Quiñones1Julia Muriel Dominzain / Cosecha Roja.-

“Seguir hablando de Jack el Destripador es como quedarse gritando el último gol de Mario Kempes”, dice María Laura Quiñones Urquiza, especialista en hacer perfiles de criminales. Estudió criminología y tanatología forense en la Policía Federal y Psicología en la Universidad Kennedy. Después se especializó en la técnica de “profiling” con Vicente Garrido, un criminólogo español. Ahora da un curso en el que enseña todo lo que le hubiera gustado que le cuenten cuando estudiaba. Es prolija, coqueta, detallista y le apasiona encontrar “esos asesinos que se salen de la norma”, identificarlos, recoger los pedazos y armar el rompecabezas.

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Primer hecho. Una pareja tiene relaciones sexuales en un parque. Aparece un hombre por atrás: a él le destroza el cráneo con una piedra y a ella la corre a un costado y la viola una vez. Después le dice “vestite” y se va. No roba nada. Deja sus huellas. No se lleva el arma.

Segundo hecho. Un taxista va con su amante a un parque. Despliegan un mantel blanco, toman vino y se entrelazan. Aparece un hombre por atrás, a él le destroza el cráneo con una piedra, a ella la lleva a 30 metros y la viola varias veces. Después la hace vestir, incendia el taxi y roba dos celulares. La obliga a irse, ella le pide dinero y él le da una cachetada.

Tercer hecho. En una zona cercana a las anteriores aparece un tipo con la cabeza destrozada por una piedra y el pantalón bajo. No hay mujer ni violación.

Cuarto hecho. Un hombre con la cabeza deshecha por una piedra, sin pantalón, sin un zapato, sin el bolso.

Así, con una memoria meticulosa, Quiñones cuenta un caso que sirve de ejemplo de que “el crimen es un camino”.

-¿Cómo es eso?

El victimario se está buscando a sí mismo. Si bien el hombre fue rígido en el lugar y en la forma de atacar, en lo demás fue cambiando, siguió su propia dinámica. No era un violador: era un asesino serial. Casi no tenía interacción con ninguna de las víctimas, no cubrió su cara y dejó las huellas dactilares. La piedra en la cabeza es el elemento que se mantuvo siempre, se trata de un ataque relámpago y con una arma de oportunidad. Ese modo de matar tiene que ver con deshumanizar a la víctima y con la rapidez, la furia, la ira.

– En los últimos dos hechos no hay mujeres ni violación, ¿por qué?

– Con el panorama completo se sabe que no había nada de sexual. En los primeros dos asesinatos el hombre tenía el pantalón bajo porque estaba teniendo relaciones. En el tercero no, pero el criminal necesitó escenificar las anteriores y se lo bajó. Se fue encontrando. Lo detuvieron porque le dijo a un pariente: “Yo maté cuatro personas”. Ahí fue cuando se confirmó como un asesino serial.

¿Cuál es la información clave que necesita un perfilador criminal?

Los elementos claves son la escena, el modus operandi y la víctima. Preciso saber cómo se presentan la escena principal y las secundarias –en este caso, donde viola a las chicas- y hacer un estudio geográfico de la zona. Sobre la forma de operar es importante saber cuánto interactúa con la víctima, si oculta o no su identidad, la intensidad de las lesiones, la localización, la profundidad. El criminal te cuenta quién es a través de las víctimas, en las marcas de su cuerpo está la historia.

¿Qué datos hay que conocer de la víctima?

Es fundamental saber su historia, a qué se dedica y si es de alto, mediano o bajo riesgo. Es inversamente proporcional al riesgo de las víctimas. Por ejemplo: los ancianos, las prostitutas, los niños y los vagabundos son personas de alto riesgo pero, mirados desde la óptica del criminal, son de bajo riesgo porque son manipulables y vulnerables.

¿Qué métodos se utilizan para construir un perfil criminal?

Siempre se parte del método inductivo, estadístico: determinadas personas, con ciertos rasgos de personalidad, suelen cometer un tipo de crimen. Luego se completa ese esqueleto inicial con lo deductivo, juntando información. El objetivo es llegar a saber quién, por qué y para qué.

