia precaria en la Argentina. Más que nunca incentivamos a que la gente tenga su documento argentino. Es algo que urge. Antes se necesitaba paciencia, ahora algo más: al tener tres años en la Argentina no tenías que presentar antecedentes penales del país de origen pero ahora sí”.

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México también habita la Plaza Congreso. Y agita. Liliana Chávez nació en Guadalarara, está en la Argentina desde hace diez años y participa del Colectivo Migrante Mexicanos y Mexicanas. “Nosotros los migrantes aportamos a la economía del país y no somos delincuentes como dice la ministra de Seguridad”, explicó a Cosecha Roja. Liliana vino a estudiar una maestría en Economía Social y trabaja en un grupo de investigación de una universidad el conurbano. “Soy mexicana y no tengo la tez morena pero tengo compañeros que por tenerla los paran y les piden documento, algo que se incrementó mucho en el último año. Hoy estamos muy preocupados”.

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Franco Zárate tenía 18 años cuando fue asesinado por Pelagio Alberto Giménez en el barrio de Mataderos. Franco había ido con su papá y un primo a comprar cerveza. Giménez se las quiso cobrar el doble al grito de “boliviano de mierda”. Discutieron, el dueño del kiosco salió con un revólver y remató a Franco de un tiro en la cabeza. Quedó libre aunque imputado por tenencia de armas. Iber Mamani es el primo de Franco. Vino desde Oruro de chiquito e hizo toda su vida en Argentina. Es herrero de oficio y está en la plaza por su primo. “Desde que salió el DNU me pararon tres veces y me pidieron el documento. Una de las veces no lo tenía, quisieron retenerme pero no pudieron porque como militante y estudiante conozco muy bien mis derechos. El problema es que hay mucha gente que no está al tanto de esto. Por eso vinimos acá. Porque ahora paran a una persona por el color de su piel, y migrar es un derecho”, contó a Cosecha Roja.

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De Oruro también es Giovanna Suárez y pertenece a la organización Evo Argentina. Tiene una bandera brillante en la espalda, trenzas largas y los ojos maquillados de verde agua. “Vinimos para demostrar nuestro aporte a la economía argentina y para repudiar el DNU que es un temor que está todo el tiempo en el aire. Sufrimos de portación de rostro”, contó a Cosecha Roja. “El tema no sólo es que pidan documentos sino cómo los piden, siempre con falta de respeto y eso es parte de la discriminación y la xenofobia que sufrimos. Con este gobierno hemos retrocedido más que con la Ley Videla”.

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Daniela es hondureña. Es una “desplazada” de su territorio. Viajó a la Argentina hace dos años y medio para estudiar Licenciatura en Actuación. Llegó huyendo de “la dictadura del presidente Juan Orlando Hernández que persigue, mata, asesina”. Su familia no la ayudó entonces ni la ayuda ahora. Ella trabaja en una cooperativa como camarera de miércoles a viernes y los demás días cursa en la Universidad Nacional de las Artes. Todavía no conoció a ninguna persona a la que se le aplique el DNU pero teme por sus compañeras, una colombiana y peruana, que fueron detenidas el 8 de marzo luego del Paro Internacional de Mujeres. “Les hicieron firmar una documentación que no le dejaron leer y el proceso sigue así que no sabemos qué va a pasar con ellas”, dijo a Cosecha Roja.

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Doris Quispe es socióloga y será abogada en poco tiempo. Ella se ocupa de los migrantes con antecedentes penales. “Mi trabajo comenzó en la cárcel de mujeres de Ezeiza y desde entonces no paré más. Es indignante la cantidad de barreras que existen desde que el gobierno impuso ese decreto de necesidad y urgencia. La gente está muy confundida. Y la confusión es la peor de las situaciones”, explicó a Cosecha Roja.
La idea inicial del Primer Paro Nacional de Migrantes fue unirse a la marcha de la CTA en Plaza de Mayo. Sin embargo el escenario, los pedidos, los reclamos y los repudios se mezclaron con bandas en vivoen el escenario y otras improvisadas en la calle. El paro quedó en Congreso hasta que la lucha volvió a los barrios.

 

Fotos: Josefina González