Disparos de fotos y flashes contra las balas policiales

A la fotógrafa Paloma García no la corría la urgencia del cierre de un diario. La impulsaba un compromiso con ella misma, la necesidad de registrar un momento histórico desde las barricadas. Después de 20 años, desempolvó 70 rollos de negativos y esta semana presentó su primer libro “2001. Fotografías diciembre 2001-junio 2002”.

Disparos de fotos y flashes contra las balas policiales

Por Natalia Arenas
17/12/2021

Fotos: Paloma García

Es la madrugada del 20 de diciembre de 2001. En unos minutos más, tal vez media hora, Jorge Demetrio Cárdenas caerá por las escalinatas del Congreso desangrándose. Los medios dirán que es el primer herido de bala de plomo y algunos lo darán por muerto. 

Pero todavía no llegamos ahí. 

Ahora, un pibe se enfrenta a la fila de policías que está adelante del Congreso.

-¿¡Por qué están reprimiendo al pueblo!? ¡Mi hermano se murió en Malvinas!

La fotógrafa Paloma García está ahí. Escucha los gritos y ve venir la reacción de los agentes. Sobre todo de uno: está sacado. Ella se para adelante y empieza a disparar con su cámara. Flashes y fotos, flashes y fotos.

“Es lo único que se me ocurrió cuando vi que casi lo apuntaban”, dice García a Cosecha Roja. La tuvieron que sacar sus colegas, los fotógrafos Raúl Ferrari, Gonzalo Martínez y Enrique García Medina. “Ellos tienen fotos emblemáticas de Cárdenas en las escalinatas”, dice. Ella tiene al policía sacado a punto de dispararle a un pibe. 

Lo dice la socióloga Silvia Pérez Fernández en el prólogo del libro “2001. Fotografías diciembre 2001-junio 2002” (Grupo Editorial Sur) que en estos días presentó García en la Biblioteca Nacional: “Vemos en esos registros a una fotógrafa que además era parte de las manifestaciones, de las corridas y de las asambleas, y es manifiesta la coherencia entre militancia y (contra)información”. 

Los días furiosos de diciembre de 2001, García estaba ahí resistiendo y defendiendo lo que defendían todes. Pero con una cámara en la mano. No estaba sacando fotos para un diario ni la corría la urgencia de un cierre. El compromiso era con ella misma y con la historia. La necesidad de registrar y dejar testimonio. “Era ese pedacito porque el que una elige esta profesión, como si tuvieras en la cabeza esa frase de Walsh de dar testimonio en momentos difíciles”.

El periodismo y la fotografía siempre fueron caminos paralelos para ella. Además de colaborar en medios gráficos como Página 12 y La Maga, fue subgerenta de Noticias y jefa de Redacción en la Televisión Pública y editora ejecutiva en Noticieros de TV Sur (Venezuela). Pero la cámara siempre la lleva con ella. 

2001 la encontró siendo parte de Argentina Arde, uno de los colectivos de contrainformación que se formaron a fines de la década del 90, como Contraimagen, Ojo Obrero e Indymedia. Todos ponían el ojo donde no lo hacían los multimedios: en el hambre, la desesperación, la pobreza y las revueltas populares.

El 19, el 20 y los días posteriores todo era fotografiar la urgencia, revelar y salir a colgar las fotos en un piquete o en una asamblea. Todo era colectivo. 

“En ese momento y durante mucho tiempo no confié en que mis fotos tuvieran un valor. Sí confié en apoyar y trabajar para un colectivo”, cuenta García. “En el acompañamiento a las asambleas, piquetes y cacerolazos al seleccionar las fotos, si encontrábamos una que tenía el mensaje que queríamos dar, ya estaba: no nos poníamos a buscar si había una mejor. Lo que se producía en la urgencia era lo que salía”. 

 

Durante mucho tiempo, García no volvió a verlas. O sí, para los aniversarios, para algún colectivo, para les familiares. Pero no las miraba en profundidad. Miraba siempre las mismas. 

“Pasé mucho tiempo enojada con mis propias fotos”. En términos periodísticos, no se podía perdonar no tener las imágenes de los muertos del 19 y 20. “No pude llegar a ninguno”, dice. 

En medio de los gases, las balas de goma, las corridas, las motos, los gritos, se corría la voz de que había un herido, que le habían pegado a alguien, que estaba tirado en la calle. Pero, ¿cómo llegar hasta ahí? 