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Quiñones es la maga que cuenta el truco: “todo lo que aparece en la escena que no haya sido estrictamente necesario para la comisión del delito, es una firma de autor”. En eso hay que indagar, dice. Los perfiladores analizan fotografías, videos, estudios. “No preciso entrevistarlo personalmente porque a mí me interesa ver su conducta expresada en la escena y en la víctima”, explica.

Por eso los que van al lugar del hecho son los criminalistas, especialistas en levantar rastros, analizar huellas digitales, estudiar la balística y preservar la escena y el cuerpo. Si se trata de una violación, cuenta Quiñones, a la víctima se le pone un pañal. Las muestras se colocan en bolsas precintadas Y las manos se cubren con bolsas de papel madera.

¿Cómo es la génesis de la conducta violenta?

Si a un chico el papá le pega y le enseña que no hay que mostrar los sentimientos ni respetar a las mujeres, ¿por qué el niño no va a golpear si ha sido golpeado? ¿Por qué no va a maltratar si ha sido maltratado? ¿Cómo vamos a esperar que respete a la mujer? Alguien que delinque es un producto de la sociedad. El delito es solamente una expresión. Muchas cosas se explican a través de lo que llamamos sociopatías. Son personas que se comportan como psicópatas porque el contexto social las obliga: fueron criados en núcleos donde las conductas delictivas eran aceptadas socialmente.

¿Hay perfiles criminales específicos? ¿Qué características reúnen?

Los estafadores, por ejemplo, son personas con una conducta asociada a la ausencia de violencia y vinculada a la seducción. Cuentan algo que no son. Tienen una gran capacidad para crear un vínculo de confianza con un desconocido. La motivación no es el dinero. Bernard Madoff es un ejemplo: estafó empresas en Estados Unidos durante 40 años. Para él la plata no era lo importante, le sobraba, lo que quería era acumular cadáveres espirituales. El problema es que son delitos conocidos como “de cuello blanco” y tienen mucha aceptación social porque están relacionados con el prestigio, el estatus.

Otro identificable es el perfil del golpeador: se destacan por su gentileza y nadie cree que sean golpeadores. Hacen eso para mantener el modus vivendi. Un caso resonante fue el de Walter Vinader –el ex prefecto acusado de asesinar a Araceli Ramos-. Es un sujeto absolutamente narcisista que posa en su avatar de Facebook con un uniforme de gendarmería con un montón de condecoraciones y una presencia muy pulcra. Recuerdo que en un posteo decía: “Soy el tipo de amigo que hasta te ayudaría a esconder un cadáver. Pero si me traicionas, recuerda: sé cómo esconder un cadáver”. Ahí hay un afán por mostrar el crimen, un nuevo paradigma en lo criminal.

La nueva generación narco en México que exhibe crímenes y lujos en la web, ¿cómo se protegen de que no los encuentren?

En se caso se pone en juego el estatus: los distintos carteles exponen el poderío para evaluar con quién pueden tejer alianzas. Los Zeta, se sabe, tienen un grupo de hackers muy de elite. Además existe el Tor Onion Router, un programa gratuito y fácil de usar que surgió a favor de la libertad de expresión en aquellos países en donde no se podía opinar libremente, y que se ocupa de bloquear la IP desde donde uno usa internet.

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Quiñones4Los delitos informáticos son la nueva obsesión de Quiñones. Tiene el ojo puesto sobre los criminales aggiornados, los que “mezclan el delito con la tecnología” y ponen de manifiesto “el lado B de las redes sociales”.

En Argentina, cuenta, el robo de identidad no está penado: “Una persona puede crearse un perfil falso en Facebook, contactar a un menor, desarrollar la confianza, lograr que prenda la web cam, capturar imágenes y comercializarlas en las redes de pedofilia”. Y entonces las redes son como si fueran la vida: “Un niño con Facebook sin supervisión es como dejar a tu hijo solo a las dos de la mañana en la calle”, dice.