El otro enojo era la miopía. “En esa época todavía no me había operado y tenía -11 de miopía. Entre los gases, el limón de los ojos y toda la situación de no poder tener los anteojos limpios, hay muchas fotos que no tienen un foco como me hubiese gustado y entonces tampoco las consideraba importantes”, dice. 

Recién hace unos años, en un taller que hizo con la fotógrafa Valeria Bellusci pudo amigarse con esa situación. “Entendí que esas fotos, con ese foco, también eran parte de mi visión”.  

Y también se reconcilió con el otro enojo, el de no tener las fotos de los muertos. “Incluso ahora, a 20 años, me pasa que ya no necesito eso. Es más, prefiero que no esté. Siento que no es necesario ver esas imágenes para entender la gravedad de lo que pasó”, dice. 

Del periodo de diciembre 2001 a diciembre 2002 tiene más de 70 rollos. Cuando el Grupo Editorial Sur le propuso hacer un libro para los 20 años, tuvo que revisar más de 400 fotos. Lo hizo con la ayuda de Bellusci y Diego Sandstede. 

De las 400, quedaron 50 que son las que hoy forman parte del ensayo que acaba de publicar. “Como lo que más fuerza tenía era el 19 y 20 de diciembre, tomamos la decisión de llegar hasta junio de 2002 porque también quería mostrar un poco el devenir de las asambleas y qué pasó con la gente y la multitud moviéndose”, cuenta.  

Para ella algo que el libro cuenta es la resistencia de la gente saliendo a decir “estado de sitio, las pelotas”. Quiso que el relato mostrara la tensión de la noche del 19 y del mediodía del 20. “Hay mucho de lo que pasó en ese loop que parecía no terminar más cuando las calles que salen a Plaza de Mayo quedaban vacías y de repente se volvían a llenar de gente resistiendo la represión”, cuenta.

Después de 20 años, no hizo ningún recorte de las fotos que quedaron. “Eso tiene que ver con que me gustó encontrarme con lo que fue original para mi”, dice. Muchas de esas imágenes, dice ella en su libro, le devolvían la mirada de la mujer que es y estuvo ahí. “Ahora que miro, veo”, resume. 

Por esos días, cargaba un equipo modesto que amaba: una Cannon Aae1, un lente de 50 milímetros, otro gran angular de 35 mm y un flash. 

Eso no le impidió estar en el frente, junto a muchos colegas varones. “Ellos ya eran profesionales, tenían sus grandes cámaras y yo estaba ahí  con mi camarita pero no tenía ni un motor ni podía sacar a velocidad ni nada de todo eso”, dice. 

“En muchas situaciones que se pusieron complicadas, ellos me defendieron”, dice y recuerda la foto de un hombre que se está tirando abajo de un auto para esconderse porque venían las motos con itacas. “Yo me quedé en medio de la calle para fotografiarlo. Y un compañero me agarró de la mochila y me tiró unos metros para atrás para correrme del tiroteo”.  

Hace poco, leyó la nota de Inés Ulanovsky en Revista Anfibia “Las fotos que llenan tu Instagram” y se sorprendió con que de 88 socios de Argra que estuvieron el 19 y el 20 en las calles, sólo tres eran mujeres. Ella estuvo ahí pero no era una de esas tres afiliadas. “Sigue siendo poco hoy: sólo el 12 por ciento son mujeres”, dice. 

En cuanto al espacio que se ganaron las mujeres en la fotografía dice que hay algo que se logró romper: “Hoy frente a la cobertura de algún hecho que pueda ponerse denso, a ningún varón se le ocurriría decirte que no salgas y que vaya un hombre en tu lugar. Antes había una sobreprotección y una naturalización de que donde se iba a poner denso iban los varones”. 

En las fotos de García hay muchas mujeres. “Las fotografié porque las veía, eran parte de lo que yo veía. Quizás una sororidad sin entender qué significaba eso, sin tenerlo en claro”, dice hoy. Incluso, podría hacer otro libro con todas las que quedaron afuera. 

Por ahora, las 50 que integran su ensayo se pueden ver hasta el 30 de enero en una muestra en el tercer piso de la Biblioteca Nacional. 

¿Cómo comprar el libro de Paloma García? El martes 7 de diciembre se prendió fuego el depósito donde el Grupo Editorial Sur guardaba casi 4000 libros en el Abasto. Y por eso lanzaron una Campaña de Preventa Solidaria para recuperarlos y volver a imprimirlos. Pueden comprar el libro acá. 

Natalia Arenas